Hace una hora que Aaron y yo nos hemos comido los entremeses y hemos empezado con el trabajo. Ahora mismo nos encontramos definiendo y describiendo la relación de Hamlet y Horacio, protagonista y mejor amigo de la historia.
– Hamlet y Horacio me recuerdan mucho a Mercucio y Romeo. —Comenta Aaron, mirándome a los ojos. Nervioso, aparto la mirada para fijarla en los apuntes— ¿A ti no te lo parece? Ambos son confidentes de los protagonistas. Es cierto que Mercucio muere trágicamente, aunque Horacio vive incluso queriendo suicidarse por su amigo.
– Es un interesante punto de vista. Podemos hacer una relación y así enlazar diversas obras de Shakespeare. Al fin y al cabo, toda historia tiene migajas de las novelas anteriores escritas por una misma mente.
– Hablando de novelas... ¿Has pensado en lo que te he dicho de la tuya?
– Sí, he pensado en ello. —Respondo, sacando la libreta de mi mochila— De hecho, la he releído y me he dado cuenta de que no es mi novela... Es nuestra. Por lo que, si esta novela va a intentar ser publicada, ambos debemos estar de acuerdo.
– Tom... —Aaron me mira fijamente, sabiendo que no voy a cambiar de opinión— Por mí bien. ¿Qué me dices, socio?
– Te digo que por mí también.
Ambos reímos, haciendo que nuestras miradas conecten. Ninguno aparta la vista y nuestra distancia parece disminuir con el paso de los segundos. Siento mi corazón desbocarse al percatarse de que el rubio cada vez tiene sus labios más cerca de los míos.
– ¿Sabes? Siento que puedo hablar contigo de cualquier cosa... Por eso quiero enseñarte esto. —El rubio abre uno de los bolsillos de su mochila y saca todas las cartas que Mercucio le ha entregado a su Romeo. Que yo le he entregado a él.
– ¿Qué es eso? —Le pregunto, como si no lo supiera.
– Son cartas de un admirador secreto fanático a Shakespeare que se hace pasar por Mercucio. Lo irónico es que parece conocerme mejor que yo mismo y me ha hecho darme cuenta de cosas que... Bueno, creo que estoy enamorado de él.
– Pero, eso significa...
– Sí, Tom. Yo también soy gay. Pero la persona que quiero ser y la que soy y los demás quieren que sea no parecen ser compatibles. Mi padre me asegura que es una fase y quiere que siga con Ashley hasta que conozca a la mujer con la que me casaré, pero...
– Vaya, tiene que ser muy duro para ti... —Aaron me coge de las manos y mis ojos vuelven a conectar con los suyos— ¿Qué puedo decir? Yo salí del armario en plena cafetería, delante de todo el Columbus High.
– Y yo fui incapaz de levantarme en ese momento... —Comenta el rubio, agachando la cabeza. Yo, envalentonado, le sujeto delicadamente de la barbilla y levanto su cara, haciendo que me mire.
– No tienes nada de qué avergonzarte, Aaron. No todos los homosexuales, empollones y populares frikis se levantaron aquel día. Ser quien realmente quieres ser es aterrador y no todos decidieron dar el paso. En tu caso, además, es completamente justificado. Para ti, salir del armario, significa luchar contra la persona que tu padre quiere que seas y la que todos creen que eres.
– Lo dices por mis compañeros, ¿verdad? Joder, soy el quarterback y el capitán de fútbol. Si salgo del armario, podría... No, estoy seguro de que alguno no se lo tomaría bien.
– Aaron, ¿no te das cuenta? No eres tan solo el capitán de los Águilas Reales. No eres solamente el chico más popular del instituto. Cuando pienso en ti, pienso en ese chico enamorado de la literatura clásica que conocí en la biblioteca del instituto hace cuatro años. En ese chico que envió a su equipo al torneo nacional y ganó gracias a un juego en equipo dirigido por él. Cuando pienso en ti, pienso en Adeleine.
– Thomas... —Aaron cierra los ojos, acortando la poca distancia entre nosotros.
Sus labios son suaves, como las finas sábanas de la cama de un palacio. Su lengua pide permiso, por lo que dejo que haga lo que quiera, mientras toco el cielo. Y es que el rubio besa de maravilla. Al separarnos, mis mejillas se vuelven dos tomates.
– Tom, qué digo, Mercucio... Gracias. Por las cartas, por creer en mí. Por todo...
– Lo sabes... —Susurro, aunque me escucha a la perfección.
– Lo descubrí cuando recuperé la historia de Lady Margaret. La forma de expresarte era igual que como Mercucio me hablaba en las cartas... Así que solo me quedaba que tú me lo confirmaras. Y lo has hecho al decir que Ashley está absorbida en su propio cliché y que yo no soy solamente el capitán del equipo de fútbol, tal y como escribiste en tu tercera carta, cuando saliste del armario.
– Me has hecho caer en una trampa... —Digo, escondiendo mi cabeza entre mi ropa.
– No te escondas, Tom... —Aaron posa su mano en mi rodilla, haciéndome estremecer— Yo te he dicho que creo estar enamorado de Mercucio. Estar enamorado de ti.
– T-te he dejado otra carta en la taquilla, tratando de disculparme por haber fotocopiado el diario de Ashley y haberte usado para hacerle daño...
– Estoy deseando llegar a clase el lunes y leerla. —Dice, besándome otra vez.
– Aaron, yo... No, aquí no. Ahora no... Nos convertiremos en un cliché. Seremos el chico empollón y el chico popular que se enamoran por un proyecto escolar que deben hacer juntos.
– Ese cliché todavía no existe, Tom... Pero podríamos crearlo. —Me responde, con una amplia sonrisa— Además, no es cliché si ambos estábamos enamorados del otro antes del proyecto, ¿verdad?
– ¿Cómo? ¿Antes del proyecto?
– ¿De verdad crees que solo tú te enamoraste ese día en la biblioteca? Estuve yendo todos los días durante las siguientes tres semanas para volverme a encontrar contigo y poder recoger Hamlet de tus manos cuando lo terminases... Pero no volví a verte hasta que empezó el instituto.
Mis ojos se abren de par en par, haciéndome sentir el mundo encima. Si lo que dice es verdad, podríamos haber estado juntos. Podríamos haber luchado contra quien fuera para estarlo. Podríamos haber sido populares y no haber sido acosado por ellos estos cuatro años. Podría haber estado con la persona de la que estoy enamorado. De ser así, nada de lo ocurrido habría pasado jamás y Mercucio no hubiera necesitado escribirle cartas a Romeo para que dejase de vivir en un cliché.
– P-podrías haber dicho algo. O haberme hablado en primero... Podría haber salido contigo y haber evitado toda la situación con Ashley... —Incapaz de aguantar mis lágrimas, comienzo a recoger mis cosas, levantándome de la silla.
– Thomas... ¡Tom, espera!
Salgo corriendo por el interior de la mansión, siendo perseguido por el rubio. Una vez en la calle, sigo corriendo mientras las lágrimas comienzan a caer de mis ojos. Aaron grita mi nombre una y otra vez, pero soy incapaz de darme la vuelta. Mi corazón duele tanto, que solo quiero refugiarme en mi cama y no salir jamás.
– ¡Thomas! ¡Te quiero! —Grita, mientras dejo su casa atrás.
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Cartas para Romeo [Remastered]
Humor¿No te cansas de los clichés de siempre? ¿De la pareja más popular entre el capitán del equipo de fútbol americano y la capitana de las animadoras? ¿De que te etiqueten como un nerd por sacar buenas notas y ser físicamente del montón, humillándote t...