(6) Demasiado

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- ¿Y qué hago con mis padres? No puedo dejarlos así, estarán preocupados.

Lauren caminaba de un lado a otro del salón.

- Lo sé y lo siento, pero estamos hablando del destino del mundo, no puedes echarlo a perder por dos simples personas - intentó convencerla Josh.

No funcionó en absoluto.

- ¡Esas dos simples personas son mi familia, imbécil! ¡Qué tú no tengas una vida no te da derecho a controlar la mía!

Josh agachó la cabeza, dolido. Como le había explicado antes, con cinco años se había marchado a una escuela a donde iban los que habían pasado la prueba inicial, una especie de examen psicológico que hacían todos los niños de cinco años cuyos padres creían en la Historia Zodiacal. Tras entrar en la escuela, no había vuelto a ver a su familia. Tampoco sabía nada de ellos. Lo había dejado todo por un sueño casi imposible de cumplir. Y al encontrarla a ella, a Aries, se había echo realidad. Pero Lauren eso no era capaz de entenderlo. Negó con la cabeza, suspiró y la alzó de nuevo, con una falsa sonrisa que ofrecerle a ella. Pero ya no estaba en el salón.

- ¿Lauren? - la llamó - ¡Lauren!

No podía salir de Ignis sola, no sabría hacerlo, ¿o si? No, no era posible. Aunque la energía la tenía, estaba enfadada. Sólo le faltaba el método, pero no podría haberlo aprendido ella sola, a él le había costado bastante.

Subió las escaleras con rapidez, deseando que la chica estuviera tras la puerta con la que se encontró de frente. Vio de nuevo la madera rojiza y el carnero que había tallado en ella. Entonces se preguntó si de verdad debería entrar. No tenía que pensar en lo que había detrás como el cuarto de Lauren, sino la habitación de Aries. Y Aries no era sólo una adolescente que acababa de encontrarse, a la que estaba guiando en este mundo nuevo que acababa de descubrir. También era el primer signo del zodiaco, uno de los Doce Elegidos para salvar el mundo.

Entonces supo que debía respetar su espacio, que no era su padre, era su Jelhoc, su consejero, su guía, y pronto sería su amigo. O eso esperaba.

Lauren cerró con cuidado la puerta del carnero para asegurarse de que Josh no la oía

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Lauren cerró con cuidado la puerta del carnero para asegurarse de que Josh no la oía. Sabía que le había dolido, y en el fondo sentía haberle lanzado un golpe tan bajo cuando lo único que había querido desde que lo conocía era ganarse su amistad para guiarla en su complicada misión de salvar el mundo.

Pero necesitaba pensar, y no podía hacerlo con Josh, porque acabaría por pensar que cualquier cosa que decía era correcta. Tenía una manera muy convincente de argumentar las cosas.

Le echó un vistazo a la habitación. Era sencilla, con una litera en la pared derecha, un escritorio en frente y una estantería en la pared izquierda. Las paredes eran opacas, de un tono mate rojo oscuro. Sin embargo, el techo era del mismo cristal que las paredes del salón, y le otorgaba luminosidad al cuarto. Se sentó en la cama, con los pies recolgando, y pensó en todo lo que le había contado el chico.

Si todo era verdad, debería dejar a sus padres y no volverlos a ver. Ni a ellos ni a ninguno de sus amigos. Iba a echar de menos su vida normal. Hasta iba a extrañar el mal humor de su profesora de francés, ahora que sabía que no podía volver a discutir con ella. Suspiró. Le tendría que preguntar a Josh si podía recoger algunas cosas de su cuarto y despedirse, aunque no sabía como iba a explicarles que no podía volver a verlos porque tenía la misión de salvar el mundo.

Era demasiado para ella. Simplemente, no era capaz de soportarlo todo. Se echó hacia atrás, apoyó la espalda en la pared, abrazó la almohada y enterró la cabeza en ella. Odiaba llorar, y de hecho, había pocas cosas que la hicieran derramar lágrimas. Más que por tristeza, solía hacerlo por rabia e importencia. Porque no podía cambiar las cosas. Porque no podían salir como ella quería. Y a Lauren no le gustaba aguantarse. Siempre había creído que para cambiar las cosas sólo hacía falta voluntad y esfuerzo, pero esta vez era imposible, no podía cambiar las leyes del universo.

Entonces, levantó la cabeza. Tenía los ojos enrojecidos de llorar, pero su mirada era firme y en ella se escondía una pizca de esperanza. Quizá no fuese imposible, quizá sólo fuese un poco más difícil.

Aries (Doce Elegidos I) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora