Novena parte.

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—Maldito bicho escurridizo —gimió Tom recargándose a una pared después del ejercicio que hizo— ¡Maldición!

Tomando una bocanada de aire decidió volver a su habitación para poder descansar un poco, después de todo había pasado una semana sin poder descansar por la pequeña estrella brillante de Slytherin, quien de escabullía y desaparecía con tanta facilidad que le hacía imposible la tarea de ir tras él y explicarle lo que había pasado.

Caminó fingiendo no estar totalmente cansado y, en partes, derrotado. Armus había estado huyendo de él cada vez que se veían, hasta comía en su habitación para no verlo en el Gran Comedor, y ni Draco o alguno de los Slytherin le habían servido de mucha ayuda. Era jodidamente estresante.

Se dirigió a la Sala Común de Slytherin, necesitaba un descanso después de haber corrido por todos los pasillo de Hogwarts para atrapar al príncipe de las serpientes, el cual hacia honor a su nombre con tan solo una cosa tan pequeña como huir de Tom Riddle. Lo más sorprendete es que todo Hogwarts parecía no estar enterado -por primera vez- de la persecución de los dos chicos, era de extrañar, y de dar miedo, el hecho que algo tan obvio pasara desapercibido por los estudiantes, ¡hasta Dumbledore parecía no enterarse de su loco comportamiento!

Entro a la Sala Común sin mirar nada más que la entrada a las habitaciones de los chicos, tal vez, si se acostaba y descansaba lo suficiente es día, mañana podría atrapar a Armus sin ningún problema. Entró a su habitación dejándose caer a su cama con cansancio, era más molesto que las veces que veía a Chang en los pasillos y ésta salía corriendo sin ninguna discreción. Aunque, si lo pensaba bien, lo único positivo de esa situación es que los alumnos pensaban que se estaba volviendo loca con toda la carga que tenía en sus hombros, tanto académicas como familiares.

—¿Entonces sí me pasas el ensayo de Pociones?—la voz de Draco sólo lo hizo bufar. Tal parecía que no iba a poder descansar. 

—Lucius se enojará si se entera que te paso las tareas, a parte de...

Tom levantó la cabeza rápidamente y miró a Armus, quien le miró como si fuera un ciervo en la mira de un cazador, y esta vez el cazador fue más rápido que el ciervo.

—¡Petrificus totalus!—gritó segundos después que el ojiverde empujara a sus amigos para poder salir lo más rápido de la habitación, meta que no cumplió por el hechizo que impactó en su espalda.

Thomas miró a sus compañeros de cuarto con una sonrisa que, si bien era sádica y prometía dolor a quien se quedara, los invitaba a salir con una cordialidad digna de el heredero de Slytherin.

—Entonces—murmuró Theo sonriendo alegre—, ¿vamos a la Biblioteca para hacer el ensayo de Pociones?—Zabini asintió pasando por encima de su amigo paralizado sin preocuparse de nada.

—¿Qué? Pero Harry...

—Draco, por lo que veo, Harry no va a estar disponible para pasarte su ensayo, y sólo tienes una horas antes que Madame Pince nos saque a hechizos de la Biblioteca, te podrías quedar despierto toda la noche terminando el ensayo y perder un poco de tu preciada siesta—mientras Theo iba diciendo, la cara del heredero Malfoy se hacía más pálida—... ¡Oh! Y sin contar que mañana nos toca a primera hora Pociones. El profesor Snape se sentirá decepcionado de que su pequeño dragón no haya hecho una tarea tan simple como lo son sólo tres pequeños metros de...

—¿Qué haces ahí parado?—preguntó Draco gritando desde las escaleras de las habitaciones— ¡Si nos cierran la Biblioteca te mato!—gritó haciendo sonreír a Theo.

—Lo siento, Harry—se despidió saliendo detrás de Zabini de sus habitaciones.

La puerta se cerró tras Nott, quien puso unos ligeros hechizos para que su querido amigo Harry no saliera de la habitación como alma que se la lleva el diablo, ¡ah, sí! Y que su tan adorada amiga Pansy no llegase a molestar.

Nuestros destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora