Epílogo

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— ¡Laura, ya vamos! —Me gritan desesperadamente. Yo solo lo veo de reojo y me vuelvo a mi tazón del desayuno, el cual aún está casi lleno. Él me mira con odio y se vuelve a la pieza de mi mamá. Desde adentro puedo escuchar cómo me acusa y, como siempre, mamá le hace caso a él.

Escucho nuevamente sus pasos, pero no está solo. Mamá viene con él.

—Ahí está —Dice indicándome el acusete. —No quiere ir a déjame y voy atrasado.

Lo miró de reojo nuevamente y le muestro la lengua, pero esta vez mamá me pega en la cabeza haciendo que casi escupa lo que tengo en la boca. Mi rico cereal desparramado.

—No seas floja y anda a dejar a tu hermano —Me dice mamá, enojada.

Con la manga de mi suéter me limpio la boca y respiro hondo.

—También está Justin, además, recién estoy desayunando —Le digo pesadamente. Vuelvo a tomar mi cuchara y a acercármela a la boca, pero mamá me la quita haciendo que todo su contenido caiga milagrosamente dentro del tazón nuevamente.

—Justin está descansando. Ayer le tocó trabajar hasta tarde en la pastelería —Me dice mamá, cruzándose de brazos. El tonto de Benjamín lo imita. Lo miro enojada. Ya tiene diez años y aun así parece un bebé, lo cual me causa coraje.

—Si recuerdas querida mamita —Le pongo los ojos adorablemente. —Yo también estuve ahí. Trabajo con él —Digo raspadamente. Ya llevo en ese lugar más de siete años y ella aún cree que solo Justin trabaja ahí.

—Tu solo estás de mesera. Deberías buscar un mejor trabajo. Ya, levántate y anda a dejar a tu hermano que va atrasado —Me toma del brazo y me jala lejos de mi silla. Me deja frente a Benjamín, quien levanta la mirada y se burla de mí.

—Maldito mocoso —Le susurro entre dientes. Este mira a mamá y, antes de yo verla,  me pega nuevamente un palmazo en la cabeza.

—Esa boca —Me regaña. —Puede que tengas veintitres pero aún estás en esta casa, así que cuidado que tu hermano repite. —Termina el regaño y me deja sola con el niño burlón en la sala.

~ Uau, tu mamá en realidad prefiere a tu hermano... como siempre ¡Wuaja! ~

Tú cállate, ya tengo veintitres  y aún no te vas.

~ Si lo pensamos bien tú no has madurado mucho, hasta el perro es más sabio que tú y eso que ahora apenas se mueve ~

—Ya vámonos —Me vuelve a exigir mi hermano. —Me van a regañar

—Pues súfrelo, a mí ya me regañaron —Le muestro la lengua y con rabia tomo mi cartera y al acercarme a la puerta tomo las llaves del auto de Justin, el cual terminé de pagar hasta solo unos meses atrás. Mi sueldo de por vida...

Benjamín toma su mochila y sale disparado por las escaleras. Cierro la puerta de un portazo y bajo a la misma velocidad que él. Mientras antes me voy más rápido llego.

Cuando vamos saliendo por el portón visualizo a Dix, acostado a un lado de la escalera. Está tan viejo que ahora no puede ni subir la escalera. Me mira suplicante.

—Cuando vuelva te ayudo a subir —Le digo lanzándole un beso, luego cierro el portón con fuerza.

En el auto dejo mis cosas atrás mientras Benjamín se siente en el asiento del copiloto. Se pone su cinturón y me mira desesperado, diciéndome que por favor me apure. Volteó los ojos y me pongo también mi cinturón. Arranco pero no pasa mucho tiempo cuando por la calle me hace parar una pequeña manita en mi ventana mientras esperaba en un semáforo. Al levantar la vista veo a Camila junto a Daniel, y en brazos llevan a María, su bebé.

El recuerdo de un amor olvidado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora