REBECCA.
Sonreí al instante en el que el olor de Tobías llegó a mí. Por unos momentos, la enorme felicidad que sentía me embargó de tal manera que las lágrimas me impedían ver el rostro de mi preciosa hija, la cual sostenía entre mis brazos.
Mi pequeña princesa parecía brillar con luz propia mientras descansaba entre las mantas; su suave y cálida piel rosada, el pequeño rastro de pelo oscuro que estaba segura que se convertiría en una preciosa melena negra, sus delicados rasgos... Iba a ser una belleza, estaba segura de ello. Y sobre todo, lo sabía por el precioso color de ojos que tenía: eran cautivadores, llamativos, únicos. Desde lejos, parecían ser de un pardo brillante, con el oscuro verde rodeando los bordes del iris mientras que un color rojizo rodeaba la oscura pupila. Eran los ojos de un ser único, de la primera híbrida conocida en el mundo. Una princesa.
Alzando la vista, vi el rostro enamorado de Damon al ver a nuestra pequeña bebé y mi sonrisa se hizo más amplia. Mi marido acariciaba la suave mejilla de Lucy con tal delicadeza que parecía tocar el cristal más delicado del mundo; aquello me hizo reír levemente.
–No se va a romper, cariño –susurré. Damon me miró entonces con una sonrisa enorme y se inclinó para dejarme un profundo beso en los labios.
–Gracias... Gracias por darme algo tan precioso como nuestra hija –susurró él contra mis labios.
Sus palabras me emocionaron tanto que no pude contener las lágrimas.
–Mi nieta –susurró entonces Lucan, el rey vampiro. Sus oscuros ojos rojos brillaban humedecidos por las lágrimas de felicidad; su esposa, a su lado, no había sido capaz de contener las lágrimas–. Que hermosa es...
Aquella demostración de afecto atravesó a todos los presentes. Observé a mi padre y a mi hermano a los pies de la cama en la que descansaba, mirándome como si fuera un ángel; Andrea y Samuel, junto con Rick y Jake, estaban detrás de ellos, mirando a la pequeña con una amplia sonrisa, pero sin atreverse a acercarse. Sentí diversión al ver que todos notaban la brillante aura de Lucy, la cual agitaba sus pequeñas manos en busca de contacto.
–¿A qué estáis esperando? –les dije a todos, sacándolos de su ensimismamiento, rompiendo el silencio.
En ese momento, todos empezaron a acercarse para observar a la pequeña princesa híbrida. Me sentía emocionada al verlos a todos halagar y saludar a mi hija con una aceptación enorme, como si nadie se hubiese parado a pensar en los enormes poderes ocultos que poseía. Nadie pensaba que fuera a ser un peligro, y eso hacía que amara a todos aquellos que estaban presentes todavía más.
Sin embargo, a pesar de que aceptaba las felicitaciones de todos con mucho gusto, mi corazón latía desembocado por su cercanía. Tobías cada vez estaba más cerca, y sentía como la innata emoción de mi pequeña aumentaba por segundos. Ella lo notaba, lo sentía, y todos aquellos sentimientos que rebosaban por primera vez en su corazón, llegaban hasta mí con total claridad. Con una mano temblorosa, acaricié su pequeño rostro y le susurré las mismas palabras que siempre le repetía cuando estábamos cerca de Tobías:
–Queda poco, mi pequeña, muy poco... –y en el mismo momento en el que besaba la tersa piel de su frente, la puerta se abrió.
Todo el mundo se quedó en silencio mientras observaban a Tobías como si fuera un espejismo. Detrás de él estaban aquellas dos mujeres que se habían convertido en dos hermanas para mí.
Sin embargo, no pude evitar notar el estremecimiento que recorrió mi columna cuando Tobías clavó su mirada en mí. En ese instante, Damon siseó entre dientes al ver el profundo color rojizo de su mirada... De una mirada que lucía antigua y poderosa, exactamente igual a la de Enric. Inconscientemente, abracé más fuerte a Lucy mientras Damon se lanzaba hacia Tobías, temiendo por nuestra seguridad.
En ese momento, el tiempo pareció paralizarse cuando se escuchó un agudo grito aterrado; cuando volví a mirar hacia Tobías, no podía creer lo que estaba viendo.
–¡No! –había gritado Amalia, interponiéndose entre Damon y Tobías. Diana había agarrado al niño, pegándolo contra sí y abrazándolo con fuerza; por el contrario, Jake y Rick habían agarrado a Damon, impidiendo que se acercara a sus dos compañeras.
–Damon –gruñó Jake, agarrando del brazo a mi Compañero y mirándolo enfadado–, no vuelvas a atacar a mi mujer.
Amalia miraba con los ojos bien abiertos a Damon, el cual tenía la respiración agitada.
–¿Es que habéis perdido el juicio? –gruñó Damon, soltándose del agarre de Jake y Rick y acercándose a mí–. Mirad sus ojos, son igual a los de...
–¡No! –repitió Amalia, mirando a Tobías, el cual parecía perdido en sus pensamientos. El niño tenía la mirada perdida, pero no dejaba de mirar hacia mí con aquellos ojos oscuros, haciéndome recordar el tiempo que pasé en el Internado–. Sus ojos son como los de Enric, pero él no está en su interior...
–¿Y tú como sabes eso? –espetó Damon interrumpiéndola, agarrando con fuerza mi mano libre. A través de nuestra unión podía sentir el miedo y el estrés que sentía mi Compañero al pensar que podía haber alguien peligroso cerca de nosotros.
–¡Te lo demostraría si dejases...!
Sin embargo, toda aquella discusión se quedó en el olvido cuando la pequeña Lucy empezó a llorar con fuerza, demostrando que tenía unos potentes pulmones que conseguían perforar nuestros desarrollados tímpanos. Tanto los lobos como los vampiros miraron con una mueca de dolor a mi hija, la cual no dejaba de llorar por mucho que yo intentase consolarla; sentía su confusión a través de mi vínculo con ella, y también su miedo a lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
De pronto, escuché un débil jadeo y mi mirada se quedó clavada en Tobías, el cual tenía la mano clavada en el pecho. Sorprendida, me di cuenta de que él estaba temblando, como si estuviera... asustado. Parpadeando rápidamente, miré a mi hija y al niño, y no pude creerlo.
–Tobías, acércate –le pedí entonces con la voz ronca, haciendo que Damon y todos los presentes se escandalizaran, excepto Diana y Amalia–. Vamos, acércate.
–Rebecca –me advirtió Damon, con el ceño fruncido, interponiéndose entre el niño y nosotras– ¿Es que no ves...?
–Damon –le interrumpí, alzando mi mirada hacia mi Compañero. Mientras le sonreía, le intenté trasmitir todos los sentimientos de confianza y de seguridad que sentía–. Déjame comprobar una cosa, por favor. Necesito saber si es cierto –Damon se quedó en silencio durante unos instantes, y luego asintió, apartándose. Con una sonrisa todavía más amplia, miré a Tobías y le urgí a que se acercara–. Ven, vamos.
El niño me miró con aquellos poderosos ojos, los cuales tenía húmedos por las lágrimas. Tambaleante, el niño se acercó con miedo a mí, y a cada paso que daba Lucy se calmaba cada vez más. Cuando Tobías estuvo tan cerca de nosotras que incluso podía acariciar a Lucy con la mano, el llanto cesó. Con una amplia sonrisa, noté como el miedo y la confusión de mi hija dejaba de llegar a mí en oleadas y eran remplazados por una profunda alegría y paz, y lo mismo noté en Tobías. El niño sonrió levemente y se quedó embobado mirando a mi hija mientras ella extendía las manos hacia él, como saludándolo. Asombrada, me eché a reír y alcé la mirada hacia Damon, el cual nos miraba estupefacto.
–Creo que acabo de descubrir el primer poder de Lucy –dije con una amplia sonrisa y las lágrimas rebosando en los ojos–. Es empática.
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LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||
Hombres LoboTercera temporada de LOBO BLANCO. Todo había cambiado entre nosotros. Todo. Desde que Rick me encontró en el bosque, todo se había convertido en un revoltijo de emociones crudas y violentas, de deseos gritados en silencio y de sentimientos callados...