Noviembre de 2003, Londres, Inglaterra:
No paraba de llover. Allison deslizó sus manos por dentro de las mangas de su abrigo y se lo abrochó a consciencia. A continuación se enroscó la bufanda alrededor del cuello de tal manera que pudiera cubrir su rostro hasta su boca si quería, y se colgó la bolsa al hombro. Al atravesar el vestíbulo y llegar a la salida, tembló de arriba abajo, sintiendo la fría brisa acariciar la piel de sus piernas a través de las medias. Ese era uno de los motivos por los que odiaba llevar uniforme escolar, pero era bastante usual en las escuelas privadas.
—Tardona— la regañó.
Allison ladeó el rostro para ver a Nick, parado en un lado, esperándola.
—No es mi culpa, soy la delegada de clase, tengo que ordenar papeleo y esas cosas antes de poder irme a casa— se sonrojó, mirando sus zapatos.
Nick se irguió sin nada más que añadir, y le tendió su paraguas sin cruzar palabra. Cuando la muchacha lo cogió, él echó a andar. Ally se apresuró en abrirlo y corrió hasta alcanzar el paso de Nick. No se molestó. Era típico de él, y ella sabía que no lo hacía con mala intención.
Le encantaban los días lluviosos. No era porque tuviese buenos recuerdos de todos ellos, si no porque había llegado a desarrollar una sensación de tranquilidad y felicidad sobre ellos.
Cuando eran pequeños, hubo un día en el que Allison no pudo ir a una excursión para la que llevaba esperando semanas, por culpa de una tormenta; Nick, como siempre, la había mirado unos segundos con intensidad antes de hablar.
De alguna manera u otra, había terminado prometiéndole que pasase lo que pasase, él siempre estaría ahí para hacer que los días de lluvia fueran sus favoritos, y quizá no habían hecho nunca nada especial, pero siempre que había llovido, Nick había estado ahí. Su cerebro finalmente había asociado los días de lluvia al nombre de Nick y a una sensación de paz interior.
—¿Qué tal te ha ido en clase?— le preguntó con cierta vergüenza.
—Más o menos.
—¿Tenías examen de Matemáticas, no?
—Sí.
—¿Y?
Se sentía estúpida insistiendo, pero Nick siempre había sido de pocas palabras, sobre todo cuando estaba cansado, así que Allison sabía que no le estaba molestando, simplemente que él era así.
—Ha salido mejor de lo que me esperaba.
La rubia asintió, observándolo por el rabillo del ojo. Desde que tenía memoria, recordaba a Nick más alto que ella, más fuerte, más imponente, y ese día no era la excepción. Los tres años que se llevaban, también ayudaban a marcar esas diferencias. Su pelo seguía siendo negro como el carbón como antes, pero se había fijado en que sus ojos no siempre eran de un frío azul. No sabía si dependía de la luz o de su estado de ánimo o de las dos cosas, pero a veces se volvían, aunque muy poco, de un adorable y atractivo verde que siempre la dejaba desconcertada.
Desde hacía unos meses ya no asistían a la misma escuela. Nick acababa de empezar la educación secundaria.
Allison se encogió sobre sí misma un poco, feliz porque, apesar de que a Nick no le venía de paso, siempre pasaba a buscarla, y sus amigas se morían de la envidia. Nick era popular entre las chicas de su colegio. Allison se preguntó si en su nuevo instituto lo sería también. ¿Le mirarían las chicas y cuchichearían sobre sus maravillosos ojos? ¿Hablarían de lo atractivo que era? ¿Habría alguna que se le hubiera declarado ya? ¿Y a Nick, le gustaría alguna de ellas?
ESTÁS LEYENDO
Envíame un beso
RomanceAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...