Capítulo extra [4]

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TOBÍAS.

Observé como ella agachaba la cabeza, avergonzada al darse cuenta de que había abierto su corazón y su mente a mí, y tuve que hacer esfuerzos titánicos para no sonreír ante la dulzura que poseía. Era como un ángel, siempre había sido así. Sin embargo, ahora era mucho más que una niña angelical; había algo en ella que había cambiado y que me atraía de formas que no quería ni pensar. Por primera vez, empecé a sentir como comenzaba a crecer un nuevo sentimiento hacia ella, uno que no se acercaba a ninguno que hubiese sentido antes.

En mi juventud, lo había dado todo por protegerla. Incluso había permitido que me apartaran de ella durante años hasta que controlara el enorme poder que Enric dejó en mí, a pesar de que aquello me destrozó el alma. Sin embargo, ahora que había conseguido controlarlo, no quería ni podía alejarme de ella. Era mi Compañera de Vida, lo supe desde el primer momento en el que la vi entre los brazos de su madre. Había pasado dieciocho años pensando en ella, en su bienestar, y había odiado profundamente el no haber podido estar con ella durante su transformación. Incluso a través de toda la distancia que nos había separado en esas horas, había sentido cada uno de sus gritos en mi alma. Me había sentido destrozado por no poder ayudarla, y desde ese entonces había decidido que no volvería a fallarle. Estaría con ella cada vez que me necesitara, y no iba a volver a alejarme de ella. Nunca más.

Ahora, solo necesitaba hacerle ver que ella me había aceptado incluso antes de nacer. Que nos pertenecíamos, y que haría cualquier cosa por ella. Sonreí levemente.

–Se está haciendo tarde –dije entonces, rompiendo el silencio que se había instaurado entre nosotros.

–No pienso regresar al castillo –me respondió ella, pensando que le estaba ordenando volver–. Ya te he dicho que...

–No –la interrumpí, ampliando mi sonrisa. Me sentí feliz al ver la sorpresa mezclada con una cierta esperanza en sus magníficos ojos–. La fiesta va empezar dentro de poco, princesa... Y no es de buena educación llegar tarde.

Una amplia sonrisa se extendió por sus labios y sentí como su felicidad me golpeaba en el centro de mi pecho. Tragué saliva mientras ella me miraba incrédula; pronto, empecé a sentir su emoción bullendo por mis venas. Su don era increíble, pero no podía permitir que notara todos los sentimientos que tenía hacia ella. Todavía no.

–¿De verdad? ¿No me estás engañando? –preguntó con emoción, como si fuera una niña pequeña– ¿Me dejarás ir sola?

Yo me reí entre dientes y negué con la cabeza.

–Tampoco estoy tan loco como para permitir que vayas tú sola –le dije, imaginando la enorme horda de jóvenes lobos que se lanzarían sobre ella. Sin embargo, no podía decirle eso, así que aparté la mirada de su rostro y me inventé cualquier cosa–. Tu padre me mataría si descubre que te he dejado marchar sin protección.

"Aunque pensándolo bien, él me mataría si descubre que me he marchado con ella. A solas." pensé, riéndome entre dientes. Damon siempre había sido sobre protector con Lucy, pero desde que pasó la transformación y todos los lobos jóvenes de las Manadas iban detrás de ella, su protección había alcanzado niveles extraordinarios. Aunque, pensándolo bien, lo agradecía.

–Entonces... ¿Estás diciéndome que serás tú el que venga conmigo? –me preguntó ella, con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados, mientras su larga melena negra caía en pequeñas ondas por su espalda. Al verla, tuve que contener una sonrisa al ver aquella pose tan desconfiada– ¿Por qué?

–Bueno, si quieres puedo avisar a tu padre, y que él decida al mejor de sus soldados para que te acompañe mientras te fugas de su casa –le respondí con ironía. Ella puso los ojos en blanco y tuve que contener una carcajada cuando ella gruñó.

–¡De acuerdo! ¡Lo he entendido! –gruñó ella exasperada, apartando la mirada–. ¿Nos podemos ir de una vez?

Yo no dije nada mientras ella intentó acercarse al borde de la rama, con intención de saltar al exterior. Por unos instantes, recordé el momento en el que saltó desde la ventana de su habitación y se hizo daño en el tobillo, y no pude contenerme: con un rápido movimiento, la agarré de la muñeca y tiré de ella hacia mí. Sus preciosos ojos me miraron con sorpresa, sin saber lo que estaba haciendo. Yo, con el corazón acelerado, sonreí levemente.

–No queremos que te hagas daño de nuevo, ¿verdad? –susurré entonces, alzándola en brazos mientras ella me miraba estupefacta. Sus mejillas se habían coloreado de un color rosado, y parecía tan inocente que sentía unas tremendas ganas de alcanzar sus labios. Agitando levemente la cabeza mientras intentaba ignorar el calor de su cuerpo contra el mío, salté el muro con facilidad y caí lo más suavemente posible sobre la firme tierra del exterior. Estábamos fuera.

Mirándola de reojo, sonreí al verla con los ojos cerrados y el cuerpo tenso, como si se hubiese preparado para un brusco salto. Desde luego, necesitaba mucho más entrenamiento.

–Cuando quieras, princesa –le susurré cerca del oído, disfrutando de su estremecimiento. Cuando abrió los ojos y vio que ya estábamos fuera, contuvo un grito y soltó el fuerte agarre que tenía alrededor de mis hombros. Con un rápido movimiento, saltó de entre mis brazos y se alejó de mi con el rostro enrojecido.

–¡No vuelvas a hacer eso! –me espetó, como si acabase de pillarla desnuda. Conteniendo una carcajada, volví a meter las manos en los bolsillos y disfruté de su ataque de furia. Estaba preciosa mientras caminaba de un lado para otro, intentando olvidar lo que acababa de pasar– ¡Eres un degenerado, viejo!

En ese momento, no pude evitar reírme. Si ella supiera que solo le sacaba poco más de diez años, se desmayaría del susto. O posiblemente, no me creería.

–Se hace lo que se puede –bromeé con una expresión seria en el rostro. Ella me miró como si tuviera tres cabezas y masculló una maldición–. ¿Nos vamos ya, o vas a seguir así mucho tiempo?

Ella me lanzó una mirada perdona-vidas y con un elegante movimiento, se giró y me dio la espalda, comenzando a correr sin saber realmente a dónde iba.

Con una corta carcajada, empecé a seguirla, imaginando cómo podría decirle a aquella irascible princesa que estaba corriendo en dirección contraria a la fiesta. Mi sonrisa se amplió.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora