Capítulo XIV

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—¡Ahí estás! — gritó Nick, glorioso mientras revolvía el plato con huevos revueltos, sentado en la cocina

—Buenos días, Margaret— saludé a la mujer. Margaret y su equipo eran quiénes se encargaban de limpiar el departamento tres veces a la semana.

Era una mujer adorable, de mediana edad, con el cabello entrecano y una excelente cocinera, apostaba lo que fuera a que ese plato lo había cocinado ella.

—Buenos días, joven Joe— le sonreí con amabilidad mientras ella se retiraba con un canasto de ropa limpia en los brazos. Me senté junto a mi hermano.

—Kevin ha salido con Danielle hoy por la mañana, al parecer están pensando en comprar una casa frente a Central Park

—Genial, están a 5 minutos a pie— dije, robando un bocado de su comida. Sí, obra de Margaret.

—¿Y? ¿Qué tal ha estado, campeón? — me miró con un pedacito de pan entre los incisivos

—No tenías intención de regresar por mi ¿cierto?

—No— se río, yo me levanté del banco y abrí el refrigerador, saqué una lata de cerveza, pasé a la alacena y saqué un frasco de galletas— ¡Hey, hey! ¿Qué ha pasado? — Nick se levantó y me quitó de las manos ambas cosas, me aventé sobre el asiento de nuevo

—¿Podrías regresarme mi desayuno?

—No, dime que ocurrió— me miró con cara seria

Mi época de depresión post rechazo de matrimonio había comenzado así: con galletas y cerveza.

Me había refugiado en el entonces departamento de Kevin, había bebido cuatro días seguidos hasta que fui obligado a parar. Los días posteriores fueron parecidos, dejé de asistir a la residencia y casi conseguí que me dieran de baja, pues era de primer año.

Tras un mes de duelo, pude salir adelante, con dosis de energizantes altas y noches de desvelo con diversas distracciones que se resumían en: chicas, tomar, estudio, chicas, estudio, chicas, estudio, tomar.

Pero mi borrachera inicial había comenzado con el asqueroso desayuno que mis amigos de la universidad y yo siempre teníamos: galletas de pasta cubiertas de chocolate y cerveza checa, claro que Nick no me iba a dejar comerlas.

—Nada, sólo... sólo no pasó eso exactamente, nada— apreté los dientes

—Joe...

—Debo suponer que prefirió al abogado— suspiré, me mordí ambos labios

—¿Te lo dijo?

—No, pero estoy seguro de ello

—No, tú no estás seguro de nada— vertió mi cerveza en el fregadero, sacó las que quedaban en el refrigerador e hizo lo mismo, yo hice un mohín, ni siquiera intenté detenerlo. Deslizó el frasco de galletas hacia mí y este pegó en mi brazo. — No comiences, Joe... solo... solo quédate en casa y no hagas nada imprudente

Me dejó en la cocina y vi como marcaba una llamada, se alejó y comenzó a hablar rápidamente, estaba seguro de que era Kevin.

...

Me recosté en la cama y juré poder oler su rastro de lavanda y frambuesas, olía tan bien. Me encerré dos días seguidos, sin hacer nada, ni hablar con nadie, ni comer nada.

_________. Lunes, 8:44 am.

¿Dónde estás? ¿Dejo que cancelen todas tus cirugías?

Todas las noches de mi vida [J.Jonas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora