Capítulo 2

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Abril de 1999, Londres, Inglaterra:

Nicholas llevaba apenas dos semanas en casa de los Statham y, si bien había armado diversos líos, Gerald estaba más que contento, no sólo porque su nuevo empleado era lo que había estado buscando, sino porque su hijo había hecho buenas migas con Allison.

Ally era un poco callada y extremadamente tímida, en especial con los extraños, por eso le costaba hacer amigos y estaba siempre sola en la hora del recreo. Gracias a Nicholas no. Nicholas siempre estaba pendiente de ella, siempre pensaba en ella, siempre contaba con ella. Se había convertido en su protector y Allison lo estaba aceptando poco a poco.

Esa mañana Gerald observó con felicidad cómo Allison no podía contenerse la risa porque Nick se había atragantado con el desayuno y estaba poniendo caras raras. Parecía que la pequeña ya no se sentía sola, con Nick se sentía viva. Gerald no podía creer lo bien que les había salido todo. Su mujer, Haylie, se llevaba perfectamente bien con William y parecía casi considerar a Nick como otro hijo suyo. Todo era perfecto.

Ese mismo día en el recreo, Nick volvió hacerlo: A Ally le gruñó el estómago, y Nick, que para vergüenza de la pequeña lo escuchó, consiguió que un compañero le diera dos galletas de chocolate para ella. De nuevo Santa Claus le regalaba algo. De nuevo, la pequeña sonreía gracias a Nick.

Y por la noche, hizo su magia de nuevo. Estaban en la sala de juegos. Nick se dejaba los dedos en los botones del mando de la PlayStation, repartiendo golpes a algún villano de los tantos que desean dominar el mundo. Allison, sin embargo, se había acurrucado en su puff y lloraba en silencio con la cabeza escondida entre sus piernas. Cuando Nick derrotó a su adversario, la música terminó y él gritó, jovial. Fue entonces cuando escuchó el leve gimoteo de la pequeña y soltó el mando sin preocuparse si quiera de poner pausa al juego.

—¿Qué pasa? No llores.

Allison levantó la mirada a su Santa Claus favorito, sorbiendo los mocos y secándose las lágrimas con las mangas de la camiseta.

—He perdido mi osito...

Nick frunció el ceño recordando ese peluche que la pequeña llevaba siempre con ella proclamando con alegría que se lo había regalado su papá.

—Mm... está bien, pero no llores boba. ¿Recuerdas dónde lo has visto por última vez?

A sus espaldas se escuchó la musiquita del juego anunciando la muerte del jugador. Game Over. Nick ni se inmutó, a pesar de que Allison se sintió mal por haber estropeado su puntuación perfecta.

—En clase.

—Bueno, entonces mañana podemos...

—¡No!— sollozó— No puedo dormir sin él.

Nick hizo una mueca, meditando el asunto. La escuela estaba cerrada a esas horas, y sus padres discutirían con la pequeña Ally para que durmiera sin él al menos por una noche, de eso estaba seguro.

¿Quieres que vaya a buscarlo?

Allison lo observó entre desconcertada y esperanzada. Si le ponía esos ojitos, Nick no podía resistirse. Lo haría.

—¿Cómo?

—Soy Santa Claus, ¿recuerdas?— le guiñó un ojo.

Ally lo miró embobada. Quería confiar en él, pero ya eran las ocho de la noche y ningún adulto iba a dejarle salir. Allison se lo dejó saber en un llanto apenado. Él simplemente sonrió como si eso no fuera problema.

—Nadie dijo que fuera a pedir permiso.

Dicho esto, se alzó y se dirigió a apagar la consola. La pequeña lo miraba confundida. ¿Iba a escaparse de casa para conseguir su oso? Bueno, él era Santa Claus pero... Cuando el chico alcanzaba el umbral de la puerta, Allison se abalanzó sobre él, agarrándole de la camiseta con toda la fuerza que le permitieron sus pequeñas manitas. Nick la miró inquisitivo.

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