El video de Yosef Houls

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Capítulo diez.

Apoyé mi espalda en la pared de concreto, la fina capa de tela-del delantal celeste que tenía puesto-no abrigaba mi piel, del frío ambiente. Asomé mi mirada por el borde de la pared y vi que él venía caminando con pasos largos y decidido​s. Debería hacer algo o me atraparía.

-Te encontraré rubia revoltosa -dijo con voz ronca y aterradora. Cada vez se acercaba mas a mí y yo cada vez me quedaba sin refugio. Cerré mis ojos fuerte, era ahora o nunca. Me despegué de la pared y salí corriendo, por el pasillo largo y estrecho. Mis pies descalzos absorbían la friades del suelo lo cual lo trasmitía a el resto de mi cuerpo.
En cuanto me vió corrió tras mí sin rodeos.
-No es justo ya entré ahí miles de veces -grité a todo pulmón sin mirar atras. Sentía su presencia.
-Pues hoy entrarás miles y una veces -seguía corriendo, pero mis piernas se debilitaron después de un rato y el aire en mis pulmones comenzó a acabarse. No estaba en físico para correr. Me tomó del cuerpo y me tiró al suelo, comenzó a hacerme cosquillas en todo mi cuerpo, sin piedad. Y yo sin remedio a reír como maniaca.
-Basta -carcajé-, detente -seguí riendo y dejó de hacerlo.
-Vamos debes ir -me tomó de un pié y me arrastró por el piso, haciendo rechinar al deslizar mi piel contra el suelo. Y me llevó a la sala de examinaciones.
-No es justo -hice una mueca e actúe estar muerta.
-No es tan malo, lo único que debes hacer es estar acostada -rió.

Él era Josh, el científico más joven del laboratorio, con solo veintiséis años era una de las personas más utilizadas en laboratorios e hospitales del país. Solía viajar frecuente a otros países, pero intentaba mantenerse aquí, pues era el hijo del dueño del laboratorio y también próximo dueño de todo el establecimiento.
Había creado mucha confianza con Josh en todo este mes encerrada aquí, lo cual él era la única persona con la que podía conversar el tiempo que ni mis padre ni mis amigas venían a visitarme. Obviamente no estaba con migo al cien por ciento, él debía trabajar y viajar, pero apreciaba su compañía de unas pocas horas.
-Si acostada, dentro de un tubo lleno de luces que me cegan mis ojos ¿Sabes lo feo que es estar allí? Me da claustrofobia ¿Por qué no mejor entras tú?
-Porque yo no soy el enfermo aquí -me miró chistoso haciendo que yo ruede los ojos.

Me sentó en la silla blanca que estaba en medio del salón y escuché a mis espaldas como se encendía la máquina.
-¿Es necesario? -pregunté ya irritada.
-Demasiado -bufé por su respuesta. Y entonces me metí en el tubo. Con los brazos a los costados, las piernas juntas y mi cuerpo "relajado" las luces se hicieron presente, y los ruidos de la máquina trabajar. Mantenía mi vista clavada en la luz roja que me habían asignado mirar. Sentía como quemaba y perforaba mis ojos y era así por treinta segundos.
-Listo ya terminamos -musitó y apagó la maquina, ese fue mi aviso de desalojo para salir de la máquina-, tranquila esto sirve para ver cómo está tu cuerpo por dentro, verás que con el tiempo sanara, con el resto de los medicamentos que te daremos.
-Pasó un mes y me siento igual.
-Podrá ser mucho tiempo el que estés aquí, pero en un futuro serás libre de máquinas, lo juro.
-Eso espero... -suspiré. Y él sonrió.

-Mas adelante tendremos que rasurarlo -fruncí en seño por su aclaración. Cuando me di cuenta que tomaba un mechón de mi largo cabello pálido.
De un tirón saqué mi mechón de entre sus dedos.
-¿De qué hablas?
-Hablo que debemos rasurar tu cabello por higiene y comodidad.
-¿Por qué harían eso? -lo miré aterrada, verme a mí calva me dio más miedo que estar aquí encerrada por el resto de mi vida-Para algunos cables que usaremos, debemos pegarlos sobre tu cuero cabelludo, y con todo tu cabello allí sería muy difícil.
-No dejaré que me hagan eso -tomé todo mi cabello y lo acaricié pasando mis dedos, deslizándolos hasta la punta-, me identifica.
-No dije que sería ahora -aclaró.
-Pero será algún día.

El Reino Hatlas -En edición #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora