CAPÍTULO 15

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Desde que Sergio había despertado, Sam había tenido que aguantar el ver a su mentor pensativo, con el mentón pegado en el pecho y el ceño fruncido. ¿Qué tanto le pasaba? Según Annabelle, tenía algo qué decir, pero se la había pasado como estatua desde hacia ya buen rato.

- Ve al comedor. - Dijo finalmente Sergio. - Es hora de cenar, luego te contaré algunas cosas que creo que debes saber.

Sam no rechistó, salió de la cama y avanzó hacia la puerta. Se detuvo a mirar a Sergio y pensó en qué rayos le pasaba.

- No te quedes ahí, mamarracho, te he dicho que te vayas a cenar.- Volvió a decir Sergio, sin voltearse.

- P-Pero usted...

- Si vas a balbucear no me hables.

Sam tragó saliva, por un momento había olvidado lo duro que podía ser su maestro.

- Usted siempre viene con nosotros. - Forzó tan firme como fue capaz.

- ¿¡Y qué se creen que son para andar siguiendo a alguien a dónde sea!? ¿¡Ovejas!? - Estalló Sergio en pleno silencio de la enfermería. - ¡Te he dicho que vayas y vas porque es una orden! ¡Ahora desaparece, una palabra más y te muelo a palos!

Sam se asustó tanto que salió corriendo a resbalones por la puerta, buscando el comedor ya qu por alguna razón había olvidado en dónde quedaba. Tal vez el grito de Sergio lo había descolocado.

...................

- Qué extraño, ¿Dónde estará Sergio? - Se preguntaban unos a otros los chicos y chicas Escorpianos, formados en filas a la espera de tomar asiento en el comedor junto a los Cáncer.

- Ya se tardó. - Dijo Iván. - Y tengo hambre, qué envidia por los que están sentados comiendo.

- Cállate, pareces un barril sin fondo como los Tauro. - Le dijo Paolo.

- ¡Te he oído! - Gritó desde su sitio uno de los toros a todo pulmón.

El lugar se llenó de la vibración de risas sutiles hasta que uno de los ancianos cúspides batió las palmas, pidiendo silencio.

Sam se metió temeroso a su fila, apenas despertando la atención de unos pocos de sus compañeros. Iba a empezar a hablar pero nadie le hacía caso.

Sintió una presencia pesada tras él, y al voltear, comprobó que se trataba de una chica, le resultaba familiar de algún lado...

- ¿Vas a decir algo? - Preguntó ella.

Sam tragó saliva.

- S-Sí, iba a hacerlo, este...

- Kiara.

- Kiara. Encantado de conocerte, soy Sam.

Ella asintió.

- Te recuerdo, eres el que se enfrentó a mi primo.

Sam se puso azul del terror. Ya recordaba a esa chica, había estado en el pasillo el día que vio a Caleb por primera vez, y había amenazado a Ramón, quien por cierto era un Ariano muy respetado.

Kiara sonrió,un mechón de su cabello negro cayó sobre su rostro y Sam prefirió darse la vuelta. Esa chica lo confundía muchísimo. Era linda, pero aterradora a la vez, como un lobo con piel de oveja, quién sabe.

- Eh, chicos... - Intentó. Nadie le hizo el menor caso. - Muchachos... - Hongo, nada. - ¡Oigan! - Gritó.

Sus compañeros de academia lo miraron muy sorprendidos.

- ¿Por qué gritas? ¿No te tocó anoche o qué? - Preguntó alguien, provocando una que otra risa en los demás.

Sam frunció el ceño.

- Sergio demorará en venir.-Dijo.- Si se quieren quedar aquí muriendo de hambre pues allá ustedes, yo me voy a comer.

Iba a avanzar pero una mano lo detuvo. Era André.

- ¿Qué te pasa? - Preguntó este.- ¿Ya olvidaste que la disciplina es algo básico en nuestra academia?

- Para que sepas, André, fue Sergio el que me dijo que era hora de cenar, y fue él quien me dijo si acaso pensaba que éramos ovejas quienes tendrían que seguir por siempre a alguien. No sé tú, pero yo lo interpreto como un sean independientes y válganse solos ahora. Tengo hambre, con permiso. - Terminó de decir, haciendo a un lado a su compañero Escorpiano y avanzando a la mesa que le correspondía a su signo zodiacal.

- Parece que se dio duro en la cabeza cuando peleó con Caleb.- Comentó Jun, un chico también de la Academia Escorpiana. - Yo pensé que siendo tan temeroso se iba a orinar en los pantalones cuando lo detuviste, André.

- Creo que ya le está saliendo el aguijón. - Comentó Kiara. - Es un buen tipo.

- ¿Y tú de qué vas? - Preguntó Angélica, muchacha también Escorpiana. - No me digas que ya te gusta ese debilucho que no puede ni con su vida.

- Ew, no. Qué asco. - Dijo Kiara.- Pero creo que llegará a ser alguien fuerte si mi padrino lo entrena como es debido.

- ¿Tu padrino? - Preguntó Iván. -¿Y eso?

Kiara sonrió.

- Me refiero a Sergio.

Cuando la chica alzó la vista, todos se habían alejado al menos un metro de ella.

- ¿Y qué les picó? - Preguntó.

- ¿Eres pariente de Sergio? - Preguntó Jun.

- Es hermano adoptivo de mi madre. - Contestó Kiara.- No estamos relacionados sanguineamente.

- Ya se me hacía rara tu aura.- Baluceó Kim, muchacha también Escorpio.

- Qué va.

Sintieron una pesada escencia tras ellos, todos se pusieron firmes y voltearon a mirar a Sergio.

- ¿Por qué no se han sentado? - Gruñó este quedamente. - ¿Es que Sam es el único que tiene sentido común en este grupo? Qué decepción, son escorpiones, no mariposas, manga de...

- Señor, - Dijo Iván. - Usted nos dijo que la disciplina...

- Cierra la boca, sé lo que dije y sé lo que vale. No oses repetirmelo. - Dejó de mirar a Iván y miró al frente.- Pero están muy mal si creen que yo los voy a guiar toda su vida. ¿Esperarán que les diga qué hacer cuando estén en peligro o se defenderán? Que los pueda respaldar es diferente a esconderlos bajo un ala como haría una estúpida paloma. Hasta las crías de escorpión saben qué hacer cuando no hay un adulto presente. Depender de mí aún cuando sus estómagos rugientes se escuchan hasta el pasillo de Piscis...Diablos, esperaba más.- Se lo pensó un momento. - Vayan a sentarse y a comer, que no quiero verlos. Me han decepcionado todos.

Los aprendices se miraron entre ellos, y luego miraron a Sam, quien, sin enterarse de nada, estaba muy feliz comiendo un plato de espagueti en salsa roja, manchándose de bigotines.

Casi se atragantó cuando la mano se Sergio se posó en su hombro.

- Bien hecho, Sam. - Dijo Sergio.- Está bien que actues cuando no haya a quien seguir... Aunque sea para algo tan insignificante como esto.

Sam terminó de sorber su fideo.

- Gracias señor.

- No hables con la boca llena.- Dijo Sergio, disgustado.

Sonaron unas campanas.

- ¡Atención! - Dijo el cúspide Milo. - ¡Tenemos un anuncio importante que comunicarles!

Sam esperó a oir que dirían, pero ¿Qué se traería entre manos Sergio?

Todo era muy extraño, así que mientras tanto, se concentró en el flan de chocolate que había frente a él, sin siquiera imaginar lo que se le vendría encima al día siguiente.

Academia EscorpianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora