Sexta parte.

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—Harry —llamó el castaño caminando hacia su amigo -y vaya que ahora sí eran amigos-.

El nombrado puso los ojos en blanco y miró hacia atrás, viendo como uno de los mejores Slytherin se acercaba a él.

—¿Qué quieres, Thomas? —preguntó abrazado su libro contra su pecho. Ya casi lo acababa, se había pasado estudiando esas 1207 páginas y, después de tanto tiempo, lograba comprender y avanzar con más rapidez su lectura.

Unos labios se colocaron en su frente mientras que una mano removía sus cabellos con cariño.

—Buenos días —saludó sonriendo. El rostro de Black se sonrojó levemente, escondiéndolo tras el enorme libro que traía entre manos—... y me puedes decir Tom —susurró en su oído—, aunque sólo tú tendrás el derecho de hacerlo.

El joven se sonrojó más, si es que eso era posible, y asintió con lentitud. Las cosas habían mejorado con el castaño días después de que Ómorfos llegara a su vida, dejando un lugar para Tom también. El pequeño de los Black había encontrado una interesante sección en el, no tan pequeño, libro que le había llegado en navidad, respondido muchas de las dudas que el pequeño Slytherin tenía sobre la magia y su funcionamiento de ésta. Era totalmente excelente que un mago se hubiera interesado en algo como eso, con tanta información, ya entendía porqué habían prohibido ese libro dentro de la comunidad mágica de Gran Bretaña.

Caminando al lado de su amigo, Harry se empeñó en ganar el tiempo que había perdido dejando de lado a los lindos ojos miel, sin contar de la información o de las miles de ideas que tenía el chico. Era increíble, casi imposible, que un chico de esa edad tuviera esa mente y hubiera leído tantos libros en su corta vida, hasta Harry, que la mayoría de su tiempo se centraba en tener su nariz metida entre las finas y delicadas hojas de un libro, había leído solo la mitad de los millones de libros que el adolescente mayor había leído.

Era imposible que Thomas Sayre se hubiera fijado en Harry Potter.

—Harry, ¿en qué tanto piensas? —preguntó el diluvio dentro de su cabeza— Estás muy perdido, si quieres descansar o te sientes mal, te puedo acompañar a la Enfermería, no me importaría perder las clases de hoy por estar contigo —comentó el castaño deteniendo su andar.

El azabache miró a su amigo con confusión, antes de entender las palabras que éste había dicho.

—No es necesario que pierdas las clases por mí —susurró—, a parte, me siento bien, no hay necesidad de ir a la Enfermería...

Una mano se coló por su espacio personal y se detuvo en su frente mientras el analizado fruncía el ceño confundido.

—No tienes temperatura alta —murmuró pensando—... Tal vez sea sólo el cambio de clima que te está atontando...

—Oh, querido, me está atontando algo más que el clima...

—¿Qué?

Armus se sonrojó al analizar sus palabras, ¿cómo había sido tan estúpido como para decir eso? ¡Y frente a Thomas! ¿Qué carajos tenía en la cabeza ese día?

—Las materias —recompuso—, las vacaciones han acabado hace mucho, pero los maestros parecen querer vengarse dejando más trabajos que tiempos libres...

—Oh, sí, me he dado cuenta —dijo Tom con la cabeza gacha, por un momento pensó que se refería él, ¿cómo pudo ser tan ingenuo?—, Severus a dejado veinte ensayos de un metro cada uno, ya no siento mi mano...

Harry asintió en acuerdo, pero mentalmente reprochó el hecho de como el castaño se refería a su maestro de Pociones, si tan sólo Snape lo escuchara... ¡Merlín! A él lo a castigado por no decir el 'señor' o 'profesor' antes de su apellido, no quería saber qué pasaba con aquéllos que decían su nombre.

Nuestros destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora