Mi más grande sueño se volvió realidad, conocí a Alan Rickman pero hay un problema, a pesar de la creencia popular él no es para nada amable, al menos no conmigo, ni siquiera me dirige la palabra. Haré lo imposible con tal que me hable.
-Bienvenida a la habitación de mis ahijados- Entró triunfante.
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-Así que te escabullías en mi propia casa cuando Alan y yo salíamos ¿para esto?-
-¿Te gusta?-
Me encogí de hombros.
-He visto mejores-
Su cara era un poema.
-Es broma Emma, -la abracé lo más que puede- me encanta y estoy segura que los gemelos la adoraran.-
-Bueno, ahora que ya todos están instalados y cómodos es momento que descanses. Me encargué de conseguir una enfermera de primera que les ayudara en lo que se adaptan a su nueva vida y tu te recuperas.-
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Me recosté en el sillón para amamantar.
-Esto es a lo que me temía Emma, ahora que estoy libre tendré que enfrentarme a mi más grande pesadilla.-
-La cual es...
-Lo que Alan me ha estado ocultando.-
El color se le fue del rostro.
-Querida, te daré un consejo que mi madre me dio antes de morir. No hagas preguntas si no quieres saber las respuestas.-
Fue ahí que entendí que ella sabía todo.
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