– Por favor, Tom. ¿Puedes escucharme un momento? —Me pide Aaron, frente a la mesa en la que estoy sentado.
Hace rato que Ashley se ha marchado molesta de la cafeterúa porque su novio ha pasado de ella para intentar hablar conmigo. Dejo caer un largo bufido cansado y, harto de todo, decido levantarme para explotar de una vez por todas.
– ¿¡Es que no te das cuenta!? ¡Tú eres popular! ¡De hecho, eres el popular! ¡Y yo jamás lo seré! ¡Así que hazte un favor, olvídate que existo y no me hables más!
Necesito irme de aquí antes de decir o hacer algo de lo que pueda arrepentirme. Necesito alejarme de todos los que nos observan, pero, sobre todo, necesito escapar del chico frente a mí, que sigue sin entender que yo soy Mercucio y que haberle visto burlarse de mi carta y mis sentimientos ha sido lo más dañino que he vivido en todo el tiempo que llevo en el instituto.
Pero, antes de poder dar un paso más para alejarme de él, siento como su cálida y grande mano me sujeta de la muñeca, impidiéndome continuar caminando. De un fuerte tirón, obliga a mi cuerpo a darse la vuelta y, sin dejarme tiempo a reaccionar, coloca su otra mano sobre mi cintura y pega su cuerpo al mío, besándome en los labios con una sensualidad desconocida y embriagadora.
Su barba me hace cosquillas, nuestra ropa molesta y sus cálidas manos me llenan de un calor apasionado que me permite ignorar a todos los presentes en la cafetería. Es cuestión de tiempo que Ashley se entere de lo ocurrido, pero no me importa. Ahora mismo, solo quiero corresponderle el beso hasta quedarme sin aliento.
Un sonido irritante aparece a mi derecha. Es un sonido que reconozco al instante y que me fuerza a abrir los ojos, encontrándome con el techo de mi habitación. «Joder, ha sido un sueño...» me digo, realmente acalorado.
Una vez apago el despertador, miro el teléfono para ver qué día es hoy y, tal y como he creído al despertar, sigue siendo viernes, lo que significa que absolutamente todo lo que ha sucedido ha formado parte del maldito sueño que, por mí, podría hacerse realidad si al final consigo ese intenso beso de parte del chico que me gusta desde antes de empezar el instituto.
Alguien llama a la puerta, pidiendo permiso para entrar y, cuando se lo concedo, Clarice corre a mi cama para comenzar a saltar sobre ella... Y encima mío.
–¡Tu madre me ha pedido que venga a despertarte! ¡Venga, arriba! ¡Qué es viernes de tortitas! —Trato de sonreír, pero no lo consigo— ¿Qué ocurre?
– Desde que le escribí la primera carta a Aaron, no dejo de soñar con él. Esta noche, por ejemplo, no he dormido casi nada... Y el último sueño que he tenido ha sido muy raro.
Sin necesidad de que me pida que se lo explique, la pelirroja se acomoda mientras yo le narro lo que acabo de soñar. Una vez termino de hablar, miro a Clarice, quien me observa fijamente a los ojos.
– ¡No me habías dicho que le has escrito una segunda carta! —Grita, ensordeciéndome.
– ¡Clary, no grites, joder! —Exclamo yo, levantándome de la cama.
Abro el armario y observo mi ropa, en busca de algo diferente a lo que llevaba puesto en el sueño. Como, si de esa forma, pudiera evitar que ocurriera. Tras estar listo, bajamos a desayunar y salimos hacia el instituto. Nada más pisar terreno escolar, nos encontramos con Aaron y Ashley abrazados entrando al interior.
Una vez llego a mi taquilla, veo como algunas personas comienzan a pararse frente al muchacho para desearle suerte en el partido de mañana. Para mi tranquilidad emocional, ninguno se queda mucho tiempo.
– Me voy a mi taquilla un momento, cielo. Ahora vuelvo. —Le indica la animadora a su novio, dándole un apasionado beso en los labios.
Aaron abre su taquilla y tanto Clarice como yo lo miramos fijamente. En ese instante, ve el sobre en el interior y, al darse cuenta del Carta para Romeo escrito en él, comienza a mirar hacia todos lados, asegurándose de que se encuentra solo. Para nuestra sorpresa, el rubio la abre al instante, leyendo cada una de las líneas. Cada una de las palabras.
Al terminar, deja caer un suspiro y se la guarda. Pero, al levantar la mirada, sus ojos se encuentran con los míos y a mí no se me ocurre otra cosa que sonreír y saludarle con la mano, antes de darme media vuelta para evitar que me vea sonrojarme. Abro mi taquilla tratando de disimular lo máximo posible, pero ya es tarde. Ya me ha pillado mirándole.
Escucho pasos acercarse a nosotros y sé al momento que se trata de él. Una vez se coloca a mi espalda, saluda a mi mejor amiga quien finge indiferencia, saludándolo también.
– ¿Te va bien esta tarde para quedar por el trabajo de literatura? Ayer olvidé por completo que el entrenador quería hacer un entrenamiento intensivo por el partido de mañana, pero hoy estoy cien por cien libre.
– Espera que revise mi agenda... —Le digo, haciendo reír a mi mejor amiga, pues no es más que una excusa para bajar los colores de mis mejillas. Al conseguirlo, me doy la vuelta, quedando hipnotizado con el color de sus ojos— Tengo libre a partir de las seis.
– Genial. —Saca el sobre de la carta y veo que está vacío. Arranca un trozo largo y comienza a escribir algo— Aquí es dónde vivo. Te espero a las seis y media.
– V-vale...
Aaron me sonríe, dando media vuelta y volviendo a su taquilla, en la que se encontraba su novia de brazos cruzados. El muchacho la rodea por la cintura y le da un beso en la mejilla, mirándome fijamente con los ojos abiertos. Al separarse, ambos caminan hacia clase, dejándome completamente en shock.
– ¡Esto está al rojo vivo! —Exclama Clarice, devolviéndome a la realidad— ¡Vas a ir a su casa!
– ¡Calla, Clary! ¿¡Quieres que alguien te oiga!? Anda... Vamos a clase. No quiero llegar tarde a clase de la señorita Grace, no vaya a mandarme a detención y entonces no hay casa de Aaron que valga.
Entre risas, caminamos hacia clase. Para nuestra sorpresa, la profesora todavía no se encuentra allí, lo cual es raro, pues la señorita Grace es la persona más puntual que conozco. Aprovecho para sacar mi relato y decido continuar la travesía de entrenamiento de la protagonista para vencer a su némesis.
La puerta se abre, por lo que cierro la libreta y levanto la mirada para saludar a la profesora. Pero, al ver quien entra, no puedo evitar quedarme paralizado del shock. Y, al conseguir girar la cabeza, veo que no soy el único.
– Buenos días, alumnos. —Dice la directora Sanders, llamando la atención de la clase— La señorita Grace se encuentra enferma y se ha cogido la baja temporal, así que os presento al nuevo profesor sustituto...
Algunas alumnas y, algún que otro alumno, comienzan a suspirar ante el hombre de cabello castaño claro con reflejos rubios, ojos azul marino, barba de tres días que lo hace ver realmente sexy y el traje que se ajusta a su atlético cuerpo. Al mirarme, no puede evitar mostrar su sorpresa también. Finalmente, consigo reaccionar.
– ¿¡Blake!? —Grito, llamando la atención de todo el aula— ¿¡Blake Richarson!?
– Tom. —Responde, sorprendiendo a más de uno— Eso quiere decir... ¿Clary?
– Vaya... —Comenta la directora, realmente sorprendida de la cercanía entre nosotros tres— Veo que ya os conocéis. Bueno, alumnos, como habéis podido escuchar del señor Marshall, él es Blake Richarson y os dará clases a partir de hoy, hasta el regreso de la señorita Grace.
No puede ser. No puedo tener tan mala suerte. No puedo encontrarme con él ahora. ¿Cómo puedo escapar de esta? ¿Cómo puedo contarle la verdad sin que nadie descubra mi homosexualidad ni que él descubra que le mentí en casi todo lo que sabe sobre mí? Maldito Karma.
ESTÁS LEYENDO
Cartas para Romeo [Remastered]
Humor¿No te cansas de los clichés de siempre? ¿De la pareja más popular entre el capitán del equipo de fútbol americano y la capitana de las animadoras? ¿De que te etiqueten como un nerd por sacar buenas notas y ser físicamente del montón, humillándote t...