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La luz de la mañana se colaba entre las cortinas rojizas colocadas en las ventanas laterales de la habitación de Yoongi. Pequeños rayos de sol lograban penetrar más valientemente la superficie de tela, y, pese a lo mucho que Hoseok no quería, consiguieron llegar hasta sus ojos en ese momento cerrados.

Con un suspiro profundo y una inhalación intensa de aire Hoseok despertaba de su sueño. Antes de abrir los ojos y comenzar un nuevo dificil de superar al anterior, el chico se dio cuenta de que el cuarto no estaba en un pacífico silencio, al contrario. En la habitación resonaba una base musical algo relajante pero extrañamente cautivadora, después, sin previo aviso pero como si siempre hubieran estado allí, comenzaron a sonar unos violines, acordes de piano, y arpas afinadas. Cada segundo que pasaba era más hermoso. Quería escuchar más. Necesitaba escuchar más. Pero en cuanto se incorporó un poco la música paró repentinamente.

-¿Ya te has despertado?- Yoongi le observaba desde su escritorio, justo frente a la cama. Al parecer había sido él quien había parado la música que había puesto en su ordenador.

-Mhm, si- Hoseok, por primera vez desde que conoció a Yoongi se sentía algo incómodo.

Quizás era porque cuando Hoseok se encontró con la cara de Yoongi no pudo hacer otra cosa que recordar como era la sensación de su cuerpo jadeante contra el suyo, o tal vez porque cuando escuchó su voz aquella mañana la había notado extrañamente familiar, aunque claro, después de susurrarle al oído mientras lo tocaba la noche anterior, su voz se había quedado tan patéticamente grabada en su cabeza que cualquier intento de que esta sonara desconocida sería un fracaso para Hoseok.

-¿Tienes hambre?- antes de que Hoseok pudiera decir algo el rubio se levantó de la silla y se acercó al armario a la derecha de la cama. -Verás, me encanta verte sin ropa- sonrió levemente Yoongi mientras movía sus ojos sobre el pecho aún desnudo del moreno.-Pero creo que para bajar a desayunar deberías ponerte algo encima.- Yoongi le arrojó un par de prendas sobre la cama.

Tierra trágame pensaba Hoseok. Estaba muerto de la vergüenza. Con la cara totalmente roja se puso la ropa lo más rápido que pudo, pero por mucho que quisiera, no se podía librar de la atenta mirada de Yoongi mientras lo hacía.

Yoongi estaba pasando el mejor rato de su vida: le encantaba poder apreciar el cuerpo del contrario con la luz del sol, podía apreciar mucho mejor cada pequeño y hermoso detalle de él. Aunque sin duda, lo mejor de todo era la expresión de vergüenza y timidez que tenía el chico al cambiarse.

Yoongi sabía que incluso la punta de uno de sus pelos tenía un poder increíble sobre el menor, y le encantaba saberlo. Era cómo volver a saber que tenía el poder.

Lo que, sin embargo, Yoongi no sabía o no quería creer era que cada célula del cuerpo de Hoseok podía embriagarlo por completo y hacerle perder la cordura en un instante.

Hoseok se levantó de la cama y con sus pies aún descalzos que acariciaban el suave y frío suelo, totalmente diferente de su "pequeña habitación", se acercó caminando hasta el rubio. Cuando estaban a escasos metros Yoongi movió su brazo hacía atrás, hacía Hoseok, abriendo su palma: en otras palabras, Yoongi le ofrecía su mano. Sin darse cuenta ni siquiera, el moreno entrelazó sus dedos con los del contrario y siguió su paso con confianza.

La mano de Yoongi se sentía fria, muy fria.

La mano de Hoseok se sentía cálida, muy cálida.

La piel de Yoongi chocaba contra la de Hoseok y calmaba todo su calor. los dedos de Hoseok calentaban las inertes manos de Yoongi, haciendo que su circulación volviera a correr de una manera como la que hacía mucho no corría.

Estocolmo »YoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora