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El frío se colaba por sus huesos.
Al despertar notó la presión de las cadenas sobre sus muñecas y tobillos. Su primer instinto fue moverse e intentar hacer las cadenas ceder, pero no pudo, estaba totalmente inmóvil. Los grilletes que llevaba iban desde sus muñecas y tobillos hasta las paredes de la habitación, formando una especie de cruz y obligándolo a estar tirado en el suelo con los brazos y piernas separados.

Intento abrir sus ojos para situarse, pero al hacerlo noto una leve presión. Sus ojos estaban vendados. Pero no solo su vista se encontraba anulada, sino también su voz. Estaba amordazado. No podía pedir ayuda. Y aunque en esos pocos minutos en los que empezaba a ser consciente de como se encontraba no había pensado en pedir ayuda, el hecho de que esta fuera negada antes siquiera de intentarlo le robó la pequeña chispa de esperanza que aún conservaba en su interior.

A pesar de ser una situación difícil estaba todo lo tranquilo que una persona secuestrada, atada y amordazada puede estarlo, pero eso era porque aún no se había dado cuenta de un pequeño detalle.
El tacto pegajoso y rasposo del suelo se notaba contra su piel.
Una piel desnuda.

De repente se sintió vulnerable. Sintió que realmente estaba a merced de su secuestrador y su pulso empezó a acelerarse drásticamente.
No le importaba que le torturaran. No le importaba que lo mataran de hambre o de sed. No le importaba que lo mutilaran. Ni siquiera le importaba que lo asesinaran. Al fin y al cabo era un ser que no contribuía​ de ninguna manera al planeta, que solo hacía daño a quien le rodeaba, que no era capaz de ser amado ni era capaz de amar. Era un ser que solo aportaba cosas malas, ¿Por que merecería vivir? Si bien morir era algo que a todo el mundo le asusta, para él no era así, se sentía especialmente atado a la parca. A fin de cuentas eran centenares las veces que había pensado en lanzarse a sus brazos y besar sus labios para dejar de una vez este mundo al que no pertenecía. Si su secuestrador lo mataba, puede que incluso le hiciese un favor.

Pero sin embargo su pulso se había acelerado. Aunque todo eso no le aterraba demasiado pensar que estaba expuesto a su contrincante y que este podía hacer lo que quisiese con su cuerpo le ponía los pelos de punta. No quería ser violado.

Un golpe fuerte lo saco de sus pensamientos. La puerta se había abierto, o al menos eso parecía por el sonido.
Se escucharon unos pasos firmes. Cada vez estaban más cerca de él.
Debía mantener la calma, no podía demostrar su nerviosismo. No podía perder la batalla antes de empezar.

De golpe los pasos se detuvieron, y lo hicieron bastante cerca de él. Pasaron cinco segundos y no pasaba nada, ¿que era lo que pretendía? Si quería que le suplicara que le liberase había dado con el testarudo equivocado.
Sus manos se posaron sobre su nuca y aflojaron la mordaza que llevaba quitándola casi por completo y a continuación hizo lo mismo con la venda que cubría sus ojos.

Al abrirlos la poca luz que había en la sala debido a una única bombilla lo cegó. Hizo un esfuerzo para enfocar la vista, y al hacerlo se encontró con un hombre. Joven, de unos veinte años. Pálido. De complexión más bien delgada y no demasiado alto. En un combate cuerpo a cuerpo estarían igualados, quizá incluso podría vencerlo y salir de allí, pensó. Sus facciones estaban bien marcadas y su pelo era rubio, practicante blanco. De hecho, entre la piel y el cabello casi parecía que tuviese albinismo.
A pesar de llevar camiseta, en sus muñecas se podía apreciar unos tatuajes que, intuía, continuaban a lo largo de sus brazos.
Nada de eso le intimidó, pero hubo algo que si lo hizo. Las miradas de ambos se encontraron. Su mirada no era corriente. Sus pupilas eran negras como el carbón y sin un ápice de brillo. No se podía leer nada en esos ojos inertes. No había ninguna expresión. Ni emoción, ni tristeza, ni compasión, ni felicidad. Nada. Aquellos ojos rasgados casi gatunos no expresaban nada.

-¿Cómo te llamas?- Su voz era grave, más de lo que se esperaba.
-¿Por qué debería contestarte?-
-Vaya.. parece no va a ser tan sencillo esta vez.- Lo había dicho casi en un susurro, pero lo había podido escuchar perfectamente. ¿A que se refería con eso? ¿A caso ya lo había hecho más veces? Si el no era su primera víctima ese chico definitivamente era una especie de psicópata o algo por el estilo.

Estocolmo »YoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora