Abril de 2014, Melbourne, Australia:
Nick había aceptado con una condición. Él iba a volver a por Sean, me prometió que iba a traerlo de vuelta bajo cualquier circunstancia, y vivo y coleando, pero me ordenó que en cuanto él se bajase del coche, yo iba a acelerar e irme hasta el puerto, como teníamos que haber hecho.
Sobra decir que me negué. Pero él me dejó muy claro que: o lo hacía, o él no iría a buscar a Sean, y le daría igual que le odiase por el resto de su vida.
Que él volviera era una estupidez, pero que yo volviera era más que estúpido, era temerario.
Iba a aceptar a regañadientes hasta que se me pasó por la cabeza la peor de las ideas. Recordando la herida de bala de Nick, me puse pálida. ¿Y si no volvía? Por un momento sentí el pánico alzarse en mis entrañas. Me di cuenta de que si volvía a perder a Nick, me moriría.
—Ni hablar— espeté, aterrada.
Él me miró sorprendido, sin entender qué demonios me ocurría de repente. Debió de ver el miedo en mis ojos porque suspiró con pesadez.
—¿No te vale que te prometa que lo traeré a salvo? Además, ya es mayorcito, y es de la CIA, no van a matarle tan fácilmente, ¿sabes?
Nick pensaba que estaba preocupada por Sean, pero aunque era cierto que estaba preocupada por él, no podía permitirme perder a Nick. Eso era lo único que nunca podría perdonarme. No cuando acabábamos de volver a vernos después de cinco años, y me había quedado, esta vez sí, completamente sola.
—¿Y tú?
Él tardó largos segundos en entender lo que le estaba diciendo. Frunció el ceño y sopesó mis palabras. Maldito idiota. ‹‹Estoy preocupada por ti, sí, entiéndelo de una vez››. Él pareció comprenderlo cuando vi que aspiró sorprendido y no dijo nada por unos segundos. Luego sonrió de medio lado.
—¿Confías en mí?— fue lo único que dijo, en un tono dulce y esperanzado.
Me quedé sin palabras el tiempo suficiente como para que hubiéramos llegado a la universidad de nuevo y Nick se bajase del coche, veloz.
—Eso es lo único que necesitas para saber que estoy bien— graznó con decisión— Vete, All.
Cerró la puerta tras de sí e instintivamente me deslicé tras el volante y apreté el acelerador, incapaz de mirar atrás. Quería que salvara a Sean, realmente lo quería, pero otra parte de mí se estaba arrepintiendo por haberle mandado a un tiroteo, y haberme quedado sola. Ni siquiera me había dado tiempo a responderle. Maldita sea.
Conduje muerta de miedo y nervios hasta llegar al puerto, donde varios hombres me apuntaron con pistolas hasta que se aseguraron de que era yo. Fue una extraña sensación. Todos sabían quién era yo, aunque yo no conocía a ninguno de ellos. Todos me llamaban de aquí para allí. Una de las agentes se encargó de llevarme hasta una furgoneta y me sentaron a las puertas, dándome una manta y una taza de café.
En la penumbra de la noche, todos hablaban en silencio, sin moverse mucho, como si quisieran fundirse en las sombras. De vez en cuando, los chasquidos y la nieve de sus radios sonaban para informar de algo. Apreté mi vaso con fuerza, deseando que todo terminara ya. Todo tenía que terminar ya. Ya no había nada más que hacer. Nick y Sean los pillarían, y todo terminaría. Y me olvidaría de tener que mirar por encima del hombro en cada esquina, me olvidaría por fin de todo el drama, y superaría la muerte de mis padres, le daría a todo un fin, y podría comenzar de cero. ¿O no?
Entonces recordé la notable presencia de S en mi bolsillo. Y no en mi móvil, si no en el servidor. Nick y yo lo habíamos recuperado cuando recuperé mis recuerdos. Mi padre me confesó en su lecho de muerto donde lo había escondido. El sitio más estúpido y cliché: mi osito de peluche. El primer regalo que me hizo mi padre, mi querido oso de peluche, mi objeto más preciado. Cuando era pequeña no me separaba de él nunca, luego, cuando crecí, lo empecé a dejar encima de la estantería o de mi escritorio, pulcramente. Se le veía viejo. Había pasado mil aventuras conmigo, pero lo seguía queriendo.
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Envíame un beso
RomanceAllison tenía una vida normal. Todo lo normal que podía ser dentro de la riqueza de su familia, por supuesto. Y no había nadie que no la conociera porque tampoco había nadie que no conociera a Nick Bonnaire, su amigo de la infancia; y ellos estaban...