Décima segunda parte.

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—Ya te he dicho que no —gruñó bajado las escaleras con el castaño tras él.

—Armus —rogó tratando de abrazar la espalda de su novio—, ya ha pasado mucho tiempo y muero por dentro...

—Tom, no —siseó esquivando el abrazo—. Estamos en mi casa, con mi familia y sin ninguna privacidad, pensé que sabías eso.

—Bueno, lo de privacidad me lo hubieras dicho antes —reclamó Tom recordando la vez que subió las escaleras y se encontraba a ciertos hermanos tratando de quitarse el calor de una forma muy eficaz en medio del pasillo—. No es como si nos debiéramos preocupar por eso...

—No quiero salir soltero, casi viudo, de estas vacaciones —comentó Armus inclinándose antes de pasar por la puerta del comedor—. Ten cuidado con...

Un golpe se oyó tras el joven seguido por las risas de dos adultos dentro de la habitación. Armus suspiró con pesadez antes de voltear a ver a su pareja y sonreír al ver como el cabello castaño/rubio de convertía en un rosa chillón en cuestión de segundos. El ojiverde no tardó en seguir las risas de sus padres mientras Remus ponía los ojos en blanco y se acercaba al invitado de su ahijado.

—Thomas, ¿te encuentras bien? —preguntó el licántropo quitando unas gotas de poción del cabello del joven. El nombrado asintió deseando matar a los padres de su querido novio. Algunas veces deseaba haber matado al maldito traidor de Regulus y al imbécil de Sirius en vez de a los Potter— No sé cómo no te has acostumbrado de estar un poco más atento a lo que te rodea dentro de esta casa.

—Bueno, uno no viene a la casa de su novio para ser atacado por dos desquiciados que se hacen llamar 'padres'—declaró tocando su cara.

Cualquier cosa podría afectar la poción que hizo para tener el cuerpo de ese adolescente, no quería que su Armus se diera cuenta de quién era realmente tan pronto, necesitaba hacer algo para que su estrella plateada se diera cuenta por sí mismo de su verdadero yo, y debía buscar la manera más sutil para que el menor no explotara o hiciera algún berrinche al saber la verdad, más cuando el antiguo Potter le había dicho todos y cada uno de sus secretos con tanta confianza de que tales secretos no llegarían a oídos ajenos y -¡ups!- llegaron directamente a los peores oídos.

—Ya, lo entiendo—aceptó Remus suspirando—. ¿Te ayudo o quieres estar con el cabello de un payaso todas las vacaciones?

—Su ayuda estaría muy bien recibida en estos momentos, señor Lupin.

Remus sonrió y lo encaminó a la sala para tener un poco más de comodidad y, lo más seguro, para dejar que su pequeño cachorro regañara a sus padres por tal broma... y por todas las que le han sometido a Sayre sólo por amar a su hijo como ninguna otra persona. Suspiró mentalmente, nunca creyó que esos dos se fueran unir por algo como el novio de Armus, pero realmente funcionó muy bien, ¡Merlín! La convivencia había cambiado dramáticamente desde la llegada del joven.

El licántropo sentó al chico en el sillón y empezó a hacer una hechizo diagnostico para saber cual era la poción que le habían hecho sus dos queridos amigos/hermanos.

—¿Te puedo recomendar algo?—preguntó con parsimonia mientras se centraba en la ligera poción que Sirius y Regulus le había al pobre chico. Tom asintió sintiéndose como un adolescente hablando con su padre, por alguna razón Remus Lupin representaba un padre frente a los ojos del Señor Oscuro, siempre ayudándole en lo que sea y regañando en las cosas que había hecho mal, y eso que sólo llevaban conociéndose aproximadamente dos semanas— Lo que estés ocultando, es mejor que se lo digas de una vez a Armus.

Tom Riddle abrió los ojos sorprendido -que se volvieron a cerrar tan rápido como se habían abierto- y miró al castaño frente a él con interrogación, ocultando muy bien su sorpresa.

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