Nauseas

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Capítulo dos

  Era jueves, ya habían pasado alrededor de cuatro días desde el incidente. El próximo sábado era el baile, es decir que tenía diez días para terminar de alistarme como deseaba. Mi madre me propuso ir a comprar mi vestido en la tarde, me pareció buena idea ir restando cosas de mi lista.
Mi nariz seguía sangrando, no tanto como los primeros días, pero había aumentado tres kilos. Mi madre estaba muy contenta, ya que aprendió a cocinar platillos deleitantes y todos los días comemos algo diferente a lo normal. Aparte de que ya me sentía mejor.
Al final con las galletas no sucedió nada, solo un pequeño detalle: Tyler Deurish, el... para no ser hipócrita, el más gordito de la escuela, se comió más de diez galletas y ahora está en el hospital; Un sarpullido en la piel de su garganta, es el causante. No creí que algo tan grave sucedería proveniente de mi sangre; Sin embargo ¿Qué más podemos decir? estoy enferma, no sé que me sucede y no pienso ir al hospital, es algo que ya está decidido con mis padres. Pero tal vez, solo tal vez, no sea causante de mis galletas, pudo haber comido otra cosa... dejémoslo así.

Finalmente me encontraba en Biología y en la próxima clase tendríamos un examen bastante importante, por lo tanto escribía apuntes en mi cuaderno mientras la profesora escribía en la pizarra. Concentrada en que no se me perdiera ninguna palabra de la profesora Richards, mordisqueaba mi uña sin romper de ella, pero me confundí de palabra, la taché y seguí escribiendo. La profesora hablaba muy rápido y me perdí.
  —Espere profesora —supliqué.
  —Madison ¿Acaso me está pidiendo que la espere? ¿Quiere que detengamos toda la clase solo para que usted pueda copiar tranquila? Así no es Rymondfield —la profesora Richards nunca se detiene si se lo pedías, por eso es que la odio, siempre me deja en ridículo frente a todos en clase.
  —Lo único que le pedí fue que...
  —Cállese, no soporto a las niñitas maleducadas.
  —Yo no soy...
  —Si lo es, así que haga silencio, y seguiremos la clase.

¿Perdón? Me estaba diciendo maleducada, cuando ella lo era. Que anciana tan... ¡estúpida!
Mi respiración se aceleró de tal manera, que parecía un toro a punto de atacar a su bandera roja sangre y mi rostro comenzó a arder, formé un puño con mi mano ¿Qué se creía? No era mi madre para hablarme así. No tiene derecho a hablarme así, yo le hablé bien ¡No le insulté!
  —¡No! —pronuncié alto—, ¡No quiero detener la clase, solo quería que me repitiera un vez más, pues usted habla tan rápido que la tinta en los bolígrafos se corta antes de escribir una letra!
  —¡Señorita Rymo...—golpeé la mesa con fuerza, y de repente toda la clase se quedó en completo silencio. Miré a ambos lados sorprendida por el silencio.

Me dí cuenta que todos estaban como estatuas, la profesora enfrente mío apoyaba su peso en la mesa, y con su boca abierta, sin poder terminar de pronunciar mi apellido.
  —¿Qué demonios..?
  —...ndfield! ¡Usted no tiene derecho a hablarme de esa manera, ahora quiero que espere sentada allí afuera y si decide entrar, se las verá con el director! —volvió todo a la normalidad.

Abrí mi mano la cuál tenía los nudillos blancos de tanto apretar los dedos y cuatro lunas marcadas en mis palmas por mis uñas encarnandose en mi piel.
  —Pe-pero ¿no vio eso?
  —¿Ver qué? Le dije que se fuera —tomé mis cosas aturdida y salí, no entendía qué había pasado, fue como si todos estuvieran haciendo un Mannequin Challenge o algo por el estilo. Solo fueron cinco o seis segundos que sentí que era la única persona viva en esa habitación. No iba a quedarme ahí sentada, mis extremidades seguian temblando, por lo tanto decidí caminar por los pasillos hasta la hora del receso.

Miré mi mano, las marcas de mis uñas aún seguían estando ahí. Recuerdo haber hecho un puño con mi mano. Decidí repetir la misma acción, pero al hacerla no sucedió nada, solo que el conserje me mire desentendido.
Pestañé varias veces negando con la cabeza y seguí caminando. Estuve alrededor de quince minutos dando vueltas, hablando sola, debatiendo conmigo misma, los pasillos estaban desiertos ya que todos estaban estudiando para los exámenes. Pasé por la cancha de básquetbol y observé a Tod haciendo lanzamientos.
  —Hola —me acerqué a él.
  —Hola —sonrió—, ¿Qué haces por aquí?
  —Richards me sacó de la clase.
  —¿Te quejaste porque habla rápido?
  —Exacto —sonreí nerviosa.
  —Tranquila, suele suceder, y más con una profesora como Richards, es mas tengo desaprobada su materia.
  —Si quieres aprobar debes amigarte con ella desde un principio.
  —Es verdad —rió—, oí que ella odia a las personas con cabellera rubia, no tienes posibilidades de aprobar su materia.
  —Oh, no sabía sobre su pensamiento tan detallista.
  —Mas que nada a los hombres, supongo que su antiguo marido la dejó, y él era rubio —bromeó.
  —Puede ser. Y ¿Cuándo hay partido? —cambié de tema, hablar sobre la profesora me hacía recordar lo sucedido, esa...cosa extraña.
  —Este sábado ¿Vendrás?
  —Sí, solo si anotas un triple.
  —De eso se encarga Scott —Scott era el chico más popular de la escuela, iba dos años más avanzado que yo, al igual que Tod que también tiene su edad.
El típico rubio perfecto de la escuela. Sí, muy cliché, lo sé.
  —Ay, por favor, si estás en un ángulo perfecto para tirar y nadie te marca ¿Se la darás a Scott que esta del otro lado de la cancha para que se lleve la victoria?
  —Sí, reglas del entrenador.
  —Pff, no puede ser.
  —Sí puede ser, él es capaz de desaprobarnos.
  —Entonces ¿Por qué practicas lanzar?
  —Porque estoy aburrido ¿Quieres? —me tendió el balón.
  —No, yo no sé hacerlo.
  —Vamos, no es difícil, solo tienes que meterla en el aro.
  —Ja-ja, no me digas —reí y él imitó mi acción—, está bien, solo no te rías. Soy un desastre con esto —Levantó sus manos en señal de inocencia. Me quité mis tacones y apunté el balón hacia el aro; con un movimiento brusco la lancé y... ni siquiera llegó a él, cayó metros antes de lo previsto.

El Reino Hatlas -En edición #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora