(20) Miedo

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Josh se asustó al ver al agente Carter en el suelo, apretándose la pierna por encima del muslo que no le dejaba de sangrar. Theo también tenía una grave herida en el brazo, de la cual tampoco paraba de salir sangre. El tipo que lo agarraba era peligroso, pero no podía hacer nada. Si se iba de allí podía resultar herida más gente, o incluso los que ya lo estaban podían morir.

Y, en realidad, no sabía que iba a hacer para impedirlo, pero no podía huir como un cobarde, porque estaba seguro de que unas horas más no cambiarían nada con respecto a Lauren. Además, qué iba a decirle cuando la encontrara, si lo conseguía. ¿Que había dejado morir a Theo? ¿Al vecino con el que se llevaba genial y que había sido casi un hermano para ella? No, no podía.

Entonces, vio como Theo se levantaba del suelo. Cruzaron sus miradas, y Josh entendió perfectamente que iba a intentar pedir ayuda, pero que él tendría que distraer al que los había disparado si no quería acabar muriendo. Ambos asintieron, sabían lo que tenían que hacer.

Josh se libró del agarre del hombre con esfuerzo, pues lo hacía tan fuerte que había llegado a creer que le cortaría la circulación del brazo. El policía lo miró con desprecio y asombro, le parecía extraño que hubiera logrado zafarse de él tan fácilmente. Dejó de mirar a los heridos y se dio la vuelta para encararse con Josh. Este vio cómo, detrás del hombre, Theo se levantaba con dificultad, intentando no hacer ruido, y salía despacio de la comisaría, en busca de ayuda.

- Tranquilo chico, no vas a morir, de momento - amenazó - Te necesito vivo, me serás útil más tarde.

Le sonrió como lo hacía él, de manera lúgubre y siniestra, que inspiraba de todo menos confianza o simpatía.

- No me das miedo - afirmó Josh con un tono neutral.

- ¿Seguro? - añadió el hombre, con una sonrisa burlona.

Entonces, le puso la mano en el hombro y le clavó las uñas en el hueco de la clavícula. El chico se encogió e intentó defenderse como pudo, pero fue inútil. Le dolió tanto que se desmayó.

Un pequeño niño rubio corría hacia los brazos de sus padres, cuando volvía del colegio

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Un pequeño niño rubio corría hacia los brazos de sus padres, cuando volvía del colegio. La mayoría de sus compañeros eran más grandes y fuertes que él, pero a la familia no le importaba. La mochila que llevaba en la espalda también le quedaba enorme, pero no podía coger otra más pequeña porque sino no le cabían los libros. Era un chico de radiante sonrisa, feliz por la vida que tenía. Amaba a sus padres y no se quejaba de casi nada.

Un día, salió del colegio como de costumbre, pero sus padres no estaban allí para recibirle con los brazos abiertos. En lugar de eso, era su tía la que lo recogió aquel día. No le gustaba, era muy recta, muy estricta y casi nunca sonreía. Al niño, que sólo tenía cinco años, le daba bastante miedo porque se parecía a las brujas sobre las que trataban algunos cuentos que leía. "Tus padres no van a volver" fue lo que le contestó cuando él le preguntó dónde estaban.

Unas semanas después, ya estaba en la escuela zodiacal. Su tía era aprendiza de Géminis, pero nunca llegó a encontrarla. Quizá por eso no sonreía nunca, porque había perdido todo su entusiasmo en un sueño que jamás llegó a hacerse realidad. El pequeño fue aprendiendo de todo sobre Aries y el fuego, su elemento. Cuanto más estudiaba, más le fascinaba aquel signo. Valiente, sincero, sin miedo, pero con dificultades para controlar su ira. La felicidad y el recuerdo de ver su sueño cumplido desaparecieron en ese momento, y sólo recordó el miedo y la ansiedad que le provocaba acabar como su tía. Porque no tenía a nadie de referencia, no tenía unos padres que le enseñaran lo que estaba bien o mal.

Entonces, Josh vio a sus padres en la lejanía. Corrió a abrazarlos, como hacía cada vez que salía del colegio cuando era pequeño. Pero, cuando llegaba junto a ellos, se desvanecían entre sus brazos. Estaban tan cerca y a la vez tan lejos... Los tenía ahí, los podía ver, pero no podía tocarlos ni abrazarlos. En cuanto se acercaba, desaparecían como niebla. Cayó al suelo de rodillas, no podía soportarlo. No podía ser real, tenía que ser una pesadilla, tenía que despertar... Pero no lo conseguía y la opresión que sentía en el pecho tampoco desaparecía.

Aries (Doce Elegidos I) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora