Dejo a Brent en el colegio y me reúno con Clarice en la entrada del instituto. En su rostro puede verse una intensa mirada y una sonrisa de victoria. Y mi preocupación vuelve a unos niveles alarmantes para mi delicado corazón.
– ¿Qué has hecho? —Pregunto, cruzándome de brazos y ensanchando su sonrisa— Clary, como sea muy grave...
– He usado sus viejos trucos contra ella. —Comenta, riendo— Si la directora pregunta, yo estuve en tu casa toda la noche y nuestras madres pueden corroborarlo.
– Vale... Avisaré a mi madre. Le diré que como no me acordé de avisarles con tiempo que te has marchado temprano en la mañana... —Poco después de enviar el mensaje recibo la respuesta. Un claro «ni nos hemos dado cuenta, pero vale. Dale los buenos días de nuestra parte.»— Ya está... Ahora bien, ¿qué has hecho?
– He aquí mi obra maestra.
La pelirroja me abre las puertas del instituto, haciendo un giro dramático mientras extiende los brazos. Colgadas en las paredes y las taquillas hay lo que parecen ser fotocopias de hojas con mucha letra. La escritura corresponde a la de Ashley, no hay duda de ello, pero no consigo distinguir lo que es. Hasta que me acerco para leerlo.
«Querido diario: Hoy me siento realmente fabulosa. Me he despertado con el sonido de mi reloj de Mickey Mouse que tengo oculto en una estantería y me he puesto un modelito bonito para Aaron. Aunque, últimamente, parece tener más ojos en ese empollón de Thomas que en mí. Lo que es una lástima, porque otros sí han sabido percibir nuestra belleza. Así que se han llevado el premio que se merecen. De haberse percatado de mí, mi novio sabría lo mucho que disfruto entre las piernas de sus compañeros de equipo. Porque son fantásticos. Incluso en el campo, imagino. Lo mejor del día ha sido, sin duda, cuando la idiota de Melody ha venido arrastrándose y llorando porque William, su novio, le ha sido infiel con alguien pero no sabe quién. ¡Sí, he sido yo! Como bien sabes. Y es por eso que soy la reina del instituto, claro. XX»
Al terminar de leer el texto, me quedo helado. Clarice me mira con una malicia que no había visto antes en ella y se regodea de su "obra maestra" sin tapujo alguno, como si quisiera que todos supieran que ella ha sido la artífice de esta afrenta a la privacidad de la capitana de las animadoras.
– ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿¡Has entrado en casa de los Miller por la noche!? No, no lo has hecho... ¡Podrías ir a prisión!
– Idiota, se lo he robado mientras celebraban la victoria en el restaurante al que suelen ir siempre... En cuanto lo leí, supe que todo el mundo tenía que leerlo. Así que fotocopié los peores fragmentos y los he colgado por todos lados. Como no, los viernes, Ashley llega "fabulosamente" tarde.
– Descuélgalos. —Le ordeno, realmente cabreado— Clarice, ahora.
– P-pero... Ya es tarde. Lo han visto mucha gente. En cuanto entre por esa puerta, se desatará un infierno. Su infierno. Ven, vayamos a nuestras taquillas a ver el espectáculo.
– ¡No, Clarice! ¡Te has pasado! ¡Y sabrá que hemos sido nosotros! ¡Incluso confesará haber destrozado mi libreta para que la crean! ¿¡Cómo has podido!?
– ¿Cómo he podido? —La seriedad con la que responde me asusta. Tanto, que doy varios pasos atrás— La muy puta destrozó la historia que llevabas años escribiendo como si no fuera nada y sin razón alguna. Esto, no es ni de cerca, la dolorosa tortura que se merece. Esto es un pequeño azote en comparación con lo que quiero hacerle. Ahora, ven, que la reina del instituto está por llegar.
La pelirroja me arrastra de la muñeca, llevándome hasta nuestras taquillas. Nada más llegar, veo como la puerta se abre y aparece Ashley, quien camina con superioridad sin percatarse de lo que hay colgado a su alrededor. Desgraciadamente, como hay fotocopias en todos lados, ningún lado es seguro ahora mismo para ella.
– Si tan mal visto, ¿por qué te he estado dejando ropa todos estos años, perra? —La primera en acercarse es Melody, quien le suelta una sonora bofetada que hace reír a todo el pasillo— ¡Eso por follarte a William, zorra!
– ¿Pero qué? —Se pregunta la animadora, completamente consternada.
– Buenos días, princesa... —Le dice un chico popular, cuyo nombre no recuerdo—¿Hoy también te has despertado con tu despertador de Mickey Mouse? ¿O lo has vuelto a esconder para que ninguno de los jugadores de fútbol lo vea al follarte como la guarra que eres? —El muchacho se aleja riendo, dejando a la castaña en shock.
– ¿Cómo sabes...? —Una chica se acerca, lanzándole una caja de condones a los pies— ¿Pero...?
– Para que lo uses si vuelves a una hermandad de universidad y te acuestas con todos y cada uno de sus integrantes. Qué pena que te viniera la regla un mes más tarde... Deberías haberte quedado embarazada. Por zorra.
Las carcajadas aumentan y engullen a la pobre Ashley, que no entiende lo que está pasando. Clarice es la que más alto lo hace, disfrutando de lo que ha hecho. Pero yo no puedo. Quiero correr hacia la animadora y llevármela lejos de allí para esconderla hasta que todo esto pase. Porque, incluso si ha sido mala conmigo, esto es demasiado cruel.
Y entonces se percata. Ve algo en una de las taquillas y se acerca tan rápido que por un segundo pienso que va a chocar de cara contra ella. Y se da cuenta de que esa fotocopia no es la última, moviendo los ojos de un lado a otro del pasillo. En cuanto reacciona, suelta el chillido más doloroso que he escuchado nunca y me doy cuenta de que me siento culpable por lo que hemos hecho.
Porque humillarla con algo tan personal como su diario personal es un golpe bajo incluso para alguien como ella. Alguien que ha humillado públicamente a mucha gente por diversión o sentimientos de inferioridad.
En cuestión de segundos, la animadora se ha vuelto loca. Está corriendo mientras grita y arranca los papeles de las paredes, perdiendo la mitad por el camino. Sus ojos están emborronados de lágrimas y maquillaje, haciéndole ver como un mapache, lo que genera más risas todavía. Por suerte o por desgracia, está demasiado fuera de control para darse cuenta de nuestra presencia, a pesar de las nada sutiles carcajadas de Clarice. Finalmente, desaparece por uno de los pasillos mientras sigue descolgando carteles.
– ¡Ha sido divertidísimo! —Exclama Clarice, casi ahogándose de tanto reír— ¿¡Le has visto la cara cuando se ha dado cuenta que era su diario!? ¡Oh, mierda, ojalá lo hubiera grabado con el móvil! ¡Seguro que alguien lo tiene en vídeo! —Sus ojos me miran fijamente, inhibiendo su conducta al verme la mirada de decepción y dolor que le echo— Eh, Tom... ¿Qué pasa?
– Te has pasado, Clarice. Le has podido arruinar la vida, ¿sabes? ¿Y si ahora decide hacer una locura y se suicida? He oído casos de suicidio juvenil por menos... Vale que Ashley no era una buena persona... Pero esto ha sido cruel.
– Oh, vamos, Tom, es Ashley... Sobrevivirá. Seguramente gastará mucho dinero de su padre para transferirse a otro instituto y ya. Además, te recuerdo que ella hizo lo mismo con esa chica que le escribía cartas de amor a tu Romeo en segundo. ¿Recuerdas cómo fueron repartidas por todo el instituto a pesar de que nunca las entregó? ¡Fue Ashley y su séquito de perros falderos! ¿Sabes dónde está esa chica ahora? ¡Nadie lo sabe! ¡Se marchó y le pidió a su padre irse del Columbus High! ¡Por estar enamorada del novio de la maldita cuando se acuesta con otros!
– Eso no justifica que tú lo hicieras, Clary. Por esa regla de tres, acabas de convertirte en Ashley... Además, te pedí que no hicieras nada. Y me convenciste de vengarnos. Pero, esto, supera con creces esa barrera.
– ¿Acabas de compararme...? ¿Tom? —Incapaz de discutir más, tomo mi mochila y camino hacia el aula— ¡Tom, espera! ¡Tom!
Pero, después de ver los ojos de Ashley al derrumbarse y los de mi mejor amiga disfrutarlo, decido no mirar atrás, entrando en el aula como si no la hubiera escuchado gritar mi nombre.
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Cartas para Romeo [Remastered]
Humor¿No te cansas de los clichés de siempre? ¿De la pareja más popular entre el capitán del equipo de fútbol americano y la capitana de las animadoras? ¿De que te etiqueten como un nerd por sacar buenas notas y ser físicamente del montón, humillándote t...