Décima novena parte.

10.8K 1.3K 192
                                    

—No quiero —chilló el menor haciéndose bolita en la cama.

Tom sólo puso los ojos en blanco y agarró la cintura del menor segundos antes de tenerlo en su hombro y llevarlo al cuarto al lado del que ya estaban. Armus se removió casi llorando en su hombro, la cama era realmente agradable y no quería despegarse de ella, el mayor casi podía sentir celos ante ese hecho, pero contando que la noche anterior le habían dado un muy buen uso, los celos no llegaron a su organismo.

Toooooom —siseó el menor en reproche.

—No, cariño —contestó riendo ante lo infantil que era su estrella—. Necesitamos bañarnos, estamos pegajosos.

—A mí no me importa —balbuceó haciendo un puchero.

Tom rió por lo bajo mientras entraba al cuarto de baño, dejando a su niño con delicadeza dentro de la pequeña tina muggle que se encontraba en el lugar. A Armus le gustaba la mansión Riddle, tanto que se casaría con Tom sólo para poder vivir ahí todos los días de su vida.

La mansión era grande, sí, pero las habitaciones no tenían más espacio del que necesitaban, el baño era grande, pero no lo suficiente como para tener una piscina dentro... Era reconfortable, cómoda y muy cálida. No necesitaba más para un hogar, aunque, claro, sólo faltaban sus padres gritándose desde la otra punta de la casa mientras Remus se reía de ellos mientras se comía lo que Kreacher cocinaba. Tal vez Tom aceptaría vivir con sus suegros, ¿no?

El agua empezó a recorrer su espalda y a llenar la tina mientras Tom empezaba a traer algún tipo de shampoo y jabones de alguna parte, a Armus no le importaba realmente, nunca había estado tan feliz en ese momento.

El mayor no tardó en meterse con él y empezar a lavarle el cabello con suavidad. El ojiverde simplemente se dejó, poniendo sus manos entre sus piernas y acercándose más al contrario mientras cerraba los ojos, queriendo más contacto. Anhelando la calidez que su cuerpo sentía.

—Eres precioso —suspiró el ojiazul sonriendo, acariciando los pequeños cabellos negros de su pareja—, mi hermoso Harry Potter.

El joven río ante eso y abrió sus ojos, dejando que los zafiros se conectarán con sus esmeraldas.

—Y soy sólo tuyo, Lord Voldemort.

El mayor sonrió de forma hambrienta antes de lanzarse hacia el más joven y atacar sus labios. Armus rió ante eso, no habían servido las horas que pasaron entre las cobijas de la cama para amortiguar el deseo que se había firmado entre ellos dos.

—Te amo —susurró Tom besando los labios del ojiverde—. Te amo —repitió besando esta vez su nariz—. Te amo —beso en la frente—. Te amo...

—Te amo —contestó el menor robando un beso a los labios del mayor, quien ya bajaba por su mejilla—. Te adoro —susurró casi sin voz, dejando que sus ojos se volvieran cristalinos ate el tierno momento.

Parecía que la magia fluía por la habitación, una magia que no era la magia que solían hacer, pero vaya que la conocían. Y la habían extraño.

Se miraron a los ojos con adoración, habían estado lejos del otro que parecían años... No, ni los los años se comparaban con lo que habían sentido es ese pequeño periodo. Ninguno de los dos sabía cómo habían aguantado tanto

Una vez baños y cambiados -que Tom hubiera secado a su pequeña estrella con delicadeza y uno que otro movimiento seductor sólo hizo esa tarea un poco más duradera-, fueron a acostarse en la enorme cama para descansar lo que no pudieron en la noche, aunque, bueno, eso era lo que planeaban hacer hasta que Amus se sentó bruscamente.

Nuestros destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora