Capítulo 56

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—¿Aún te duele el labio, mi amor? —Silvia le preguntó a Jorge mientras comía su fruta.

—Ya no tanto amor, gracias por preocuparte —él besó su mejilla.

—Oye, ¿piensas regresar a la empresa?

—Sí, ¿por qué? ¿Quieres que no vaya e irnos a otro lado? —él se acercó a besar su cuello pero ella lo alejó, no porque no quisiera sino porque a eso no se refería.

—No, amor —ella río— me refiero a que si vas a regresar a Company —preguntó ella.

—¡Oh! No lo sé, no creo, guapa —dijo un poco serio tomando su café. 

—¿Por qué?

—Porque no lo sé, ni siquiera había pensado en eso.

—Ah, lo siento si te incomodé.

—No, perdón, no quise ser grosero.

—Mejor ya vámonos, se hace tarde.

—Lo fue, demasiado tarde.

Ella pidió la cuenta y enseguida la trajeron. Silvia sacó un par de billetes de su cartera y Jorge la miró confundido. Le detuvo el brazo y él sacó la suya, colocó el dinero sobre la carta y ella se adelantó al coche. Se subió, no esperó que Jorge le abriera la puerta. El camino a la empresa estuvo bastante tenso, ninguno hablaba y ni siquiera había un por qué. Ella bajó del coche justo cuando él estacionó el coche.

—Espera —le dijo él.

—¿Sí?

—Perdón por hablarte así en la cafetería —él casi no la miraba.

—No te preocupes, nos vemos luego —dijo ella seria.

—No, espera —él la sujeto del brazo y la atrapó entre sus brazos.

—Jorge, tengo demasiado trab...—él puso sus labios contra los suyos, se besaron y él la pegó más a su cuerpo, mientras ella tenía puestas ambas manos en su pecho sujetando su saco.

—¿Estoy perdonado?

—Siempre logras convencerme, amor —él la abrazó.

 —¿Comemos juntos?

—Claro que sí, corazón —Se despidieron con un beso más y él se fue directo a la empresa.

CASA DE LOS HERMANOS GARCIA

—A ver cálmate, yo vine a ver cómo están mis hijos, no a acabar con alguien, que ni siquiera conozco.

—Si quieres hacer algo para recompensar todo este tiempo que no has estado con nosotros, debes hacer esto.

-Gustavo, ¿Qué te pasa? no haré eso, no seas infantil lo que necesita tu hermana es que su padre este con ella, ¿me permites? —su hijo se hizo a un lado algo molesto y cruzándose de brazos.

Subió a su habitación y la encontró recostada en la cama boca abajo, se enterneció al principio pero al acomodarla observó algo que lo alarmó al instante. 

Un frasco de pastillas, casi vacío.

(...)

—Ya deberíamos regresar, cariño —le dijo aquel hombre recostado en el camastro disfrutando de un cóctel en sus manos.

—¿Para qué?

—Pues ya llevamos varios días acá, ¿y no crees que pueden sospechar?

—Claro que no, Agustín es un imbécil que se cree todo, él piensa que estoy en juntas con accionistas o que simplemente estoy buscando nuevas inversiones para la tonta empresa —su tono eran tan despreocupante,

No es correcto, pero te amo♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora