Cuarta parte.

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Harry frunció el ceño con curiosidad al oír el aviso. Era extraño que se hicieran ese tipo de cosas en Hogwarts, más cuando, hace una semana, fue la bienvenida y la selección de casas para los de primero, aunque, tal parecía, esta ocasión también era diferente a las anteriores.

—Es raro —comentó viendo al castaño, casi rubio, en frente a todo el gran comedor.

—Papá me dijo que era un familiar lejano —comentó Draco, el tono que usó dejaba en claro que algo no estaba bien—, me explicó que es hijo de la prima de mi abuelo. Lo más extraño es que no hay nadie con ese nombre en el árbol genealógico de los Malfoy.

—Los Sayre son descendientes de Isolt Sayre, una de las fundadoras de Ilvermorny, lo raro es que venga de Durmstrang...

—La familia Sayre se tuvo que mudar por la casa de brujas —interrumpió Pansy a su amigo Zabini—, desde 1250 que se ocultan por esa causa, tal parece que se traumatizaron por los sucesos.

—Tal vez ya salieron a la luz —susurró Harry mirando al chico. Sentía como su magia lo llamaba a él, como le exigía que se acercara al dueño de los hermosos ojos miel.

Sentía como su magia quería conectarse con la de aquel individuo, tal y como pasó en el tren.

—Es extraño —susurró el rubio acercándose a su mejor amigo—, no me lo vas a negar.

Harry miró al Malfoy menor y se encogió de hombros, el director Dumbledore había explicado que era un alumno de intercambio permanente de Durmstrang y que, debido a ciertos sucesos que atrasaron su llegada a Hogwarts, su selección sería ese mismo día. Era una lástima que fuera lunes y estuvieran perdiendo la clase de Transformación por eso.

—¡Slytherin! —gritó el Sombrero Seleccionador.

La magia del azabache bailó con alegría por su cuerpo al saber que estaría cerca de aquella persona, tal vez podría hablarle. Deseaba hacerlo, pero esperaría a que fuera en una buena ocasión, no debía parecer ofrecido al primer momento que se encuentre con el hermoso y nuevo Slytherin.

El joven se dirigió a la mesa de las serpientes y Harry decidió mirar hacia frente, viendo como su amigo de Gryffindor esperaba con ansias la comida. No quería seguir mirando al joven que, seguramente, formará amigos con rapidez dentro de Slytherin. Ese pensamiento formó un revoltijo de emociones dentro de su cuerpo. Thomas Sayre no debía hablar con alguien más que no sea con él, nadie debía tener el privilegio de ser amigo de semejante chico, menos cuando el chico debía ser suyo.

—¿Les molesta si me siento aquí? —preguntó una sutil voz tras Harry.

—¿Tú, el chico más guapo de Hogwarts, molestarnos con tu presencia? —preguntó Pansy sonriendo— ¡Claro que no!

La angelical risa llegó a los oídos de Harry, calmando el deseo de matar a su amiga por haberle coqueteado a su presa.

—Gracias —respondió sentándose al lado del azabache.

El ojiverde miró a la persona a su lado y se encontró con la sonrisa encantadora del joven de nuevo ingreso. Algo dentro de su estómago se revolvió, haciéndolo sonreír de vuelta.

Su magia se movió con brusquedad dentro de él, pero Harry la sostuvo con fuerza. No dejaría que pasara lo mismo que pasó en el tren una semana atrás, eso le había tomado desprevenido y no sabía que problemas traería en el futuro, aunque lo supo el jueves cuando, por estúpido, le tomó más atención de la debida a la soledad que recorría su cuerpo, a aquella sensación de frío que le apoderaba cada hora del día.

—Thomas Sayre, un gusto —se presentó con cortesía.

—Pansy Parkinson —se presentó la única chica dentro de su grupo.

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