Capítulo 13.

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Entramos en el aula tras pedir permiso y le explicamos al profesor lo ocurrido, contándole que estábamos en el despacho de la directora. Cuando caminamos hacia nuestros asientos, Ashley se levanta realmente furiosa.

– ¿¡Qué hacéis aquí!? ¡Papá me ha prometido que os expulsarían!

– ¿Ah, sí? Pues creo que es más que obvio lo que hacemos aquí, querida. —Digo, acercándome a ella, dejándola boquiabierta— Esto es un aula y nosotros somos alumnos, así que... Creo que es algo llamado ir a clase. Ay, pero, qué idiota soy... ¿Cómo decías en tu diario? Oh, ya: «Ir a clase es para palurdos sin futuro que no tienen dones como los míos para triunfar en el mundo.». Creo que la única palurda aquí eres tú que no sabe ni porque dos alumnos van a un aula, querida...

– Señor Marshall, discúlpese por eso.

– Es cierto, señor. Discúlpame, Ash. No debería estar recordándote palabras que has escrito tú... Sobre todo después de que alguien muy cruel las fotocopiara y las colgara por todo el instituto. Ahora, todos conocen tus secretos más ocultos y... Bueno, como ayer salí del armario delante de todos, sé que da mucho miedo... Aunque luego sienta fabulosamente bien, ¿no crees? Como todos esos universitarios de la hermandad Alfa Sigma Pi del Columbus College.

La gente explota a carcajadas mientras que la castaña corre hacia mí. En cuestión de segundos, sus manos tratan de agarrarme, pero soy yo quien la tiene sujeta de las muñecas. El profesor se acerca a nosotros intentando separarla de mí, pero no le dejo.

– ¡Basta, señorita Miller! ¡Suelte al señor Marshall ahora mismo!

– ¡P-pero no...!

– Eso es, Ashley... Déjalo salir todo. Al fin y al cabo fueron muchas pollas... Y seguro que, guardándotelo todo dentro, es lo que te hace ser una bruja con los demás.

– ¡Suficiente! ¡Señorita Miller! ¡Al despacho de la directora! ¡Ahora mismo!

Tiro de las muñecas de Ashley, haciéndola avanzar unos pasos y coloco mi pie en su camino. Al caer al suelo, la gente ríe todavía más. Me agacho para ayudarla, pero cuando coloca su mano sobre la mía y estoy a punto de hacerlo, la vuelvo a soltar, haciéndole caer de nuevo. Clarice explota a carcajadas.

– Ay, lo siento... Qué torpe soy. Quería separarte de mí y he terminado tirándote sin querer dos veces... Espera, que te ayudo...

Ashley, incapaz de soportarlo más, se levanta por sí misma, chillando de rabia mientras sale disparada del aula. El profesor trata de poner orden, pero no lo consigue. Finalmente, después de unos largos minutos, todos mantienen silencio y yo puedo sentarme en mi sitio. Veo que Aaron ha guardado la libreta en mi mochila, pero decido no decirle nada, sabiendo que tiene su mirada fija en mí por lo que acabo de hacer.

– ¿Qué pasa, Aaron? —Le pregunto, al sentir sus ojos en mi nuca tras cuarenta minutos de clase— ¿Quieres algo?

– ¿Qué es eso de que alguien ha fotocopiado el diario de Ashley y las ha colgado por todo el instituto?

– Oh, cierto, que no has venido a primera hora... —Le digo, dándome la vuelta— Resulta que alguien robó su diario y ha colgado en el pasillo algunos fragmentos en los que decía cosas horribles de sus amigas o en las que... Bueno, es algo muy cruel lo que le han hecho. Déjalo.

– ¿En las que qué, Tom? ¿Qué ha escrito mi novia en ese diario?

– No sé, Aaron... Es su privacidad y... Descubrirías cosas que te harían mucho daño. Y eso es lo último que quiero que te pase, ya sabes que eres importante para mí. Y no quiero ser yo quien te lo haga, ¿sabes?

– Tom, por favor... Muéstramelas.

– No puedo, las fotocopias las tiene la directora. Mira, pídelas si quieres... Pero, prométeme una cosa... —Le digo, mirándolo a los ojos con preocupación— Pase lo que pase con eso... Esta tarde, en tu casa, solamente seremos tú y yo. Y nuestro proyecto de literatura. Ni Ashley, ni su diario, ni dramas...

– Te lo prometo, Tom. Solamente tú y yo.

Y ahí está mi venganza. Mi cruel y dolorosa tortura. Y es que lo que más le duele a Ashley es no poder tener a Aaron. No sé si sabe que él es gay o simplemente está tan obsesionada con vivir su propio cliché de reina del instituto que decide ignorarlo, pero en el fondo lo único que desea es que Aaron la quiera como ella lo quiere a él.

Y sí. Usar a Aaron era muy cruel y me arrepiento de ello, por supuesto, pero si Ashley va lejos, yo lo voy todavía más. Y estoy dispuesto a todo por hacerle pagar por todos estos años de tortura y humillación. Porque nadie nos amenaza a Clarice y a mí con expulsarnos y enviarnos a la policía y sale libre de culpa.

Vuelvo a prestar atención a la clase, pero el timbre suena, indicando el inicio del recreo. Veo a Aaron levantarse de su asiento y salir corriendo al pasillo en busca de la directora o de su novia y, por un segundo, deseo estar haciendo lo correcto y que el Karma no me explote en la cara por esto.

En cuanto cojo mi mochila, mi nueva libreta cae al suelo. Al recogerla, me doy cuenta de que en la primera página tiene escrito algo que no pertenece a la sinopsis o al prólogo de mi historia.

«Porque todos podemos tener nuestros finales felices y solo debemos encontrar esas pequeñas cosas que lo hagan posible. Porque, a pesar de todos los errores que tomemos en la vida, ser quienes queremos ser realmente vale la pena.»

Y, al leer esas palabras, cualquier sentimiento de venganza se difumina en el aire. Así, sin más. Porque Aaron tiene razón. Y esta persona no es la que quiero ser. No quiero ser como Ashley, cruel y abusadora de los demás para sentirme mejor. Necesito decirle la verdad a Aaron. Necesito que sepa que fue Clarice, vengándose de la animadora por haber destruido mi libreta. Necesito que sepa que no quisimos hacerle todo el daño que está sufriendo por ello.

Salgo corriendo detrás del capitán que, con el tiempo de ventaja que me lleva y la velocidad en la que corre, sé que no voy a ser capaz de alcanzar antes de que encuentre a su objetivo. Grito su nombre en vano, pues está tan lejos que no parece oírme. En cambio, muchos alumnos que siguen en el pasillo lo hacen, prestándome atención. En cuanto Aaron encuentra a Ashley, mis pies se paralizan de golpe.

Es cierto que tengo que confesarle la verdad, pero no puedo intervenir. Si lo hago, ambos sabrás que ocurre algo y tendré que confesarlo todo delante de la castaña.

– ¡Quiero que me digas lo que has escrito en tu diario, Ashley! ¡No es difícil de entender!

–P-pero...

– ¡Ashley! —A la mierda. Tengo que intervenir. No puedo dejar que esto siga así.

– ¡Aaron! —Exclamo, haciendo que ambos me miren— ¡Yo fu-!

– Yo fui quien fotocopió las páginas del diario de Ashley. —Confiesa Clarice, a mi lado— Thomas estaba muy afectado por lo que le hizo a su libreta, así que tomé represalias. Él intentó protegerme en cuanto se lo enseñé, pero no tiene nada que ver...

– ¡Lo sabía! —Grita Ashley, perdiendo el control— ¡Ahora verás, zorra!

Siento un impulso de adrenalina que activa mi cuerpo y empujo a mi mejor amiga hacia un lado, interponiéndome en el camino de Ashley. En cuanto llega a mi posición, estira los brazos dispuesta a cogerme de la ropa para tirarme al suelo, por lo que alzo los brazos para sujetarla y evitar que lo haga. Pero, sin querer, mi mano vuela hasta su mejilla, la cual deja un sonido sordo que resuena en todo el pasillo. La animadora se desequilibra, golpeándose con las taquillas. Todo el mundo me mira, en shock. He abofeteado a Ashley Miller... Y todos me han visto hacerlo.

Cartas para Romeo [Remastered]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora