Capítulo 08.

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Las puertas del elevador su abren y deshago el puño que mantengo hecho desde que subí, "no hay risas, respira", pongo mi mejor cara y salgo, Natalie me mira y sonríe, me tenso, "¡solo está sonriendo maldita sea,  compórtate!" me regaño mentalmente y me apresuro a caminar hacía mi oficina, alguien más me saluda y respondo a prisa sin mirarlos si quiera, con miedo a verla sonreír, abro la puerta a prisa y me meto cerrándola justo detrás de mí, pego la frente a la puerta y cierro los ojos, "respira, solo respira, está bien, estás a salvo" me repito en la mente.

—Fue solo un sueño, solo un mal sueño, estás bien, solo respira –repito en voz alta, mi respiración comienza a regularse y retiro mi frente del frio cristal de la puerta, me giro y un grito escapa de mi garganta, —¿Qué estás haciendo aquí? –cuestiono, Alan me observa con el ceño fruncido, abre su boca la cierra, me mira de nuevo.

—¿Estás bien? –su pregunta me toma por sorpresa, casi parece que está preocupado, me remuevo con incomodidad.

—Estoy confundida, ¿Qué estás haciendo aquí? –repito, se encoje de hombros y observo sus hombros caer, entonces lo noto, las ramas verdes y las flores de colores a su lado, frunzo mi ceño y lo veo, "¿Ella? ¿Es enserio? ¿La gorda? Por favor, sabes que tengo mejores gustos" sus palabras vuelven a mi mente y aprieto mis puños.

—Ayer no tuve la oportunidad de disculparme...

—La tuviste pero la ignoraste, me ignoraste, ¿lo olvidaste? –le interrumpo y se remueve, por primera vez mostrando algo diferente al desinterés habitual.

—Estaba molesto por la presencia de Viviana, no debió insultarte de esa manera, no debió comportarse de esa manera –dice con firmeza y asiento.

—¿Así que las flores son por eso? –cuestiono y me mira confundido.

—¿Por qué otra cosa sería? –sus palabras vuelven y me siento enferma, "mantente de pie, mantente fuerte, no caigas Emilia" me repito.

—No lo sé, tal vez por lo idiota que te has comportado desde que llegaste –suelto intentando ignorar las voces que comienzan a escucharse cada vez con más volumen.

—No me estaba comportando como idiota, solo he estado intentando adaptarme a la empresa, he estado ocupado, pero todo lo que has necesitado lo he respondido, ¿no es así?

—A través de correos.

—¿Y cuál es el problema de eso? ¿Tiene que ser cara a cara todo el tiempo? –cierro los ojos, mi cabeza duele, las voces ahora gritan, sacudo la cabeza, lo miro de nuevo, se está acercando, sé que estoy temblando, mi garganta arde, no puedo hablar, ¡quiero que se detengan!, "solo respira, solo respira y se pasará", lo intento, no puedo, no hay aire.

—¿Emilia? –escucho mi nombre, ¡no!, ¡no más burlas!, ¡déjenme sola!, cierro los ojos, solo quiero que se termine, calor, hay calor, mi cuerpo arde, ya no estoy temblando, hay caricias, en mi espalda, lentas, y hay una voz, una voz que me tranquiliza, —está bien, estás bien, estás a salvo –comienzo a respirar, lo escucho, es él, abro los ojos, me abraza, está asustado, está asustado por mí, me abraza, me pide que respire, yo le hago caso, ¿por qué le hago caso?, mi garganta duele, pero puedo respirar, ¿Por qué duele?, es como si hubiese gritado, lo miro, él está asustado, ¿grité?, no me suelta, ¿por qué no me suelta?, parpadeo y lo empujo lejos, vuelvo a tener miedo, "tranquilízate" me exijo, pero no puedo, lo miro, me mira, quiero llorar, —¿Emilia?

—Vete –pido, mi voz suena ronca, grité, agacho la mirada, ¿Qué grité?.

—Emilia si necesitas que...

||Bésame Alan||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora