Capítulo 12

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Marzo de 2010, San Francisco, California:

Habían pasado dos meses desde que se había alejado de Allison. Dos infernales meses. De todas las veces que sus padres se habían llamado, Allison nunca había pedido hablar con él, aunque él tampoco lo había querido. Su mejor amiga lo había echado de su vida sin ningún miramiento y él no podía replicar.

Varias noches a la semana, se quedaba despierto sin poder dormir, mirando la pantalla de su móvil, pensando en si debería llamarla o enviarle algún mensaje. ¿Pero qué enviar? No tenía valor para enviarle nada después de lo que había pasado.

William no le dijo nada, y sus tíos tampoco, pero aún así necesitaba saber cómo estaba Allison, y si no podía hablar con ella... En una de esas veces en las que llegaba de clase a casa y su padre estaba hablando con Gerald y era inmediatamente preguntado si quería saludar a su tío, aprovechó. Gerald se sorprendió por la pregunta, pero sin darle muchas vueltas, respondió.

—Te voy a ser sincero. No está muy bien. Es igual que cuando tenía cuatro años, antes de que vinieras. Creí que me había olvidado de esta Allison, pero no— comentó— Apenas habla o sonríe, está metida en su mente todo el día, y sinceramente, no sé qué piensa. Aunque cuando era pequeña, era sólo timidez, ahora simplemente creo que está deprimida o algo así.

—Lo siento— fue lo único que se le ocurrió decir a Nick.

—Tranquilo, no es tu culpa hijo... Ya se le pasará.

Sin embargo, Nick llevó esas palabras clavadas en el pecho durante los siguientes meses, como una espina de culpabilidad. Repitiéndoselas una y otra vez. ‹‹¿Qué te he hecho, All?››. Echarla de menos, reprimirse de llamarla y odiarse a sí mismo se convirtió en su día a día, hasta que no pudo más, y buscó la manera de escaparse de ella.

Junio de 2010, San Francisco, California:

—Nick, ¿qué pasa? ¿No puedes dormir? Vuelve a la cama— se quejó Sophie, una joven de cabello cobrizo, con su desnudez siendo ocultada por las sábanas de la cama.

Nick, que admiraba por la ventana con fijeza la silueta roja e imponente del puente de San Francisco, la miró por encima del hombro. Sus ojos oscuros resplandecieron bajo la luz de las luces nocturnas. La contempló unos segundos, pensando que se había olvidado por completo de su presencia.

Su padre se había ido de viaje, como casi siempre, así que había aprovechado para invitar a su novia a casa. De todas formas, tendría que cortar con ella en unos días. Cuando empezaran las vacaciones de verano, iba a tener que trabajar junto a su padre, o al menos eso le había dicho él, y su relación no era compatible. Él lo sabía, pero no le importaba en lo más mínimo. Cuando decidió enrollarse con ella, no se había planteado nada serio en ningún momento.

Nicholas echó un último vistazo al contacto de All en su móvil antes de guardarlo en la mesilla de noche y estirarse de nuevo al lado de la chica. Y mientras la besaba, se dio cuenta de que esa era la única forma de quitarse a su amiga de la infancia de la cabeza.

Julio de 2010, Londres, Inglaterra:

—¿Cuánto tiempo más vas a mirar el teléfono?—le preguntó de nuevo Diana.

Allison dejó ir un profundo suspiro, estirada anchamente en su catre, con su amiga sentada en el borde.

—No puedo hacerlo, han pasado demasiados meses como para que ahora le llame y le diga algo. Además, él tampoco me ha llamado...

Diana frunció el ceño con fuerza.

—Como mucho podría llamarte para pedirte perdón, pero cree que estás tan enfadada o dolida como para no hablarle, así que es obvio que no te llame, estúpida. No digas tonterías.

Envíame un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora