(26) La cura del Carnero

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- ¿Lauren? - susurró Theo.

No se esperaba lo que iba a encontrar en la habitación. El carnero blanco que había tumbado en la cama de arriba giró la cabeza hacia él. Siempre había pensado que eran como las ovejas o las cabras, animales de granja que servían para dar carne y poco más. Pero ese carnero tenía algo en sus ojos. Cualquiera hubiera notado lo mismo que él. Esos brillantes ojos negros eran sabios, de leyenda. Además, al chico le pareció ver un reflejo rojizo en ellos, aunque le quitó importancia pensando que se lo había imaginado.

Se dio cuenta de que, entre sus patas delanteras, guardaba algo. Se subió a la escalera, sorprendido de que la cama no se hubiese caído ya, y cogió con delicadeza lo que el animal atesoraba. Era un colgante. Tenía los doce símbolos del zodiaco grabados en oro sobre un fondo negro y el signo de Aries en el centro. Lo comprendió todo, Lauren era el carnero. Porque Lauren era Aries, y Aries era el Carnero.

- No voy a dejarte sola - aseguró.

El animal no dejaba de observarlo con atención y Theo tuvo que apartar la mirada. Así que, esta vez mirando hacia la pared que tenía en frente, prosiguió con todo lo que tenía que decirle.

- Yo te esperaba, pero estabas tardando bastante en salir - empezó - Le pregunté a uno de tus amigos, y me dijo que te habían puesto un parte y que la charla que la directora y tu profesora de francés te estaban dando iba para rato.

   »Yo tenía prisa por volver a casa, y pensé que no te importaría. Además, conociéndote seguro que ibas cabreadísima - sonrió nostálgico, recordando - Vi un chico esperando en la puerta, y su cara no me sonaba de nada. Pensé que sería el primo de alguien o algo así, el caso es que no le di importancia.

   »Después de eso, no volví a verte. Y, de alguna manera, supe que había sido él. Aquel chico rubio que se quedó esperandote cuando yo no lo hice. La tristeza de que ya no estuvieras dio paso a la rabia de que podía haberlo evitado con el simple hecho de haberte esperado.

   »Y, ahora que estás aquí, no puedo perderte de nuevo, ¿entiendes? Si te pasara algo me sentiría culpable el resto de mi vida por no haberte acompañado por tener una herida en el hombro. Puede que no vuelvas, Lauren. Serás Aries y todo eso, pero no creo que puedas detener balas. Y ese hombre iba armado.

El carnero asintió. Entendía su punto de vista, pero Theo tenía que entender el suyo. Con esa herida de bala en el hombro sería un blanco fácil, y ella sería la culpable si a él le pasaba algo por haberlo metido en un mundo al que él no pertenecía.

Su corazón se dividía, no quería ponerlo en peligro, pero deseaba que estuviera a su lado. El carnero colocó la cabeza sobre sus patas y cerró los ojos. Theo estaba sentado a su lado. Sin pretenderlo, los cuernos del animal rozaron el hombro herido del chico. Entonces Aries, sin darse cuenta, comenzó a expulsar energía. Sus cuernos retorcidos se tornaron rojos, y empezaron a calentarse.

Theo permaneció callado, no sabía qué decir. El hombro empezaba a escocerle bastante, pero no dijo ni una palabra. El carnero le proporcionó parte de su energía, transformada en calor, para que las células del chico se recuperaran con mayor velocidad. En unos minutos, la herida se había cerrado, y tan sólo quedó una cicatriz.

Él no podía hablar. No era capaz, no sabía qué decir. Entonces, el carnero se le echó encima. Pero, cuando cayó sobre él, ya era una chica. Lauren rodeó el cuello de Theo con sus brazos, y empezó a medio reírse medio llorar contra su pecho. Estaba feliz, ambos lo estaban. Aunque siguiera siendo peligroso, él la acompañaría y ella no pondría ninguna pega. Porque también quería que fuera con ella, no quería estar sola.

- Lo conseguiste - susurró Theo con ternura, mirándola a los ojos.

Lauren se vio reflejada en aquellos iris color miel, que parecían caramelo líquido y eran tan dulces como este. No se lo pensó. Ninguno lo hizo. Como por instinto, o quizá por accidente, sus labios chocaron en un potente beso.

Aries (Doce Elegidos I) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora