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Cuando el chico tatuado entró, el fuerte sonido de la puerta metálica contra la pared lo despertó. Más que despertarlo lo puso en alerta. Todos sus sentidos se habían activado y de repente el miedo y la adrenalina volvían a él. Su cuerpo reaccionó al instante al sonido de sus pasos; deshizo la postura fetal y escuálida en la que se encontraba y, rápidamente, la substituyo por una firme y erguida. Se encontraba de rodillas y con la espalda recta pero con la cabeza gacha.

El miedo, por segunda vez en lo que llevaba en ese lugar, se había apoderado de él. De repente los recuerdos de la noche anterior lo atropellaron como una apisonadora. Ahora no solo su cuerpo sabía lo que pasaba sino que su mente también lo hacía.

En su cabeza las palabras perra o me das asco no paraban de repetirse. Como si fuera un CD rayado del que no te puedes deshacer. Sin embargo, aunque esas palabras le dañaban, no era algo que él no se dijera a diario, incluso antes del secuestro. A pesar de eso, se sentía diferente, no era lo mismo decírtelo frente al espejo como si tu mismo fueras tú propio enemigo a que te lo diga prácticamente un desconocido.

Se sentía diferente. Era diferente. Esas palabras lo tuvieron llorando hasta quedarse dormido. Si bien no habían sido las únicas causantes de su sufrimiento, como era obvio, habían empeorado significativamente la situación.

Yoongi se encontraba parado a unos metros de él con el ya habitual plato de arroz y pollo en sus manos. Cuando lo vio en esa posición tan sumisa se sorprendió. Por lo general, en todas las visitas que había hecho a ese zulo, Hoseok no reaccionaba a su presencia.

Camino lentamente hasta llegar a donde se encontraba el contrario. Una vez allí se puso en cuclillas para llegar al nivel en el que se encontraba Hoseok y poder mirarlo a los ojos para empezar una guerra de miradas desafiante una vez más, pero no era posible, porqué Hoseok no lo miraba. Su mirada se encontraba fija en el suelo.

Yoongi dejó el plato en el suelo. Puso la mano en la mandíbula de Hoseok con delicadeza y levantó su cabeza suavemente. Cuando Hoseok sintió el tacto un escalofrío recorrió su columna vertebral. Sus manos estaban siendo delicadas, pero en el fondo Hoseok sabía que estas solo escondían ira y asco hacia él. Su mano solo estaba posada sobre su mandíbula, pero él no podía dejar de sentirlas sobre su cadera, sobre su pecho, agarrando su cabello, sobre su espalda. Su cuerpo estaba impregnado por esas manos, y eso le repugnaba.

Antes de poder darse cuenta una lágrima comenzó a resbalarse por la mejilla de Hoseok de manera serena y calmada. Como si no tuviera prisa por caer. Como si quisiera ser vista por el contrario. Hoseok temía que si este lo veía llorar se enfadaría otra vez con él, pero no fue así.

Cuando Yoongi consiguió levantar la cabeza de Hoseok para mirarlo a los ojos, pudo sentir en las llemas de sus dedos algo húmedo. Sus mejillas estaban mojadas. Hoseok lloraba. Lo hacía de una manera callada y nostalgica, no como la noche anterior con chillidos y pequeñas toses espontáneas.

Hoseok alzó la vista, expectante de lo que podría hacer Yoongi ahora que sabía que seguía siendo el mismo ser indefenso y llorica, pero, al contrario de lo que Hoseok pensaba, como si de un impulso se tratara, Yoongi acercó su mano libre al rostro de hoseok y acunó su mejilla en esta. Estiró su dedo pulgar y comenzó a acariciar su mejilla, limpiando sus lágrimas con su mirada conectada a la de Hoseok. Esta vez no de una manera desafiante.

Cuando pasaron unos diez segundos, que habían parecido más bien diez minutos Yoongi se levantó y se dió la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta para volver a irse, pero un sonido lo detuvo. El sonido de la voz de Hoseok.

-Espera.- pronunció el menor con la voz quebrada.- No te vayas-

Yoongi se giró y lo miró de manera interrogante.

-No me dejes solo. Si paso otro minuto más aquí solo juro que me volveré loco.-

-¿Y porque demonios debería importarme eso a mi?- Yoongi no entendia nada. ¿A caso no era mejor estar solo y loco que en su compañía? Siempre le habian enseñado que nadie nunca querría que él lo acompañara, pero, ¿Por qué Hoseok le pedía que se quedase?

-Por favor.- Fue lo único que el menor pudo responder.

Yoongi se le quedó mirando unos segundos. Este se acercó con paso firme al contrario, pero en vez de pararse donde él se encontraba siguió caminando hasta donde se encontraba la cerradura que unía la cadera ligada a su tobillo con la pared. Sacó una llave del bolsillo de su pantalón y abrió la cerradura. Agarro el extremo de la cadena y la unió con el grillete que llevaba Hoseok en el tobillo contrario, dejándolo libre pero impidiéndole correr o hacer movimientos bruscos. Yoongi cogió a Hoseok del brazo y lo levantó del suelo.

Hoseok no entendía nada. Estaba expectante por saber lo que pasaría.

Una vez estuvo erguido sobre sus dos pies, Yoongi comenzó a caminar con su agarre aun puesto sobre el brazo contrario y hizo que lo siguiera.

Salieron por la puerta metálica como aquella vez que lo había llevado al baño para ducharlo. Caminaron de nuevo por aquel oscuro pasillo que esta vez se encontraba más iluminado por la luz que entraba por debajo de las puertas. Hoseok supuso que esta vez era de día y que quizá la otra vez era de noche o por la tarde.

En vez de entrar a la puerta por la que habian entrado unos dias atras, Yoongi continuó caminando hasta dar con la última puerta al final del pasillo. En lugar de estar a un lado del pasillo, esta se encontraba frente a ellos.

Cuando Yoongi abrió la puerta una fuerte luz lo cegó. Cuando pasaron unos segundos y pudo recuperar el sentido de la vista se encontró con un pequeño patio. Pese a que sus ojos le dolían por haber estado tanto tiempo sin ver la luz del sol consiguió fijar su vista y ver los detalles de aquel patio.

Tenia una forma rectangular, no era demasiado grande, pero tampoco demasiado pequeño. El suelo era de madera y en el centro de este había un árbol, concretamente un cerezo. las paredes de este eran también de madera, tenían unas cuantas enredaderas sobre ellas,y se elevaban hasta no dejar ver que había a los lados de ese patio. En algunos puntos estratégicos había unas cuantas macetas con flores de diversos colores.

Sin poder evitarlo Hoseok puso su vista en el cielo. Había unas pequeñas nubes blancas adornando el cielo azul, que se encontraba radiante, puesto que el día era maravillosamente soleado. Hoseok estaba completamente hipnotizado, la atmósfera era genial, parecía casi un sueño, y no la pesadilla que había estado viviendo toda la semana.

Una pequeña brisa de aire tocó su piel, y sin poder evitarlo cerro los ojos e inspiró fuertemente el aire de la mañana. Parecía que había desaparecido del mundo, como siempre había querido. Su alma, raramente, estaba encontrando algo de paz.

Hoseok abrió lentamente los ojos para encontrarse con la mirada intimidante de Yoongi. Hoseok le aguantó la mirada como la primera vez que lo vió.

-Volvamos.- Yoongi sacó a Hoseok de allí y volvieron a aquella oscura habitación que ambos, por causas diferentes, se sabían de memoria.

-¿Por que lo has hecho?- le pregunto tímidamente Hoseok una vez que tuvo su tobillo nuevamente unido, mediante la cadena, con la pared.

-Me gustan los juguetes movidos.- Hoseok no entendía nada. -No quiero que hagas mi trabajo. Yo seré quien te derrumbe y acabe contigo. No permitiré que seas tu quien lo haga-.

Para Hoseok, y aunque era contradictorio, eso había sonado extrañamente romántico, y lo peor de todo es que no le había molestado ni intimidado, le había hecho sentir especial.

Yoongi se dio la vuelta y salió de la habitación antes de que Hoseok reaccionara y le hiciera otra pregunta.

Cuando te vi llorar, por primera vez sentí lo que es la compasión, le hubiera respondido Yoongi si fuera alguien que dice la verdad.


Estocolmo »YoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora