Marzo de 2014, Melbourne, Australia:
Cuando el timbre sonó, tenía dos cajas de cartón en las manos, los dientes mordiendo el plumero, y el talón de mi pie izquierdo estaba intentando que la lámpara no se cayera.
Me pregunté quién demonios debía de ser. Había dejado la puerta abierta porque estaba sacando las cosas y llevándolas al jardín, así que aparte de llamar al timbre, podría dar algún grito, ¿no? Tambaleándome, perdí el equilibrio al fin y, con un chillido, yo, la lámpara, las cajas, y por supuesto el puñetero plumero, caímos al suelo con un horrendo estrépito.
En seguida escuché como unas pisadas se precipitaban hasta donde estaba.
—¿¡Ally!?
Reconocí la voz en seguida. Sean se asomó por las escaleras y se agachó a socorrerme.
—¿Estás bien? Me has asustado.
Con un gruñido y su ayuda me senté en el suelo, frotándome la cabeza. La lámpara me había golpeado, y todavía tenía que agradecer que las cajas no se hubieran abierto y desparramado el contenido.
—Más o menos, lo siento— me giré hacia él— ¿Qué haces aquí?
Él frunció el ceño.
—Me dijiste que viniera a ayudarte a cambio de una...
Antes de terminar la frase, tuvo que llevarse una mano a la boca para reprimir una carcajada. Le tiré una mirada asesina y rápidamente me eché una ojeada en el pomposo espejo de la buhardilla que había descolgado y guardado en el cuarto de invitados junto a otras cosas, y ahora estaba transportando. Mi nariz y mi cara estaban manchadas de... algo, ocre. Volví a observarlo, haciendo un esfuerzo por parecer enfadada, pero acabé mordiéndome el labio inferior viendo lo mono que estaba intentando no reírse.
—No hace gracia— le reproché, pero yo también estaba sonriendo.
—Lo siento...
Sean me ayudó a bajar las cajas mientras me contaba que estaba haciendo unos recados cerca de aquí, se acordó de mi buhardilla y decidió pasarse a ayudar. Se disculpó por no haber preguntado antes de venir, pero yo le quité importancia negando con la cabeza.
Sean me ayudó a bajar las cosas que me quedaban mientras me explicaba que no tenía nada que hacer, y no le importaba cambiar nuestra cita cancelada de ir a tomar algo a un café por un día de limpieza. Yo lo rechacé educadamente. Me sabía muy mal que tuviera que ayudarme. Yo le había propuesto que me ayudase, aunque fuese un poco, para luego ir a tomar algo, pero él quería seguir ayudándome hasta terminar, y eso no me parecía bien.
Sean, sin embargo, me guiñó un ojo y me dijo que esto también contaba como una cita de una manera tan encantadora que no pude negarme. Lo cierto era que me alegraba tener ayuda, en especial la suya.
Entre los tantos viajes que hicimos del segundo piso y del salón al jardín, recibí un par o tres de mensaje, pero quería terminar cuanto antes así que ignoré el aparato.
Cuando al fin terminamos, me detuve unos segundos para mirar el móvil. Había dos mensajes de Mila, y uno de S.
Mila me preguntaba qué hacía y si quería quedar con Zoey para dar una vuelta e ir de tiendas. S me había enviado un, como siempre, críptico mensaje diciéndome que tuviese cuidado con Sean.
Rodé los ojos, intentando ocultar lo preocupada que estaba. Fuera quien fuera S y fueran los que fueran los misterios que se ocultaban detrás de él, nunca me había aconsejado mal. ¿Cuánto de cierto había en lo que me decía de Sean? ¿Era sólo precaución, o tenía algún motivo en concreto para advertirme sobre él?

ESTÁS LEYENDO
Envíame un beso
RomanceAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...