El perdón de Dios

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48 | El perdón de Dios, esta en sus manos.

Intento ignorar ese susurro malicioso raspando mi hombro para apagar la computadora y dejar de consumir cada palabra.
Parpadeé lo suficiente para no intentar memorizar aquellos dibujos y mi fantasiosa imagen de mí en aquellas posiciones,en aquellos vestidos o incluso en el morboso juego.

Y solo puedo pensar, en los momentos gloriosos que habíamos vivido. Su presencia tan abrumadora capaz de capturar la atención de una multitud entera. Ahora solo puedo ver correr los demonios a nuestro alrededor y un torbellino separarme de él. La magia que contenía su nombre que hacía posible darme el valor suficiente para dar cientos de pasos sobre cristales rotos sin miedo a morir en el intento. Quizás la crueldad y su maldad era la cura necesaria para esta acción apasionada.

— ¿Hija, estas lista? — Interrumpe mi madre, dando dos golpes en la puerta.

Las manos aún me temblaban y podía sentir un pequeño pulso dentro de mi labio inferior por haberlo mordido lo suficiente sin darme ni siquiera cuenta.
Me levanto torpemente de la cama, aliso mi vestido y corro mi cabello a un costado dandole la imagen que desea: una hija calmada y en paz. Puedo notar la iluminación rodeando su rostro y formando una extraña sonrisa en su rostro.

— Elizabeth ha llamado para recogerte esta noche luego de la misa. Dice que la ayudaras a hacer sus deberes, ¿es cierto eso? — Hace una mueca al costado de su rostro.

— Es cierto, en realidad serán ejercicios para nuestro próximo examen. ¿Tengo tu permiso, madre? — sonrió dejando notar mis dientes. Ella me toma sorpresivamente de ambas manos y las aprieta mientras asiente y luego me encierra entre sus brazos, dándome un cálido abrazo.

— Tendrás todo lo que quisieras siguiendo la fe de Dios.Sigue por aquel camino y la vida te dará los permisos que necesites. ¿Nos vamos? — asoma su cabeza por encima de mi hombro — ¿Estabas usando la computadora?

— Lo estaba — balbuceé — Pero ya he acabado. Estoy lista, tomare mi bolso.

Giro sobre mis talones para  tomar mi bolso verificando que se encontraba dentro el teléfono que me había obsequiado Justin. Y de tan solo pensarlo, se me revuelve el estomago sabiendo que esta noche se volvería hasta quizás la última en mi vida. ¿Era él la mejor opción que tenia el destino preparado para mí o tan solo la distracción suficiente para saltar del puente sofocante que se había encargado mi madre?.

— ¡Valerie! ¡Ven ahora mismo! ¡Se hará tarda! — grita desde la puerta principal.

Ella toma de mi brazo izquierdo para dar un paso dentro de la Iglesia y la gente pronto comienza a acercase a nosotras y nos reciben con un cálido abrazo. El botón de mi vestido llega al comienzo de mi cuello y ya estaba molestándome pero aún así mantuve la sonrisa en mi rostro mientras escuchaba atenta las palabras del padre frente a mí.

— Recuerden que dentro de unos días, haremos una bienvenida a un nuevo monaguillo y queremos invitarlas junto a los demás a presenciar la ceremonia — remoja sus dedos frente a una fuente con agua bendita y nos bendice sobre la frente — Bienvenidas a ambas y reciban el perdón de Dios en sus corazones.

— Amén — respondemos ambas al unísono.  

El padre comienza a charlar junto a otras señoras y mi madre acerca su mano a mi mejilla mientras frunce el ceño.

— Estas transpirando cariño, ¿te sientes bien? — entrecierra sus ojos.

Doy un paso hacia atrás rompiendo el contacto y seco la gota de sudor corriendo el contorno de mi rostro. El vestido me estaba aniquilando.

— Si, debe ser el ambiente de aquí. Debería ir a tomar un poco de aire fresco.

