LUCY.
Entré en el gimnasio arrastrando los pies, sintiendo como si cada célula de mi cuerpo estuviera hecha de plomo. Este era el segundo día consecutivo que no conseguía pegar ojo: el primero debido a los nervios causados por el hada y por la conversación con mi madre sobre Tobías, hoy por culpa de aquella extraña cita que tenía con este último. Con un suspiro, contuve una sonrisa mientras sentía mariposas en el estómago.
–Llegas tarde –me saludó entonces él, sobresaltándome y haciéndome que me girara. Apoyado al lado de la puerta, ni siquiera me había dado cuenta de que había estado ahí hasta que él habló. Mis mejillas se encendieron al ver la pequeña sonrisa en sus labios, lo que me decía que Tobías también lo sabía–. Te dije a las ocho en punto, princesa.
Apreté los labios enfadada y me crucé de brazos, intentando aguantarme las ganas que tenía de lanzarle algo a la cabeza.
–Solo han pasado quince minutos, viejo –murmuré, buscando la forma de enfadarle. Por su culpa me había pasado toda la noche en vela, así que pensaba vengarme por ello de cualquier manera–. Y de todas formas, ¿por qué me has hecho venir aquí?
Tobías se rió entre dientes como si lo que le había dicho le hubiera hecho gracia. Fruncí levemente el ceño, dándome cuenta de que cada vez que me burlaba de su edad, se reía de esa forma, como si estuviera ocultándome algo que no era capaz de comprender. ¿Quizá era más joven de lo que aparentaba? ¡Pero eso era imposible! Sus ojos eran tan oscuros que parecían negros, y solo los vampiros muy viejos conseguían algo así. Me crucé de brazos y refunfuñé. ¿Qué estaría ocultando, entonces?
–Te he hecho venir aquí porque tu entrenamiento es claramente deficiente–dijo con tono burlón al ver como mi mandíbula caía. ¿Cómo demonios se atrevía aquél vejestorio...?–. He visto a niños con más capacidad de reacción que tú, y eso es ciertamente lamentable viniendo de una híbrida capaz de grandes cosas.
La vergüenza me inundó por completo. Sabía que tenía razón, pero eso no le daba derecho a insultarme así. ¡Era la princesa, después de todo!
–¡Bueno, no es como si fuera mi culpa! –le gruñí, lanzándole la pequeña bolsa en la que tenía guardada una pequeña toalla y agua. Él la evitó con un elegante movimiento y se echó a reír, lo que provocó que mi furia aumentara– ¡He estado rodeada de algodón desde que nací, así que no tienes derecho a insultar lo poco que aprendí! ¡Eres un maldito viejo cruel!
Su risa aumentó mientras me lanzaba hacia él con intención de demostrarle que no era tan inútil como afirmaba. Sin embargo, a los pocos segundos consiguió detenerme e inmovilizar mis manos contra mi espalda. Grité de frustración e intenté darle un pisotón, sin éxito.
–Eso ha sido un movimiento muy sucio, princesa –dijo él a mi espalda entre risas–. Y ya sé que no es culpa tuya, por eso estoy aquí. Tras hablarlo con tu padre, voy a convertirme en tu nuevo entrenador, ¿sabes?
En cuanto aquellas palabras salieron de su boca, me quedé completamente inmóvil. Mi corazón se aceleró mientras entendía lo que había dicho, y unas estúpidas ganas de saltar y gritar de emoción me envolvieron. No solo estaba feliz por el hecho de que mi padre había dado su visto bueno en cuanto a que pasara más tiempo junto a mi no-reconocido Compañero de Vida, sino que por fin, después de años, había encontrado a una persona que no iba a ser suave conmigo en una pelea. Además, tras ver la agilidad y la rapidez con la que se movía, Tobías iba a ser el mejor entrenador que iba a tener nunca.
Cuando me soltó, me giré y sin poder esconder una enorme sonrisa y sin pensarlo me lancé hacia él, abrazándolo con fuerza.
–¡Gracias, gracias, gracias, gracias! –le decía con emoción. Durante unos instantes, me quedé inmóvil mientras seguía rodeando su cuello con mis brazos, sintiendo como los suyos envolvían mi espalda.
Mi corazón se saltó varios latidos cuando me di cuenta de lo que había hecho, pero no me arrepentía de ello. Separándome levemente de su cuello, nuestros labios estaban tan cerca que casi era una locura la forma en la que conseguía contenerme a mí misma. ¿Cómo sería mi primer beso? Sus ojos oscuros refulgieron, como si él supiera en lo que estoy pensando; su respiración se aceleró. Con un suspiro tembloroso, cerré los ojos y busqué la valentía suficiente como para ir más allá que un simple roce, pues si llegaba a ocurrir lo mismo que ayer no lo soportaría.
