Décima parte.

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Los días habían pasado con rapidez para los dos jóvenes Slytherin, viendo como el tiempo parecía cobrar vida y emprendía vuelo frente a sus ojos con tal sigilo que no se daban cuenta de la hora hasta que sus amigos iban a buscarlos o entraban a su habitación para dormir, interrumpiendo el hermoso momento que habían creado. Dentro del enorme y majestoso castillo el rumor -que había dejado de ser rumor para darle paso al hecho- de la relación de los dos chicos había corrido por todos los pasillos, no era como si le molestara a Armus, ni se hable de Tom, quien estaba más que feliz por poder mostrar a el mundo mágico que el niño-que-vivió era suyo.

—Maldición, el proyecto de Runas Antiguas —murmuró Armus deteniendo su paso—. Maldición, maldición, maldi...

Una suavidad en sus labios le hizo callar cualquier palabra que iba a salir de ellos, tragando con gusto todos sus pensamientos para sonreír en medio del beso.

—Creo que ya he perdido el significado de 'maldición' —anunció Tom sonriendo—. Vamos por tus cosas, amor.

—No me voy a mover hasta que vuelva a tener tus labios contra los míos —haciendo un puchero, Armus miró a su novio con fingido enojo.

Tom rió ante el berrinche de su pareja. Los alumnos que pasaban sólo sonreían al ver a la pareja del año, más cuando estaban en vivo y en directo, aunque no todos estaban de acuerdo con esa pareja, sobre todo las antiguas parejas (o pasatiempos, como les solían llamar) del ojiverde.

Algunos eran tan molestos que se creyeron capaces de espetarle en la cara del castaño lo bien que podía llegar a besar Harry o cómo se iba a dar cuenta de que sólo le estaba utilizarlo para olvidarles, cosa completamente estúpida si contamos que, después de un mes, Armus no había cambiado de pareja, como solía hacerlo antes de la llegada de Thomas. Era muy claro para la mayoría de los estudiantes, hasta de los maestros, que la pequeña serpiente de oro ya había encontrado a su compañero definitivo, hasta los Gryffindor más idiotas podían notar eso.

Lamentablemente para los valientes que se osaban en escupir en la cara de Tom todo sus momentos con el azabache terminaban en la Enfermería con el único recuerdo de dos ojos rojos mirándolos con burla.

—¿Besar a mi chico?—preguntó el castaño medio rubio frunciendo el ceño— No me bastará con tan sólo besarlo —bromeó.

—Podemos terminar en la habitación —contestó guiñando el ojo—, pero si no me das el beso puede que cambie de opinión...

Thomas Sayre se apresuró en invadir con un inundador cariño los labios de su pareja, oyendo como unos pequeños suspiros se oían a su alrededor, hasta que algo llamó su atención.

—¡Colin Creevey! —rugió el ojiesmeralda, un rugido que haría al mismísimo Godric Gryffindor orgulloso del Slytherin.

El mayor miró a su lado y vio a un chico de Gryffindor parado a su lado con una cámara en sus manos, apuntándoles con ella. Creevey casi dejó caer todo su peso en su trasero al ver como el novio de su héroe se acercaba a él y se posaba de forma amenazante, o eso pensaba la mayoría.

—¿Cómo salió?—preguntó sonriendo.

El Gryffindor sonrió de igual manera, le mostró la foto -la cual había salido de alguna parte de la cámara- y luego de la dio con alegría.

—¡Thomas! —chilló indignado Harry mientras miraba a su novio inflando los cachetes, haciendo a más de uno suspirar y querer maldecir al nombrado por dejar solo a un cosa tan adorable como lo era Harry.

—¡Harry! —imitó el mayor mientras caminaba a su dirección y le mostraba la foto— Dime, ¿acaso esto no es perfecto?

El Elegido se acercó a ver la foto y sonrió al ver a los dos jóvenes que salían en ésta besarse con cariño. Agarró su varita y, con un pequeño hechizo, hizo que la imagen se moviera, dejando a los dos novios fascinados por lo que veían.

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