— Hazlo, te esperaré en nuestros asientos de siempre. Y hija recuerda, Dios permite el castigo en el nombramiento del bien. No me hagas encerrarte.

Sonríe sin modestia y tomo un largo suspiro sin saber que responder. Solo me limito a salir de a su lado, chocándome con el crudo viento golpeando mis mejillas y cierro los ojos dejando a un lado la realidad.  Trey aparece frente a mí entrando con un traje color azul entallado a su esbelto cuerpo y una sonrisa de comercial en su rostro.

— Supuse que te encontraría aquí. ¿Has venido sola? — me saluda con un abrazo.

Negué con la cabeza aspirando su colonia tan masculina y refinada.

— Yo también he venido con mi madre. Este traje esta matándome, necesitan poner un aire acondicionado aquí, ¿no crees?

— Claro que lo creo, mira lo que traigo puesto — él posa sus ojos sobre mi vestido que rozaba casi mi tobillos.

Jamás me había quejado o excusado de ponerme un vestido para ocasiones así pero esta noche realmente el calor era sofocante. Y esta no sería la ocasión para ponerme en contra del gusto de mi madre sobre mi ropa o aún más sobre las reglas de la Iglesia.

— ¿Has arreglado tu problema? — suelta de repente, Trey.

— ¿A que te refieres?

— A la disputa que tienes con Rebecca por Justin...

El silencio reina entre nosotros por unos minutos antes de que me anime a responder y ser lo suficiente sutil para ahorrarme detalles.

— No existe tal problema porque no quiero ir por un mal camino. De todas maneras, agradezco tu preocupación — él me guiña un ojo provocando que me sonroje — ¿A que ha venido eso?

— Porque puedo apostar que lo volverás a ver, fuera del instituto me refiero. El amor de mi vida es tan riesgoso que duele negarle una oportunidad para vernos. Te entiendo, cariño.

Quiero abrir la boca para contrarrestar su hipótesis pero me toma de los hombros para guiarme dentro nuevamente. Todos permanecen en sus asientos arrodillados con sus manos entrelazadas frente a sus rostros y Trey se separa de mi para tomar lugar junto a su madre. Lo imito.
La misa comienza y oímos las recitaciones de la Biblia que han elegido para esta noche dándonos el acertado mensaje de que las oraciones eran nuestras curaciones y las plegarias las bendiciones del día siguiente para continuar levantándonos y recibir misericordia en momentos dificiles.

— Pueden levantarsen, tomen sus rosarios y recemos — dijo el padre, alzando su rosario.

Pronto recordé haber dejado el mío sobre la pequeña mesa de la casa de Justin. Mi madre me instigo con su mirada y saco de su bolsillo uno para mí. Sabría que esto traería las consecuencias y casi implore para mis adentros no volver estar encerrada en aquella habitación terrorífica.

Duro exactamente una hora esta misa  y de esta solo podía llevarme un amargo recuerdo que lo que antes consideraba un alivio sano para el alma, hoy me torturaba como un castigo por estar portándome mal y ser recibida en la casa del Señor. ¿Era tan grande su perdón para dejarme entrar aquí o esta sensación de arder era la señal para que no volviese jamas?

— ¿Quieres que te espere hasta que llegue Elizabeth? — mi madre acaricia mi espalda.

— No, estará en camino. Vete a casa a descansar, estaré bien mamá — la abrazo para darle seguridad en mis palabras. Besa mi frente y toma lugar en un pequeño grupo de personas yendo en la misma dirección.

En la oscuridad de la noche, acompañada del lejano sonido de grillos y la iglesia a mis espaldas solo puedo pensar en si esta era la ocasión para verme con él...Y es en ese momento que un auto estaciona frente a mí arrasando con mi vestido debido a la gran velocidad de su frenada y la puerta se abre como una invitación.

¿Podría escapar como Caperucita del lobo o este bosque ya no tenía escapatoria?

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2016 ⏰

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