Capítulo 22: Paseo escolar

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De todos los lugares en que Nicolás tenía para tener un empleo, tenía que ser justo en el que yo estaba interesada.

— ¿Tu mamá sabe de esto? —Me preguntó con el ceño fruncido.

—No, y no creo que tú seas tan chismoso para decirle —Le reclamé. Él seguía mirándome enojado.

—Bueno —Habló el jefe—Tu le enseñarás a Laura lo que debe hacer. —Le habló a Nicolás. Él lo miró no muy convencido. Yo tampoco estaría feliz enseñándole a alguien cabeza dura

~ Te acabas de decir cabeza dura ~

La tengo, créeme o si no hace tiempo hubieras salido volando de aquí

Se despidió y salió de nuestra vista.

—Bueno —Le dije yo— ¿Qué tengo que aprender? —Me crucé de brazos. Él dio un suspiro y se acercó a mí.

—A tu hermanito le gustará nada que estés aquí —Alzó una ceja. Ya se me había pasado eso por la mente. Al parecer voy a tener que guardar un secreto más... y yo que estaba emocionada por contarle.

—A ti te conviene no decirle —Le soplé el rostro. Si le decía algo a Justin yo no se lo dejaría pasar, he intentaría decirle yo primero.

—Lo sé —Sonrió— Me conviene que él no interrumpa en este tiempo —Me sopló esta vez él la cara.

Yo no le respondí con nada. Al menos ya había dicho que no diría nada y eso  me dejaba un poco más tranquila. No sería nada fácil el distraer a Justin, pero ya encontraría la forma de decírselo.

Sin hacer más tiempo, Nicolás me enseñó cual era cada mesa. Los precios de los menús y como tenía que atender a los clientes. Entendí todo de inmediato ya que obligué a Dix a que se lo aprendiera. Tuve unos veinte clientes durante toda la jornada. Con ninguno tuve problemas, por suerte. Apagué el celular ya que si Justin me llamaba no tendría el valor para mentirle en ese instante.

Nicolás me presentó a los pasteleros del lugar. Todos eran muy amables y me impresionaba el gran talento que tenían para hacer cada torta. Le ponían tanta dedicación a cada pastel que era como una obra de arte... comestible.

Por ser el primer día uno de los pasteleros me hizo un pequeño pastel de bienvenida para llevar a casa.

Como no podía llegar con él a casa tuve que ir comiéndolo junto con Nicolás en el camino. Al terminarlo quedé un asqueo por el dulce el cual me produjo unas nauseas al caminar. Al menos sabía que por un tiempo no estaré tan comelona como siempre.

— ¿Te gustó el trabajo? —Me preguntó Nicolás mientras caminábamos.

—Me gusta. Me gusta la idea de atender a las personas de esta manera... aunque sea con comida

—Yo no estaba muy convencido de este trabajo, pero —Se adelantó hasta quedar frente a mí—Ahora se volvió divertido —Me sonrió.

—Seguirá siendo divertido, siempre y cuando no le digas nada a Justin. ¿Entendido? —Lo miré haciendo una mueca. Él asintió volviendo a mi lado.

— ¿Cuál será tu excusa para llegar tarde durante el verano? Ahora no podrás decir que esa niña que tenías que cuidar te manda por las tardes.

—Ya lo pensaré... —Tendré que pensarlo muy bien.

Seguimos caminando hasta llegar a la casa. Al llegar mamá junto a Justin me preguntaron por qué la hora de mi llegada. A ambos les contesté que fue por Sandra, que se la había antojado hacer ciertas cosas y me mantendría ocupada hasta el paseo de fin de curso. Mamá quedó más convencida, pero Justin le costó un poco ya que fue él que me vio llegar junto a Nicolás.

El recuerdo de un amor olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora