Capítulo 23.

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—Alan –murmuro, —¿Qué haces aquí? –mi mirada se aleja de su rostro y noto que solo lleva puesto un jersey y unos pantalones deportivos, sus mejillas y nariz están completamente rojas, maldigo y me apresuro a caminar hacia la puerta, la abro y me giro para mirarlo, —entra antes de que te congeles –parpadea y mira hacía su coche antes de finalmente caminar dentro, puedo escuchar su gemido de satisfacción ante el cálido clima dentro de mi departamento, su mirada recorre el lugar y yo aprovecho que su atención no está en mi para correr hacía la cocina en busca de espacio y algún plan para evitar la plática de la que intenté huir, cuando él termina de registrar el lugar aparece en la cocina, lo miro esperando una respuesta y él me mira esperando lo mismo, trago saliva, —¿Qué haces aquí? –cuestiono nuevamente, abre su boca y la cierra en silencio, entonces levanta su mano y noto la prenda blanca que cuelga de ella, frunzo el ceño pero la reconozco de inmediato.

—La has olvidado en casa –dice y mi estómago se encoje ante familiaridad con que ha llamado su departamento "casa", como si me incluyera en ella.

—¿Has venido solo a entregarme mi blusa? –cuestiono mirándolo a los ojos, él me devuelve la mirada.

—Yo... no, tenía que volver a terminar unos asuntos de la empresa, y he aprovechado para traerla, estaba pasando por aquí y...

—¿De verdad? –interrumpo y él traga saliva, da un paso hacia mí y es mi turno de agorarme con mi propia saliva.

—No, la verdad es que no –admite, —con o sin tu blusa habría venido a buscarte, ¿por qué me has dejado? –sus palabras suenan dolidas y me crece el nudo en la garganta, llevo mi mano hacia esta y la rasco esperando quitarme la sensación.

—No lo he hecho –digo y me doy cuenta de lo estúpido que suena, suspiro y lo intento de nuevo, —sabías que regresaría hoy –su ceño se frunce.

—Creí que después...

—No podía quedarme más –le interrumpo, —tengo muchas cosas que hacer aquí, comenzando por aclimatarme el frio y conseguir un trabajo antes de que me quede sin...

—Creí que ayer había quedado claro que no te despediría –dice y me giro comenzando a buscar entre los cajones en un intento para no pensar en su mirada sobre mí.

—Si bueno, más tarde ambos acordamos en que las cosas habían cambiado –digo y siento su presencia situarse a mi lado, su mirada fija sobre mí haciendo que levante la cara y encuentre sus ojos.

—Eso no Emilia –asegura, —no voy a despedirte.

—Bueno gracias, pero entonces yo renunciaré –digo y me alejo nuevamente, siento su mirada seguirme y puedo sentir en mi garganta las palabras que él no está diciendo, ¿por qué lo invité a entrar?, si hubiese esperado solo unos momentos más él se habría marchado, "oh habría muerto en la puerta de tu casa" ruedo los ojos a mi subconsciente y sacudo mi cabeza mirándolo, él me observa, fijamente y a la espera, ¿Qué espera?, entonces caigo en cuenta, él seguramente ha hecho alguna pregunta y yo por estar peleando con mi voz interior la he perdido, —Lo siento, ¿qué? –y en el momento en que repite la pregunta deseo no haberlo pedido.

—¿Te arrepientes? –me divido entre fingir no entenderlo o mentirle, pero ninguna de ellas es justa o inteligente, y la única respuesta que merece es la única que no estoy lista para admitir en voz alta por lo que decido ir por otro lado en busca de una salida.

—¿Y tú?

—No –su respuesta es simple, rápida y segura, no deja de mirarme y siento mi corazón latir con tanta fuerza que comienzo a tener problemas para respirar, ¿es un ataque de pánico?,  trago saliva.

||Bésame Alan||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora