Marzo de 2014, Melbourne, Australia:
Esa mañana amaneció tranquila, con una suave llovizna que seguramente perduraría el resto del día. Australia parecía decidida a recordarme a Londres y a mi amigo de la infancia. Como si no fuese suficiente que Marzo me recordase al día que le conocí.
El viaje hasta la facultad se me hizo corto, pensando en mi tío. Le volví a llamar y volvió a saltar el contestador. Era la segunda perdida que le hacía pero no parecía dispuesto a devolverme las llamadas. ¿Estaría de viaje? No sabía su número de móvil, aunque sí me sabía el de Nick... Deseché la idea en seguida. No sólo era improbable que tuviera el mismo número que antaño, si no que me negaba a llamarle. Mi orgullo no me lo permitía. Había sufrido suficiente. No quería saber nada más de él. Ni siquiera sabía por qué tenía guardado su número todavía.
Cuando llegué a la parada, me sorprendí incluso de encontrarme a Sean, que de nuevo se había comprado un café en la tienda de enfrente. Había estado tan metida en mis pensamientos que me había olvidado por completo de él.
Traté no darle importancia, o de olvidarme más bien, al hecho de que tenía una identidad falsa para poder comportarme de forma natural con él. Era actriz, sí, pero mi vida cuotidiana y mi vocación no era algo que quisiese mezclar.
Esa mañana tenía práctica de interpretación, seguida de Concepts and Creativity. Además, los lunes era uno de los días en los que solíamos ir a la biblioteca Mila, Zoey y yo, y después disfrutábamos de una agradable charla de chicas en una cafetería cercana. La semana pasada, dada mi cantidad de tareas desorbitada, sin embargo, me había tenido que saltar dicha costumbre y me había ido a casa directamente.
Sean no hizo referencia a nada de lo ocurrido el fin de semana. Tampoco me dio un pico cuando nos separamos. Quizá se dio cuenta de que estaba nerviosa, y decidió dejarme un espacio. Se lo agradecí de todo corazón.
Dándole vueltas a su declaración y a sus mentiras, llegué hasta los camerinos tras el teatro.
—¿Y tú, Ally?
Salí de mi ensoñamiento al escuchar mi nombre y encaré a las chicas. Estaban casi todas mirándome.
—¿Yo? ¿Qué?
—No estabas escuchando, ¿eh?— me reprendió Zoey.
Me disculpé escuetamente. Estaba completamente absorta en mis pensamientos sobre Sean, sobre su identidad, o en mi futura cita con él, en la que no sabía qué iba a pasar, más bien, y no había prestado atención.
—Estábamos hablando sobre escritores. ¿Cuál es tu favorito?— me ayudó Daniella.
Antes de que pudiese responder, Mila cerró con fuerza la taquilla y comenzó a recoger su larga cabellera negra en una cola alta. Les sonrió inocentemente.
—Preguntarle a Ally es inútil— indicó— Ella es de las clásicas. ¿Cómo no os habíais enterado todavía? Es una fanática de Shakespeare.
Daniella, Zoey, y alguna otra chica soltaron sonidos de sorpresa mientras yo me sonrojaba. ¿Tan malo es eso? Era consciente de que había muchos más autores, de que los había incluso a fecha de hoy, y de muy buenos, pero de pequeña me enamoré de Shakespeare y nunca había podido quitármelo de la cabeza. Sus obras siempre habían hecho mella en mí.
—Pues lo siento mucho— me alcé del banquillo— Por ser una aburrida clasicucha.
Todas mis compañeras rieron a excepción de Mila, que simplemente me sonrió.
—No digo que sea malo... Ahora que lo pienso, la audición de la prueba de admisión para la universidad era un monologo de Shakespeare, ¿no? Supongo que ahí disfrutaste.
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Envíame un beso
RomanceAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...