CAPÍTULO 14:

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Sam sudaba. Tenía un sueño denso y oscuro. Temblaba febrilmente e intendiblemente murmuraba cosas que sugerían que en vez de tener un sueño Sam estaba teniendo una pesadilla.

- ¡No! ¡Déjame tranquilo!

Había alguien persiguiéndolo, y por alguna razón (Una que él no entendía pero que le hacía temblar de pies a cabeza) no quería que lo alcanzara. Le daba pavor el solo pensarlo.

- ¡VEN AQUÍ, MUCHACHO! - Gritaba su perseguidor. - ¡NO VOY A LASTIMARTEEEE!!!

- ¡No te creo nada!

Sam sintió como el sujeto que lo perseguía aumentaba la longitud y velocidad de sus zancadas, sintió su mano acercarse y tomarlo desprevenido. El horror que experimentó era horrible, no podía ser descrito solo con palabras.

En eso una luz apareció como salvavidas en un mar incierto, cortando por la mitad al perseguidor y haciendo que este suelte a Sam.

El muchacho cayó de manera brusca eb un suelo invisible, y al alzar la mirada, vio una silueta acercándose a él, y al mirar más allá, logró distinguir a su perseguidor, tirado en el suelo,partido por la mitad, con sangre pestilente saliendo de su cuerpo...

Y la mano de esa esencia maligna empezó a moverse.

- Levántate, Sam. - Dijo la otra silueta, ofreciéndole una mano.- Debemos irnos, mi ataque no lo detendrá por mucho.

Sam miró a su rescatador y le dio la mano. Ese tipo era mucho más alto que él, y aún sin poder verlo del todo bien, distinguía que se trataba de un ser imponente y fuerte.

- ¿Q-quién eres? - Preguntó el chico. La silueta lo miró, y entonces Sam distinguió dos ojos redondos y marrones como los suyos, solo que estos sí imponían respeto. La silueta sonrió, o al menos eso pareció.

- Mi nombre es Antilogus,cúspide Libra-Escorpio. - Contestó. - Tú eres Sam. ¿Cómo lo sé? Déjame iluminar un poco este lugar, chico, está muy oscuro.

Una luz fuerte y amarilla iluminó toda la oscuridad, y Sam pudo ver la cara de este sujeto.

Su cabello era castaño, un tanto desordenado, sus ojos eran marrones y redondos, y alrededor de su enorme sonrisa enseña-dientes había una capa de barba rala. Por un momento le recordó a sí mismo. Pero neh, él no era alguien imponente, sino enclenque, y mucho menos imponía respeto. Daba risa.

- ¿Y tú cómo sabes mi nombre? - Balbuceó Sam.

Antilogus pensó un momento, parecía estar planeando como hablarle sin asustarlo, como golpearlo sin dejarle moretones.

- Bueno, sería algo muy tonto que no sepa reconocer a mi reencarnación, ¿No?

Sam se quedó estático. Antilogus dio una carcajada.

- ¿¡De qué te ries, pelmazo!? - Estalló Sam. - ¡No tiene gracia! ¡Imagina lo horrible que debe ser que alguien te diga eso así como así, menuda broma de mal gusto!

- No estoy bromeando. ¿Bebemos algo mientras te platico un poco más? Tengo algo de cerveza por aquí.

- ¡LA CERVEZA ME LA PASO POR EL ARCO DEL TRIUNFO! - Berreó Samuel, cabreado, más que un Capricorniano.- ¡SOY MENOR DE EDAD!

- Pero qué soso eres, chico. Qué decepción. - Suspiró. - Así no quieras te lo contaré. - Tomó aire.- Verás, la reencarnación de las cúspides de la enorme estrella zodiacal,o sea las cúspides verdaderas y realmente fuertes, nacen cada 3200 o 3205 años. ¿Ya le entiendes? Tú eres uno de ellos, tú eres mi reencarnación. Y hay más como tú.

Sam no podía decir nada.

- Hablas como si el asunto fuera poca cosa. - Masculló finalmente. Antilogus se rió.

- Perdón, es mi parte libra. No era mi intención. En sí, muchacho, he venido a decirte que seas fuerte, Ofiuco no tardará en atacar y tú y los otros trece cúspides deben estar listos.

- ¿Qué mierdas es Ofiuco?

- ¿Quieres un ejemplo? - Volteó la cabeza. - Esa cosa que te perseguía es uno de sus esbirros, haste a la idea de lo que vas a enfrentar.

Sam tragó saliva.

- No te creo nada.

En ese momento despertó, sudado y jadeante y vio que, sentado, frente a él, estaba Sergio, quien habia caido dormido con el mentón pegado en el pecho. Annabelle, líder Sagitario, le puso una frazada sobre los hombros al líder Escorpiano.

- Pobre, está muy cansado. Lleva cuidándote por horas. - Dijo, secando la frente de Sam y sonriendo a Sergio con un gesto que el chico interpretó como amoroso.

-Oye, Anna, ¿Él te gusta? - Preguntó.

Anna sonrió algo apenada y sonrojada.

- Digamos que sí, pero no lo comentes a nadie.

Sam se rió.

- Sergio tiene unas cosas que decirte, cuando despierte lo hará. - Le acarició el cabello al chiquillo. - Suerte, Sam.

Sam se quedó pensando mientras la maestra Annabelle desaparecía por la puerta de la enfermería. ¿Suerte? ¿Qué insinuaba?

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