Aviso: este capítulo describe un poco de la vida de Hoseok antes del secuestro, concretamente el día que pasó.
El infernal ruido del despertador lo despertó. Cuando sonó el primer acorde sus ojos se abrieron. Estaba tan acostumbrado a ese ruido como a su lamentable rutina.
Ese aparato era su peor enemigo. Era su enemigo porque lo devolvía a la realidad. Una vez Hoseok se dormía podía descansar. No solo físicamente, sino también psicológicamente. Cuando dormía no soñaba, solo estaba todo en negro. No sentía nada. Y eso era lo que más le gustaba.
Le gustaba dormir. Le gustaba estar ausente y olvidarse del mundo. Una vez despertaba ya nada era lo mismo.
Despertarse, ir a la universidad, comer, estudiar, dormir, repetir.
Aunque la parte de ir a la universidad y de estudiar era una verdad relativa.
Si bien iba a la universidad, había semanas en las que brillaba por su ausencia o días en los que desaparecía a mitad de clase sin dejar ni rastro de que alguna vez estuvo allí.
Por otro lado, aunque estudiaba y aprobaba, sus notas no cumplían con los requisitos. Estudiaba, es cierto, pero no lo suficiente. Casi nunca hacia la tarea y en las clases siempre estaba en las nubes. Historia del arte no era tan apasionante como pensaba.
Cuando llegaba a su casa lo último que le apetecía era ponerse a trabajar.
Él sabía que con esos exámenes se jugaba su futuro, sabía que debía dar lo máximo de si mismo, y quería hacerlo, pero no lo hacía, su desmotivación era enorme, pero el pensaba que ya se pasaría.Se quitó las legañas de los ojos, fue directo al baño y abrió el grifo de la ducha. Mientras esperaba a que el agua se calentara se quitó la ropa y se miró en el espejo.
Tenía unas leves pero definitivamente notorias ojeras en sus ojos. Sus labios estaban agrietados y inchados ya que acababa de despertar.Miro detenidamente sus ojos, como si la persona delante del espejo fuera otra totalmente diferente a él.
La persona reflejada le sonrió con cinismo, con superioridad. La persona delante de él le decía -me das asco- cada día. Esa persona controlaba su vida.Cuando acabó de examinar su rostro se metió dentro de la bañera y se dió una ducha que pretendía ser rápida. Y digo pretendía porque una vez que entraba, la paz que le envolvía cuando el agua impactaba contra su cabeza y cuerpo era tan grande que todos sus pensamientos se esfumaban.
A los quince minutos salió y comenzó a vestirse. Su ropa de cada día consistía en una sudadera cualquiera y unos tejanos, generalmente rotos.
Salió de la casa y se encaminó hacia la universidad, pero a medio camino cambió de opinión y se dirigió a la cafetería más cercana. Ese día no tenía la intención de ir a clase. Tampoco prestaría atención si iba, así que no tenía nada que perder.
Agradeció haber entrado allí, pues nada más entrar pudo ver un gran escaparate repleto de comida deliciosa. Hacía mucho tiempo que no desayunaba o comía en condiciones. Hoy no iba a ser uno de esos días. Aunque no hiciera nada productivo al menos disfrutaría de la comida.
Hoseok se sentó en una mesa y en menos de un minuto ya tenía un plato con huevos revueltos, carne y algo de arroz.
Mientras comía disfrutaba de las vistas que le brindaba la ventana. Un parque lleno de cipreses perdiendo la flor a causa del frío que acompañaba el otoño.Dicen que las personas que miran al cielo durante veinte minutos cada día son más felices.
Hoseok lo intentaba. Era como su terapia. Cuando estaba muy mal se concentraba en contemplar el firmamento independientemente de si era de día o de noche.Allí estaba él, contemplando al cielo y sonriendo como un estúpido enamorado. Realmente funcionaba. Funcionaba por esos breves veinte minutos, y a veces incluso durante un poco más.
El cielo le daba paz. Le regalaba todo lo que no tenía sin pedirle nada a cambio. Cuando lo observaba se olvidaba de todo.
Se olvidaba del estrés y la presión de la universidad, se olvidaba de su familia y de sus amigos.Más bien de sus no amigos. Hoseok no tenía amigos. Era triste pero cierto. Nunca había tenido nadie a quien contarle todos sus secretos, miedos e inquietudes. Siempre se lo había guardado todo para él. Era como una caja de Pandora que algún día explotaría.
Nunca había salido de fiesta, pues nunca le habían llevado. Era el típico friki del instituto al que todo el mundo mira como bicho raro y no quieren tocar ni con un palo. No había experimentado lo que era beber o bailar sin pudor alguno. Nunca había ligado con algún desconocido o desconocida ni se había insinuado a su amor platónico borracho en un baño. Nunca le habían incitado a probar drogas, ni siquiera tabaco. Nunca había conocido a nadie que acelerara su pulso de una manera especial. Nunca había tenido sexo y mucho menos se había enamorado.
No tenía amigos que le llevarán por el "mal" camino. No tenía vida mas que estudiar y dormir.Parecía una idea estúpida, pero ese simple hecho; el hecho de no tener amigos, le cerraba todas las puertas de la experiencia.
Y Hoseok no podía pensar en otra cosa. No podía pensar en que tenía 22 años y no había dado un mísero primer beso.
Se consideraba un desastre de persona. Creía que si no había pasado nada hasta ahora, no iba a pasar nunca. Había aceptado que nadie podía amarle. El tenía mucho amor para dar, pero nadie parecía querer recibirlo.Su mente siempre estaba bloqueada por ese sentimiento de soledad. Y si ese no era el que ocupaba su cabeza el recuerdo de que no era lo suficientemente bueno para su carrera volvía.
Pero cuando sus ojos se posaban sobre las nubes esponjosas y las estrellas brillantes, no había otra cosa que le importara que ese momento.
Al pasar los veinte minutos Hoseok dejo de mirar por la ventana para girarse y pedir un café a algún camarero. Cuando giró su cabeza pudo ver de reojo a un chico encapuchado tres mesas más a delante que él. Se veía concentrado en leer la carta mientras escuchaba música. Sin embargo, sin saber Hoseok de que forma consiguió atraer su atención. Tenía un aura especial. Diferente.
El chico encapuchado subió la mirada y ambos hicieron contacto visual.
A penas fueron dos segundos, pero cuando sus miradas se conectaron Hoseok sintió el dolor del otro hombre. Parecía que estaba en la misma situación que él. Que, aunque no lo conociera, estaba sufriendo igual que él. Quizás no por los mismos motivos. Quizás sus mundos eran totalmente diferentes. Pero en esos bastos dos segundos pudo sentirse acompañado y conectado con su oponente. Y algo dentro de él le decía que el otro chico pensaba igual.
ESTÁS LEYENDO
Estocolmo »Yoonseok
Hayran KurguDonde Hoseok es secuestrado por Yoongi. » Síndrome de Estocolmo: Trastorno psicólogico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en desarrollar una relación de complicidad y fuerte vínculo afectivo con el secuestrado...