Capítulo 20.

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Mi cabeza duele y siento ganas de vomitar, había olvidado que tomé como si fuera experta en ello, suspiro y llevo mis manos a mi rostro, "por favor no vomites aquí", "por favor no vomites aquí" me pido mentalmente, ya me había humillado lo suficiente por esta y dos vidas más.

—Deberías llegar y recostarte un momento, si más tarde te sientes mejor y quieres que te lleve al aeropuerto lo haré, sino puedes quedarte de nuevo en casa –dice él, su voz es seria, y tengo miedo de mirarlo a los ojos y encontrarle molesto, "¿pero qué esperabas? ¿Qué estuviera feliz después de todo?" se burla mi subconsciente y le levanto mentalmente el dedo de en medio, no respondo porque no creo poder abrir la boca sin soltar toda la comida, él enciende el aire acondicionado y yo me ahogo con las arcadas que contengo, gira y me obligo a contenerme mientras llegamos. Cuando el auto se detiene salgo a prisa, él se acerca a la puerta y la abre, dice algo que no entiendo pues paso caminando como si tuviera prisa hacía la habitación en donde pasé la noche, caigo de rodillas frente al escusado y dejo toda mi "valentía" salir.

Tomo una ducha y coloco mi pijama antes de caminar de vuelta a la cama, me tiro sobre esta y comienzo a recapitular lo sucedido, desde el momento en que acepté volver hasta el momento en que besé a Alan, cubro mi rostro con las manos y gimo, ¿pero que está mal conmigo?, me enderezo cuando escucho pisadas subiendo las escaleras, observo el marco de la puerta, sus pasos se acercan a la habitación y se detienen, mi corazón late a prisa esperando que entre, pasan varios segundos y se rinde, se gira y se marcha, y no sé si eso me hace feliz o me pone molesta.

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No sé cuántas horas han pasado desde que me encerré en la habitación, pero mi panza ruge y me hace decidir que es tiempo de dar la cara, me pongo de pie y camino hasta la puerta, pego la oreja a esta para asegurarme de no escuchar ruido y me relajo cuando solo hay silencio, abro la puerta y me apresuro a caminar sobre mis puntillas, una vez que estoy en la seguridad de la cocina vuelvo a respirar, tomo un plato y vierto un poco de cereal, me ciento a comerlo y entonces aparece, ambos nos quedamos sin saber que hacer por un momento pero entonces él continúa con lo que vino a hacer, se sirve su propio plato de cereal y se sienta justo frente a mí, me observa pero no dice nada, y yo estoy lo suficientemente avergonzada para decir o reclamarle al respecto, termino y me pongo de pie para llevar mi plato al lavavajillas, me giro y lo encuentro mirándome.

—Buenas noches –digo pero no obtengo respuesta, mira de nuevo su plato y dejo salir el aire rendida antes de volver a la habitación.

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Despierto con el sonido de un cristal rompiéndose, escucho una maldición y me pongo de pie a prisa, camino hasta la puerta y otro cristal se estrella, ¡oh por dios!, ¿un ladrón?, abro la puerta en completo silencio y camino hacía la escalera, una silla es recorrida y otro cristal se rompe, estoy por correr a despertar a Alan cuando lo escucho maldecir de nuevo, me abrazo alejando el frio y camino siguiendo el ruido, está de pie en la cocina observando los cristales en el suelo.

—¿Todo bien? –cuestiono y levanta su mirada hacía mí, su mandíbula se tensa y en vez de responderme levanta la botella con su mano y la lleva a su boca, —¿estás tomando? –Me golpeo mentalmente cuando la pregunta sale de mi boca, —¿hace cuánto estas tomando?

—No lo sé –dice serio, su voz es ronca y más lenta de lo normal.

—¿Estás borracho?

—No lo sé –repite y ruedo los ojos, camino hacia él e intento quitarle la botella pero él es más alto y más rápido, y en su lugar quedó atrapada entre sus brazos, su cuerpo y la mesa, —¿tu hermana sabe que sigues enamorada de él? –cuestiona mirándome fijamente.

—¿Qué?

—¿Aun después de todo este tiempo? ¿Enserio? ¿Después de que te engañó con tu propia hermana? ¡Maldita sea Em! –la botella sale volando y se estrella contra la pared más lejana a nosotros, él pasa las manos por su rostro.

—No sé de qué estás hablando –digo confundida, pero sorprendentemente no asustada, buscando su mirada.

—¡Aún estás enamorada de William! –grita con molestia.

—¡Por supuesto que no! –me quejo.

—¿Entonces que ha sido lo de hoy? –se acerca de nuevo, su cuerpo está pegado al mío de un segundo a otro, —¿por qué me besaste frente a él? –sus ojos examinan mi rostro, busca algo y quiero dárselo, solo que no sé qué es, abro la boca y la cierro, —lo hiciste para que él lo viera –responde por mí.

—Bueno... si, pero no porque sienta algo por él.

—Solo admite que aún lo amas –gruñe y pasa las manos por su cabello.

—No es así –digo segura, —no siento nada por él que no sea pena –me mira, pone sus manos a ambos lados de mi cintura sobre la mesa, trago saliva.

—Pruébalo –frunzo el ceño.

—¿Y cómo hago eso?

—Bésame –mis ojos se abren y lo miro.

—¿Qu...-sus labios están sobre los míos, sus manos toman mis caderas y me pega a él, gimo por la sorpresa pero él lo toma como invitación, su lengua entra como si de su casa se tratara y se adueña de la mía, mis manos están sobre sus brazos, aferrándome a ellos, sus dientes rosan mis labios y gimo de nuevo, sus manos bajan un poco hacía mi trasero y tiemblo, me empuja contra él y menea sus caderas, —Alan –su nombre sale de mis labios sin estar segura de lo que es, ¿petición para que se detenga? ¿o un ruego para que continúe?, puedo sentir la humedad creciendo entre mis piernas y una parte de mi sabe que debería detenerme, pero es una pequeña, una mínima que decido ignorar, las manos del castaño bajan y toma mi trasero levantándome, jadeo sorprendida y me separo un poco cuando me coloca sobre la mesa, sus labios están del doble tamaño real y sus ojos dos tonos más oscuros, comienzo a buscar las palabras para disculparme pero recuerdo que no he sido yo está vez, y antes de que pueda seguir pensándolo sus labios están sobre mi de nuevo, sus manos recorren mis piernas y suben para tomar la tela de mi blusa, comienza a subirla y se detiene, él espera que yo me niegue pero no lo hago, y en su lugar levanto las manos para que pueda sacarla,  sus ojos buscan los míos, —estás borracho –murmuro entre jadeos.

—Se perfectamente lo que hago –asegura, sus manos van hacía mi abdomen y sonríe mientras dibuja las líneas de este, me mira, —¿y tú? –mi mirada corre por su pecho desnudo, ¿Cómo no lo noté antes?, y se detiene en la elevación en sus pantalones.

—Yo no tengo idea –aseguro y tomo el cuello de su camisa acercándolo, —pero no quiero detenerme –y dicho esto perdemos los miedos y dudas.

||Bésame Alan||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora