Ya han pasado dos horas desde la venganza de Clarice y todavía nadie ha vuelto a ver a Ashley por el instituto. Y, si hablamos de faltas evidentes, Aaron tampoco ha venido estas dos horas. Y tampoco fue a celebrar la victoria de anoche, por lo que he podido escuchar de sus compañeros.
Justo cuando comienzo a preocuparme por la localización de mi compañero de trabajo, el rubio aparece en el aula con lo que parece ser un regalo en la mano. Y, ante la sorpresa de todos, deja la caja sobre mi mesa mientras me observa con una sonrisa.
– Vaya, ¿debo preocuparme, capitán? —Le pregunto, llamando la atención de todos en el aula.
– Depende de si te arriesgas o no a abrirlo... Quizás sea un regalo bomba que te lance una tarta al hacerlo.
Abro la caja, encontrándome con una libreta con la tapa ilustrada. En ella, se ve a una chica preciosa que lleva una corona brillante y un vestido que termina convertido en armadura . A su lado, hay una chica con un vestido de doncella y aspecto pueblerino, que la observa con gran amor mientras sujeta una espada con sus dos manos. Y, entonces, me doy cuenta de lo que es, colocando mis dos manos delante de mi boca, quedándome completamente en shock.
Mis ojos viajan a los azules de Aaron, mientras se ensanchan. No puede ser verdad. No puede ser lo que parece que es. Clarice mira por encima de mi hombro, quedándose tan asombrada como yo.
– Algunos fragmentos se perdieron y tuve que reescribirlo, así que no está idéntico a cómo era antes. Me he pasado toda la noche organizando las páginas, pasándolas a esta libreta y dibujando la portada, así que me he dormido. Después de lo que te hizo Ashley, creí que debía compensártelo de algún modo y, como dejaste la libreta en el campo...
– ¿¡Has reescrito mi historia!? ¿¡Completa!?
– Bueno, he hecho algo más... He hablado con mi padre, quien tiene contactos en una editorial y le he pedido que, siempre y cuando tú estés de acuerdo y se lo digas esta tarde cuando vayas a mi casa, deberíamos enviarla para que la publiquen. Porque es realmente buena.
Voy a llorar. Y no de emoción. Porque acabo de recordar a Ashley y lo que le hemos hecho al vengarnos. Lo que Aaron todavía no sabe por haberse quedado dormido. Y mi cuerpo se llena de arrepentimiento. Comienzo a dejar caer las lágrimas traicioneras que se acumulan en mis ojos, sorprendiendo al capitán del equipo de fútbol, que reconoce el dolor en ellas.
– ¿Tom?
– L-lo s-siento m-mucho, Aaron... Yo...
– ¿Por qué lo sientes? Es algo bueno, ¿no? —Me pregunta, al mismo tiempo que los altavoces de todo el instituto se activan, haciendo el típico ruido de acoplamiento.
– Señorita Williams, señor Marshall, al despacho de la directora. ¡Ahora!
Me levanto de la silla, saliendo del aula detrás de la muchacha. Sé que ella sabe la razón por la que estoy llorando, pero no dice nada. En silencio, nos dirigimos al edificio de administración para llegar hasta el despacho de la directora, donde llamamos a la puerta antes de entrar.
– Adelante. —Nos dice la directora Sanders, señalándonos los sillones frente a su mesa con una de las manos. Al sentarnos, nos lanza algunas de las fotocopias del diario de Ashley— ¿Sabes qué es esto?
– Según he oído, son fotocopias del diario personal de Ashley Miller, ¿no? — Mi mejor amiga actúa natural, como si no le preocupase encontrarse en el despacho de la directora. Yo, estoy aterrado— No se habla de otra cosa.
– No se mofe de mí, señorita Williams.
– No me estoy mofando. Usted ha lanzado una pregunta y yo la he respondido.
– La señorita Miller ha venido a mi despacho para entregarme estas fotocopias hecha un manojo de nervios. La he mandado a enfermería para que se tranquilizara, pero me ha insistido en que ustedes son los culpables de esto.
– Típico en ella. Ashley hizo lo mismo con unas cartas escritas por Alicia Blue y se cree que nosotros tenemos algo que ver con esto... Lleva obsesionada con Tom y conmigo desde que comenzó el curso. De hecho, ayer durante el partido de las Águilas Reales destrozó una libreta a Thomas con una historia que él mismo había escrito. Y Aaron Collins puede confirmarlo. Ah, y ya quiso arruinarme el cumpleaños por la mañana, cuando le ordenó a una de sus amigas que le hicieran una zancadilla a Tom para tirar sus libros y robarle la libreta. Por suerte, soy más inteligente que ese manojo de nervios.
– ¿Y usted qué dice, señor Marshall? —La directora Sanders me mira fijamente. Estoy seguro que sabe que estoy nervioso y que voy a cantar la verdad, pues no hay duda de que hemos sido nosotros y lo sabe— Es muy extraño verle tan callado... ¿Qué tiene que decir sobre todo esto?
– Que no va a creernos le digamos lo que le digamos. —Respondo, sorprendiendo a las dos mujeres.
– ¿¡Qué!? —Grita mi mejor amiga, alzando la voz.
– Clarice y yo pasamos toda la noche en mi casa y nuestras madres pueden confirmarlo. Bien temprano en la mañana, Clarice volvió a su casa para ducharse, pues puede oler el sutil aroma de hierbas de su champú y quedamos en vernos a la puerta del instituto como todos los días. Cuando entramos, esas fotocopias ya estaban colgadas...
– ¿Y por qué piensa que no le creeré, señor Marshall?
– Cómo acaba de decirle Clary, soy escritor. Por lo tanto, es mi deber describir las escenas lo más detallado posible, para que los lectores puedan imaginarlas. Nada más sentarme, me he percatado de las pequeñas marcas junto al teléfono,por lo que ha sido desplazado con brutalidad. Sospecho que ha recibido una llamada que la ha hecho enfadar y, especulo, que se ha tratado del padre o el abogado de los Miller, amenazando con denunciar al colegio y con retirar sus donaciones. Estoy seguro que la han amenazado con nuestra expulsión y usted esperaba que confesáramos el crimen para que así fuera más sencillo. Como ninguno lo ha hecho, sus glándulas sudoríparas se han activado, humedeciendo su frente, cuello y manos. ¿Voy mal encaminado?
– En efecto, señor Marshall. Es exactamente lo que ha pasado. Su padre nos ha dejado claro que si no son expulsados y enviados a la policía local, retirará sus fondos, por lo que tendremos que cerrar todos los clubes y equipos deportivos.
– En ese caso, no importa lo que digamos. Usted hará lo que tenga que hacer y si, va a expulsarnos... Hágalo ya. Tengo una clase a la que asistir y a la que estoy llegando tarde.
– ¡Tom! ¡No puedes hablar en serio! —Grita Clarice, cabreada.
– Tiene razón. Tienen una clase a la que asistir y a la que están llegando tarde. Váyanse.
Salimos del despacho del director y la pelirroja comienza a despotricar, enfurecida. Sé lo que está planeando hacer, pero antes de que diga nada más, la hago callar. Cualquier sentimiento de culpa y arrepentimiento se han disipado al oír la verdad de los labios de la directora Sanders. Ashley Miller se merecía ser expuesta públicamente. Y se merece la más dolorosa y cruel de las torturas. Y sé perfectamente qué es lo que más le duele.
– Ya has hecho bastante. —Le susurro, sin mirarla— La directora sigue sospechando de nosotros, así que te pido que mantengas un perfil bajo. Déjame a mí a partir de ahora. Sé exactamente cómo voy a hacerla sufrir.
– No sé si asustarme o entusiasmarme de esta nueva faceta tuya... —Me responde, sonriendo.
– Quien debe asustarse es Ashley. Porque voy a acabar con ella usando su propia medicina.
ESTÁS LEYENDO
Cartas para Romeo [Remastered]
Humor¿No te cansas de los clichés de siempre? ¿De la pareja más popular entre el capitán del equipo de fútbol americano y la capitana de las animadoras? ¿De que te etiqueten como un nerd por sacar buenas notas y ser físicamente del montón, humillándote t...