–Lucy –susurró Tobías, como si quisiera pedirme perdón por lo que ocurrió segundos después.
Él tomó mis labios suavemente, como si no quisiera asustarme. Moviendo con lentitud mis labios e imitando a los suyos, sentí como si mi corazón se parara mientras extrañas imágenes de un joven niño muy parecido a Tobías aparecían en mi mente como brillantes destellos de luz. El niño estaba al lado de mi cama, mirándome como si fuera lo más preciado del mundo. De pronto, la voz cansada y feliz de mi madre inundó mi cabeza.
–Acércate Tobías, ella quiere saludarte también...–en cuanto esas palabras salieron de la boca de mi madre, la pequeña versión de Tobías se acercó a mí y extendió su mano hacia mi rostro, acariciándome la mejilla con una máxima ternura. Sin poder creerlo, me quedé embobada mirando aquellos oscuros ojos que me hechizaban. ¿Cómo podía un niño contener tanto poder?
De repente, todas las imágenes se desvanecieron en el mismo momento en el que Tobías separó sus labios de los míos. Con un rápido jadeo, posé una de mis manos sobre su corazón, notando como latía apresurado. Temblando por todos aquellos recuerdos que mi mente acababa de recuperar, apoyé mi frente en su hombro. ¿Todo lo que acababa de ver era real?
–¿Tobías...?
– Lo siento mucho, Lucy –se disculpó él, abrazándome con más fuerza–. No debí haberlo hecho, y mucho menos hoy, que tenemos tanto por hacer... Lo siento, de verdad.
–¿De qué estás hablando? –pregunté algo herida. ¿Qué había más importante que nosotros, en este instante?–. Esto es lo más importante que me ha pasado nunca, ¿sabes? ¡Ahora sé que tú siempre has sentido lo mismo que yo! ¡Que no eran imaginaciones mías! ¡Y encima...!
Tobías tapó mi boca con su mano y negó con la cabeza, con su mirada brillando con diversión, dulzura y algo de irritación.
–No he dicho que haya algo más importante que el que te acuerdes de que siempre he estado contigo, Lucy. Solo que... Joder, debería haber elegido otro momento. Mañana tendrás que encontrarte con las hadas, y ellas son lo más complicado que te verás nunca. Le pedí a tu padre que me permitiera enseñarte todo lo referente a ellas para que no consiguieras que te hicieran daño, pero ahora...
–Eso no me importa ahora –refunfuñé, cruzándome de brazos y mirándole con el ceño fruncido ¿A quién demonios le iba a importar unas dichosas hadas cuando mi Compañero de Vida estaba delante de mí, afirmando que siempre lo había sido?–. Tengo mil preguntas que hacerte, y me importa bien poco lo que esas quieran hacer.
Tobías suspiró y negó con la cabeza.
–No lo entiendes, ¿verdad? Yo no podré acompañarte al bosque pues las hadas no aparecerán a menos que solo estén aquellos que ellas han citado, y son una raza tan compleja y antigua que podrían matarte sin siquiera pestañear por algo que ni siquiera comprenderías. No soporto la idea de que te pueda ocurrir algo malo, y mucho menos ahora que por fin puedo decirte toda la verdad. Por eso te pido que me des un único día, Lucy. Un día de margen para prepararte contra ellas, y después te diré todo lo que quieras saber.
En ese momento, me mordí el labio mientras la frustración me inundaba. Sabía que él tenía razón, que necesitaba aprender lo máximo posible pues las hadas iban a tener un interés especial sobre mí, pero eso no conseguía que mi estado de ánimo mejorara. Quería saber quién era Tobías realmente, cómo había conseguido aquel poder y sobre todo, por qué había pasado años alejada de él.
–De acuerdo –dije finalmente entre dientes, viendo como una sonrisa victoriosa se extendía por sus labios, una que estaba empezando a amar y odiar por igual–. Tú ganas, pero que sepas que...
–Perfecto –respondió entonces él interrumpiéndome y robándome un beso que consiguió que mis piernas temblaran y que perdiera todo el hilo de mis pensamientos.
Con un gemido quejoso, me lamenté profundamente cuando supe que aquel ''viejo'' vampiro había encontrado la forma de ganar cualquier discusión contra mí.
Había creado definitivamente a un monstruo.
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LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||
WerewolfTercera temporada de LOBO BLANCO. Todo había cambiado entre nosotros. Todo. Desde que Rick me encontró en el bosque, todo se había convertido en un revoltijo de emociones crudas y violentas, de deseos gritados en silencio y de sentimientos callados...