Capítulo 20.

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En cuestión de minutos, las Águilas Reales toman ventaja. Tienen un modo de juego completamente diferente al de la primera mitad. Parecen mucho más sincronizados y se anteponen a los pasos de sus compañeros, como si tuvieran las pilas recargadas. Y, entonces, lo comprendo. El quarterback no es solo el jugador más importante y popular del equipo, es el que dirige el juego. El que los une a todos. Y, ahora que Aaron es quien realmente quiere ser, es capaz de jugar como realmente juega.

Este es el verdadero Aaron Collins y los ojeadores no dejan de anotar apuntes sobre él y sus compañeros. A pesar del nuevo juego de su hijo, el señor Collins sigue clavando dagas en mi espalda con su mirada intensa. De hecho, he aprovechado que me miraba para fijarme en los rasgos del progenitor del chico que me tiene enamorado. Tiene la misma mandíbula y el mismo color de cabello que Aaron, por lo que imagino que los ojos los ha heredado de su difunta madre. El porte rígido y la expresión seria, sin duda, son de su padre. Y, aunque me sienta incómodo al decirlo, la barba de tres días que le da un toque sexy a Aaron también es de parte de su padre.

Borrando el pensamiento de que el padre del chico que acabo de besar es sexy, vuelvo a fijarme en el partido frente a mí. Al final del tercer cuarto, las Águilas Reales ya ganan por una diferencia de casi veinte puntos sobre los Caballeros de la Mesa Redonda.

– ¡No sé cómo lo haces, Thomas! —Escucho gritar al entrenador— ¡Pero, a partir de ahora, te quiero en todos los partidos si Collins va a jugar así! ¿¡Entendido!?

Clarice, Aaron y yo reímos a carcajadas mientras mis mejillas pasan a un color rojo intenso. El último cuarto empieza y cada touchdown que Aaron consigue o facilita a un compañero, me lo dedica con un beso a la vez que me señala con ambas manos. Lo que hace que el hombre trajeado siga clavándome dagas imaginarias en la espalda.

Finalmente el partido termina, con una victoria aplastante de las Águilas Reales 64 a 39. Debido a la gran victoria y al haber conseguido proteger el primer puesto en la liga, los espectadores se vuelven locos, bajando al campo. Yo corro hacia Aaron mientras que el rubio corre hacia mí, rodeándome entre sus brazos.

Su característico olor masculino me envuelve. Y sí, muchos dirán que es por el sudor, pero a mí me fascina como huele. Es una de las cosas que más me encantan de él. Ante la mirada y los gritos de todos, Aaron me besa en los labios hasta que su padre nos hace separarnos, algo que nos tensa y que hace que tenga que darle la mano para relajarlo.

– Lo que has hecho hoy te ha podido costar todo lo que hemos estado trabajando, Aaron. ¿Y para qué? ¿Para un encaprichamiento temporal?

Que su padre crea que la homosexualidad es un encaprichamiento temporal se clava en mí como la daga más perforante de todas. Aprieto las manos con fuerza, visiblemente incómodo, olvidando que Aaron tiene sujeta una de ellas.

– Con todo el respeto, papá, no tienes ni puta idea. Estoy enamorado de Tom. Y quiero que te entre bien en la cabeza: soy gay. No es un encaprichamiento. Ni nada pasajero. Es quien soy. Y si no te gusta, te jodes. Porque yo no he elegido de quien enamorarme como tú no lo hiciste de mamá. ¿¡Te ha quedado claro!?

El rubio parece realmente cabreado. Uso mi mano libre para acariciar la suya y eso parece tranquilizarlo. El hombre frente a nosotros va a hablar, pero los ojeadores se colocan a su lado, dejándolo con las palabras en la boca.

– Ha sido un partido... Interesante. —Sentencia uno de ellos— Lo cierto es que eres muy observador para haber sido capaz de localizar a tu padre y vernos a nosotros desde el campo.

– Muchas gracias. —Responde Aaron, como si estuviera acostumbrado a esos comentarios. Aunque puedo sentir que está nervioso, pues su mano tiembla un poco bajo la mía— Es uno de mis defectos más trabajados. La observación de detalles. Uno de los aspectos más importantes para un quarterback.

– Eso es verdad. —Sentencia una de las dos mujeres observadoras— Y el juego después de esa confesión... Increíble. No sé si la segunda mitad ha sido Aaron Collins o quien realmente quiere ser Aaron Collins quien jugaba, pero puedo decirte que has dado mucho de lo que hablar... Puede que nuestra universidad esté interesada por ti. Estaremos en contacto.

– ¿De verdad? —Los ojeadores asienten, dándole la mano a Aaron y mirándome con una sonrisa. Yo también se las doy, sin separar la que Aaron y yo tenemos entrelazada— Muchas gracias. Ha sido un placer poder jugar al cien por cien. Hasta pronto, supongo.

– Hasta pronto, Aaron.

Aaron me mira con los ojos abiertos como platos. No puede creerlo, pues los ojeadores acaban de decirle que prácticamente la beca es suya. Incluso después de los últimos dos partidos, por lo que imagino que Aaron creía tener esa batalla perdida. Razón, imagino, por la que decidió lanzarse hoy.

– No hemos terminado de hablar, señorito. Ahora mismo vas a ir a casa y...

– ¡Aaron! —Exclaman algunos compañeros del equipo, acercándose a nosotros. El señor Collins refunfuña cansado y se marcha— ¡Qué callado te lo tenías! Así que gay, ¿eh? ¡Podrías haberlo dicho antes de dejarte ver mi cuerpo serrano completamente desnudo! —Aaron y sus amigos ríen, haciéndome reír a mí también.

– No te preocupes, Mark. Justo tu cuerpo serrano no sería uno en los que me fijaría. Además, yo ya tengo ojos para uno...

– ¿Crees que tengo buen cuerpo? —Le pregunto, sorprendido.

– Bueno... —Me responde él, con un tono sensual, en el oído— Aún no te he visto desnudo, pero diría que sí, sí que lo tienes...

Al oír las palabras de Aaron y percatarme de ese "aún", me sonrojo de arriba abajo. Aaron se separa y me indica que se va a duchar al vesturario, así que se despide con un beso en los labios y yo le digo que lo esperaré fuera del campo para no estar rodeado de tanta gente. Una vez fuera, me encuentro con Clarice, que corre hacia mí.

– ¡Te dije que estaba al rojo vivo! —Grita, una vez me abraza.

– ¡Clary! ¡Me vas a dejar sordo!

– Vaya, vaya... —La irritante voz de Ashley derrumba toda felicidad que siento en este momento— Pero si es el roba-novios que los convierte en maricas como él... Al final no le pegaste la rareza, Nerdy Tommy, le pegaste la homosexualidad. —Las palabras de Ashley me golpean como una bofetada. No esperaba que fuera capaz de decir eso. Realmente, no me lo esperaba.

– Yo al menos no me follo a doce tíos de una hermandad universitaria la misma noche y sin condón. No me extraña que no te viniera la regla, princesa. Si es que deberías haberte quedado embarazada por puta y por hacerle daño a Aaron.

Ashley se queda boquiabierta. Una vez las palabras salen de mi boca, me arrepiento de inmediato de lo que he dicho. Clarice ríe a carcajadas, enfureciendo más a la capitana de las animadoras, quien, antes de que pueda pedirle disculpas, mueve su mano hacia mi mejilla, convirtiendo en realidad el daño que han causado mis palabras. Ashley me ha abofeteado. Y mucha gente a nuestro alrededor lo ha visto. 


Cartas para Romeo [Remastered]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora