Cerró la puerta de un golpe y se apresuró a ponerle seguro. Estaba afixiándose, sentía cómo sus pulmones lentamente comenzaban a doler, sentía cómo todo daba vueltas a su alrededor. La presión que estaba experimentando en su pecho no se comparaba a ninguna otra. Todo estaba mal, lo sabía. No podía tragar la saliva que comenzaba a acumularse en su garganta para poder tomar una gran bocanada de aire y dejar de sentir que con cada sollozo se moría un poco más. Sentía las lágrimas acumuladas en sus ojos y aunque estas amenazaban con salir, no lo hacían. Estaba desesperado, su pecho dolía, dolía mucho. Trató de respirar, trató de calmarse, pero nada estaba funcionando y sólo quería rendirse ante lo que su corazón le decía y le ordenaba, pero su cerebro sabía que no debía ceder, que debía seguir intentándolo porque lo estaba haciendo bien y que algún día lo lograría, pero la manera en que su corazón le obligaba a lanzarse al suelo y que se dejara estar, que se rindiera, que ya había sido suficiente... Estaba ganándole a la orden de mantenerse en pie y de calmarse, estaba perdiendo la batalla. Quizá después de todo realmente debía rendirse. Ya no habían opciones, ya no habían ganas, sólo había un cuchillo escondido debajo del colchón que le pedía al gritos que lo usara.
«Sí lo haces ahora, por la tarde ya no existirá ningún dolor y por la mañana ya te habrás ido».
Trató de respirar mientras se abalanzaba con urgencia hacia la cama que yacía a un lado de la habitación.
«Puedes decirle al mundo que estás cansado y que dormirás un momento, pero tus excusas no funcionarán conmigo. Yo sé que estarás mintiendo».
Trató de no caer en el intento, pero sus piernas flaquearon apenas trató de dar un paso. No, tenía que seguir intentándolo y su cerebro lo sabía. No había manera alguna de lograr llegar a la cama que lo llamaba con desespero.
«Hazlo».
Y finalmente, sintiéndose desesperado y con el corazón en la boca, se recostó en el suelo y quebró aún más las piezas que se encontraban esparcidas en su interior. Se dejó absorber, se dejó estar. Se rindió. Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, acariciando sus mejillas con burla. «Perdiste, otra vez», padecían gritarle cada vez que tocaban sus orejas y se perdían en su cabello.
Se sentía desecho, infeliz, no habían palabras exactas para describir lo que sintió en aquel instante cuando lo único que su cerebro le mostraba eran aquellas repetidas escenas en las que estuvo verdaderamente bien.
Quería cambiar, quería dejar de estar como estaba, quería tantas cosas que no podía alcanzar porque cada vez que se encontraba cerca de poder tocarlas, una fuerza oscura y malvada lo tiraba hacia abajo, hundiéndole aún más.
Y es que nunca iba a ser feliz si continuaba aferrándose a todo lo que lo destrozaba aún más. Pero no podía evitarlo porque aquellos recuerdos no cambiaban, incluso cuando todo estuviera perdido y no había salida de aquel oscuro lugar.
«No vas a salir de esta».
Su estómago se formó en un nudo y luego como por arte de magia se deshizo al mismo tiempo en que su cabeza comenzaba a doler.
«No puedes enfrentar la tormenta».
Y apenas la primera punzada de dolor se hizo presente, sintió como volvía a respirar. Debía intentarlo una vez más, debía seguir intentando hasta lograrlo. «Tú puedes», suspiró cerrando los ojos, mordió su labio y trató de acallar los sollozos antes de que alguien le escuchara y notara lo que se encontraba pasando. Por JiHyun, por su madre, por su padre. Por Minnie. Debía intentarlo hasta que ya no quedara nada dentro de él, hasta que todo sufrimiento fuera consumido por las llamas de la superación, hasta que estuviera bien de nuevo.
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Before I fall | «Yoonmin».
FanfictionLas enfermedades mentales pueden ser peligrosas cuando no sabes cómo enfrentarlas y no tienes a nadie a tu lado. Tu mente te puede jugar malas pasadas, comienzas a desarrollar emociones extrañas y tus pensamientos te traicionan hasta el punto de hac...