Mi más grande sueño se volvió realidad, conocí a Alan Rickman pero hay un problema, a pesar de la creencia popular él no es para nada amable, al menos no conmigo, ni siquiera me dirige la palabra. Haré lo imposible con tal que me hable.
-No me pidas que me calme Alan, todo esto parece una jodida broma de mal gusto.-
-Deja de azotar las cosas.-
-¿Cómo puedes estar tan calmado? Desde que te dieron el diagnostico no te he visto molesto ni una sola vez.-
-Así son las cosas.-
-Es solo que no lo entiendo, ¿por que tu? Yo soy la estúpida que fuma, yo debería de estar pasando por eso no tú, no es justo.- Mis ojos empezaron a arder.
-Tal vez haya escapado de tu noticia querida pero la vida no es justa, vete acostumbrando a eso.- Dijo muy seriamente.
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-Carajo Alan lo siento -comencé a llorar- pero la sola idea de perderte me aterra.-
-Ven aquí.-
Pasamos el resto del día en la cama acurrucados, ajenos a la realidad y deseando que el tiempo se detuviera para siempre.
Pero no fue así-
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