Abril de 2014, Melbourne, Australia:
Me quedé en el sillón en mortal silencio, oyendo a Sean y a Nick hablar con tranquilidad, como si de repente fueran mejores amigos; aunque yo sabía que tan sólo trataban de colaborar por mi bien. Sentía mi estómago vacío, me dolían el pecho y la cabeza, me escocían los ojos, y los tenía hinchados. Nick, minutos atrás, con su increíble capacidad de observación, me había visto temblar y me había traído una chaqueta del armario. Yo seguía tal cual me había dejado, mirando al vacío.
No tenía ganas de hacer nada. Las ganas de morir se me habían quitado y ahora me parecían estúpidas, pero seguía dolida con el mundo. Seguía sintiéndome como un trapo sucio.
No supe cuántos minutos pasaron hasta que Nick le pidió a Sean que nos dejase solos y se agazapó delante de mí. Suspiró. Estaba buscando las palabras que decirme.
—All, yo... Lo siento mucho. Pero, no estás sola, ¿vale? Voy a estar contigo.
Yo dirigí mi mirada directamente a sus ojos por primera vez en mucho rato. Eran igual de azules que en todos mis sueños.
—¿En serio?— rezongué con acritud.
Él frunció el ceño, culpable.
—Ya te lo dije, All. Ódiame y despréciame, y trátame como quieras, pero no voy a dejarte sola nunca más.
Un rictus amargo nació en mi rostro, casi como un tic nervioso.
—Ah, ¿que eso no era un discurso para que me calmara?
Mi voz casi sonó alterada y desafinada. Me estaba comportando como una cría. Siempre lo había hecho. Siempre lo había sido. Él pareció confuso un par de segundos.
—No. Supongo que escogí un muy mal momento— se frotó el cuello con nerviosismo— No era sólo un discurso All. Es lo que siento.
Miró al jardín un momento, esquivando mis ojos.
—Te amo, Allison. Te amo de verdad. Te tengo siempre en mi cabeza. Sé que soy un cobarde, y no te merezco pero... no puedo evitarlo. Ojalá pudieras perdonarme, porque me muero de ganas de estar bien contigo, pero ya he asumido que puede que no me perdones nunca, así que...
Sentí cómo los ojos se me humedecieron. Acababa de decir que me amaba. Esto debía de ser una broma. En nuestro corto viaje a Londres me había dicho que me quería, lo que ya eran palabras grandes, pero ¿amar? No me jodas.
—Así que ódiame, pero mis sentimientos por ti no cambiarán. Nunca lo han hecho. Si pudiera hacer algo para que estuvieras mejor... Si pudiera volver atrás y cambiarlo todo lo haría, créeme, pero no puedo. Supongo que es el precio a pagar por mi estupidez. Tendría que haberte llamado. Tendría que haberte dicho que estaba loco por ti, y pedirte que me esperaras. Podríamos habernos visto durante las vacaciones...
En este momento dejé de escucharle, simplemente me quedé observando su rostro avergonzado y apenado murmurar sus arrepentimientos con un suave tono de voz. Y no pude evitar pensar que era adorable. No pude evitarlo. Sin embargo, me sentía tan vacía que no pude procesar ni mis sentimientos ni los sentimientos que trataba de enviarme. Simplemente me atravesaron como un soplo de viento.
Mi cerebro ni siquiera se los quiso creer, convencido de que todo era una mentira o una alucinación. Mi corazón no me dijo nada, simplemente siguió muerto en mi pecho, latiendo muy lentamente, como si tuviera miedo de moverse.
Cuando Nick terminó su palabrería y volvió a mirarme, se dio cuenta de todo eso y contrajo la cara en culpa de nuevo.
—Lo siento, supongo que he vuelto a escoger un mal momento.
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Envíame un beso
RomanceAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...