Marzo de 2014, Melbourne, Australia:
Podría haber sido un buen día. De hecho, había empezado como un buen día, pero todo se iba a pique a medida que el caro y delicado reloj de pulsera que llevaba puesto marcaba la hora siguiente.
El profesor de Concepts and Creativity me había jodido bien jodida. Dos días sin asistir a su clase habían originado una cantidad de faena que, unida a la de las otras clases, era desorbitada; lo que significaba que esa noche iba a tener que suprimir mis planes.
Bueno, no era su culpa, era yo la que había sufrido, por varios días desagradables, arcadas por el tomate en mal estado que había inocentemente comido.
Estaba bien, todo estaba bien. Iba a ponerme las pilas esa noche y luego volvería a tener tiempo libre. No era nada del otro mundo.
Cogiendo todas mis cosas, me dirigí a la salida. Lo cierto es que no podía quejarme, me gustaba mi vida. Una vida independiente, tranquila y divertida en Melbourne; asistiendo a la Universidad de Melbourne, haciendo mi segundo año en Fine Arts en Teatro en la facultad VCA (Victorian College of the Arts), y viviendo en una limpia, bonita, y ordenada casa de unas dimensiones nada despreciables.
Quién me lo diría, ¡yo en Australia! Yo, Allison, la chica londinense de las trenzas que leía Shakespeare y tocaba el piano, mientras sus compañeros, seguramente, veían la tele. Lo cierto es que mi primera idea había sido mudarme a Estados Unidos, pero tenía ganas de algo más exótico y desconocido, y acabé en Australia con una sonrisa satisfecha.
Aunque lo cierto es que mi primer año fue caótico y más bien desagradable, todo había parecido estabilizarse. Siendo sinceros, "estabilizarse" era un eufemismo que estaba utilizando para referirme a una situación a la que me había acabado acostumbrando.
En primer lugar estaba el tiempo. El hemisferio sur me estaba dejando trastocada. Por Dios, estábamos en marzo y en verano con veintiocho grados centígrados que me provocaban dolor de cabeza. Al menos llevaba varios días sin llover y eso disminuía la humedad en el ambiente y me hacía sudar menos; aunque por supuesto sabía que no duraría mucho porque marzo era uno de los meses en los que más llovía en el sureste de Australia, por no decir el que más.
Además en nada sería otoño, lo cual me era desconcertante. Pero me había adaptado bien a eso. Me parecía raro pero me había adaptado.
Luego estaba el extraño curso escolar. Por supuesto, si las estaciones eran diferentes el curso escolar también debía de serlo. Nada de empezar en septiembre u octubre y terminar en mayo o junio. Aquí se empezaba en febrero (aunque tenía entendido que alguna otra universidad empezaba en marzo) y se terminaba normalmente en noviembre o diciembre.
Todo eso era un gran lío para mi cabeza. Aunque fue favorable, en cierto sentido, cuando tuve que mudarme, ya que el curso no empezaba hasta febrero y a principios de agosto había acabado de arreglar todo el papeleo y tenía todos mis muebles y mis cosas en orden en mi casa. Todavía tenía tiempo para descansar. Todavía tenía vacaciones. Eso no estaba nada mal.
Bien, todo eso seguía siendo aceptable. Podía acostumbrarme, podía convivir con ello, podía llegar a un acuerdo con la naturaleza de Australia, pero no con los australianos. ‹‹Oh, espera, ¿es australiano?›› Me invadió una sensación de desconcierto. ¿Por qué nunca le había preguntado nada?
Agarré el móvil al instante.
Yo- 12:07pm
¿Eres de Australia?Sin esperar una respuesta volví a guardar el aparato. Ya respondería. O no, quién sabe, la cosa es que no podía con él, o ella. Tampoco sabía si era hombre o mujer.
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Envíame un beso
RomansaAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...