Lágrimas desafortunadas

28 10 0
                                    

Capítulo cinco.

Miércoles.

Aquel día, en la escuela, Kelsey y Tracy, me llamaron avergonsadas lamentando mucho no haberme llevado a casa a tiempo. Estaban tan cansadas que ni siquiera oyeron mi voz, aún así les dije que estaba bien y que había llegado a casa con dos segundos de sobra. Aún se sentían apenadas y prometieron llevarme hotcakes a casa por la tarde. Ya que, no irían a la escuela por hoy.
Aún así, no me molestó por nada estar sola, pues me la pasé en clase de la señorita Mcgregor, ella tiene un lindo canario rojo, con el que me divierto mucho. Me encantan sus ojos negros y sus plumas suaves y brillantes, su nombre era Trevor y amaba las semillas de sésamo.

En la clase de historia se la pasaba volando de un lado a otro, parando en las cabezas de todos los alumnos, era muy inteligente, le avisa a Mcgregor cuando alguien se está copiado, o están jugando con su móvil, por lo tanto, por este pequeño ave, la clase de historia se convirtió en la clase más exigente, estricta y aburrida de todas.

Sin embargo soy la única que la pasa bien con Trevor, le doy comida y él se posa en mi hombro y canta lindas canciones, nada mejor que estudiar con mi animal favorito, las aves.

Caminaba por los pasillos, solitaria sin rumbo alguno, muchos me miraban, al ver que no iba con mi mano derecha e izquierda ¿Por qué será que se concentran tanto en una persona, qué no son ellos mismos? No me molesta que me miren, si hay algo que me gusta es resaltar, no con las típicas babosadas que realiza Lina, como; Fiestas temáticas en su mansión de mármol pulido, blusas con escotes pronunciados, joyas de diamantes ¿Es necesario que siga? Con el tema de resaltar entre la multitud, es algo que ella sigue ganando y como no con tanto dinero.

Aún así, mi pequeña popularidad la había creado yo sola y era una de las cosas por la que estaba enorgullecida, no necesité de dinero para crearlo, solo fui amable con los estudiantes y ellos me aceptaron rápido. No era conocida como la nerd, nada de eso, si no como la directora del centro de estudiantes y los alumnos me reconocían por mi gran esfuerzo ayudando a la escuela.

En fin.

Por los pasillos logré divisar una cabeza calva ir de un lado a otro, me di cuenta que era el profesor Mattius. Me acerco a él rápidamente.
  —Hola profesor ¿Podemos hablar?
  —Claro Madison, ven pasa por aquí —entramos a su aula, la cual estaba vacía y se sentó en su escritorio, mientras bebía café en una taza blanca y leía de un libro.
  —Emh me preguntaba si esta confirmado lo que le propuse la semana pasada, sobre si podía ser la guía en la construcción del baile, tengo muchas ideas más sobre la decoración y en serio sé que le gustarán a todos —saqué de mi bolso una carpeta repleta de papeles.
  —Sobre eso, me gustaron muchísimo tus ideas para la decoración, las que me enseñaste obvio, y en serio tienes una gran mente para esta clase de cosas —sonreí por su alago—, pero me enteré de tu enfermedad y lo siento mucho —y fue cuando mi sonrisa de desvaneció por completo
  —Espere ¿Qué enfermedad?
  —Tu madre llamó diciendo que estabas mal de salud y que seguro te ibas a encontrar muy débil estos días, que necesitarías reposo. Y si alguno de estos días faltas a clases lo entenderemos, debes ir al hospital, es necesario, no puedes seguir negándote, puede ser algo serio, corres peligro Madison —no puedo creer que mi madre les haya dicho eso.
  —¿Yo enfermedad? Pff estoy más que sana de que habla —me moví en el asiento nerviosa.
  —Maddie, no es necesario que lo niegue, no tema señorita, no le contaremos a nadie.
  —¿Contaremos?
  —Los damas profesores también saben —rayos ¡Que! Ahora todos los profesores saben que me sucede algo y lo peor de todo es que piensan que es una enfermedad. Tal vez así lo es, es una maldita enfermedad y no lo quiero aceptar, aún así lo intento de ver con otros ojos. No quiero que sientan lastima por mí—. Así que, señorita quiero que descanses hasta el día del baile y luego solo te preocupes por verte bien, con un lindo vestido y pensar en disfrutar bailando con tus amigas —hacia dibujos imaginarios con su dedo en la mesa—. Porque los planos de tus ideas maravillosas se los entregué a Lina, ¡Ella se encargará de convertir la cancha de básquet en un salón digno para un baile! —¡Qué hizo qué!
  —Pe-pero yo diseñé esos planos profesor, se llevará todo el crédito, me esforsé demasiado para hacer los planos y que cada detalle quede al pie de la letra —mi voz tembló. No por favor no lo hagas Maddie.
  —Nos encargaremos que se fluya por toda la escuela sobre tu idea señorita Rymondfield, pero ¿Usted lo quiere por crédito o por la escuela?
  —Por ambas, pe-pero...
  —No se preocupe, es mucho mejor para usted, no se tendrá que preocupar por nada, más que su peinado, ahora si me permite, retirarse tengo que ordenar el aula para la próxima clase.
  —Señor no puede dejar que esto ocurra —me levanté de mi asiento indignada.
  —Lo lamento Madison, es una decisión ya tomada, solo queremos que usted mejore.

El Reino Hatlas -En edición #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora