Marzo de 2014, Melbourne, Australia:
De alguna manera, había conseguido evitar que Sean se pasara por mi casa el fin de semana, y había sobrevivido sin tener ninguna escena bochornosa más con Nick.
Por mucho que me jodiese admitirlo, gracias a él, el proyecto de mi buhardilla iba viento en popa. Había colocado una especie de hamaca-sofá colgante increíblemente cómoda, una estantería con un diseño increíble que ya había casi llenado de libros, y una planta gigante en una esquina que daba un toque verde a la habitación.
Sin embargo, no todo había salido tan bien. El domingo, de nuevo, había tenido mi adorable cita con mi psicólogo y bueno...
Para empezar, para librarme de posibles preguntas, le dije a Nick que me iba con Sean. No quería que supiese nada de mi condición. Hasta ahí todo bien. Él no dijo nada, y yo me fui. S tampoco interrumpió esta vez.
Lo malo del caso, fue en realidad la noche anterior. Había tenido una pesadilla, y aunque no la recordaba, sabía que tenía que ver con la noche en la que asesinaron a mis padres.
Recordaba que Nick había aparecido casi derrumbando la puerta de mi habitación cuando me había escuchado gritar por la madrugada. Ni siquiera entendía qué acababa de pasar, sólo me sentía aterrorizada, las lágrimas caían en silencio por mis mejillas y mi corazón me latía fuerte y rápidamente, atento a cualquier sombra de la habitación.
—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?— se había acercado hasta mi lado en la cama.
Yo estaba sentada en la cama, perlada de sudor, y me retiré el cabello de la cara con las dos manos. Todavía conmocionada, no pude decirle nada, pero creo que él entendió que había tenido una pesadilla y sencillamente me abrazó.
Sin decir nada, me había traído agua y un par de pañuelos y con una caricia en la mejilla y un "avísame si pasa algo", se había ido de nuevo a su habitación.
Yo había leído varios mensajes de preocupación de S antes de volverme a dormir. Por supuesto, él se enteraba de todo. Por una vez, al responderle, fui lo eternamente amable que no había podido ser con Nick con él, y cerré los ojos de nuevo.
Según mi psicólogo, el detonante de mis recuerdos volviendo, podía ser Nick. De hecho, alargamos la sesión casi el triple de lo normal porque me preguntó una y otra vez por Nick. Tuve que recrearme en contar cosas que no me apetecía contar, y en recordar momentos y sensaciones que no quería recordar.
A Matthew siempre le había encantado hablar de Nick, y el hecho de que hubiera vuelto y todo lo que estaba sintiendo por ello, le parecía fascinante. Odié la sesión. Me dio un sermón sobre mis sentimientos que yo no quería reconocer por orgullo y, francamente, llegué a casa bastante cabreada.
Creo que Nick se dio cuenta de ello, porque nada más verme decidió desaparecer en su cuarto y no volver a molestarme. Al menos eso fue maravilloso.
La charla del café del lunes fue... bueno. Aunque al inicio giró en torno a Sean, Nick salió a relucir. Me preguntaron qué demonios le pasaba conmigo, si le había hecho algo. Era gracioso cómo intentaban ignorar el hecho de que yo también me comportaba extraño a su alrededor y le echaban toda la culpa a él.
Yo me limité a encogerme de hombros y a decir que no tenía ni idea ni quería saberlo, que me parecía un borde y que por eso intentaba ignorarle.
No creo que eso les cuadrara mucho con todos mis comportamientos, pero tampoco dijeron nada más. Eran mis amigas. Entendía que en parte no querían llevarme la contraria, y en parte sabían que si yo no les contaba nada era porque ese no era el momento. Si no quería, no iban a obligarme.
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Envíame un beso
RomanceAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...