Capítulo 18

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Gold River. Un mes después.

Las enfermeras terminaron de higienizar a Eloise y la cubrieron con el edredón. Nick entró y tomó crema hidratante en sus manos y le puso en el rostro.

—Siempre recuerdo cuando estábamos juntos en San Antonio y saliste del baño —dijo masajeando sus pómulos—. Te pusiste toda clase de cremas, luego me miraste, aun recuerdo tu sonrisa y la mirada que te dio ese joven que entró en la suite.

Se puso más crema en las manos y le pasó por las manos de ella.

—Él sabía que yo era afortunado, pero yo no sabía cuan afortunado era por tenerte en mis brazos.

En el afán por protegerla, tomó un bálsamo para labios y le pasó por los suyos, carnosos pero muy pálidos. Hacía treinta días que no tenía respuestas, treinta días sin saber si ella estaba bien o mal, si ella sería la misma o habría complicaciones para su vida diaria, si ella volvería a ser Eloise.

Nick apretó sus labios en una fina línea. Hacía mucho tiempo que no era el mismo y nada iba a cambiarlo. No iba a cambiar si Eloise no estaba a su lado, fuera como fuera.

Clarisa, que era una enfermera que visitaba a Eloise para hacerle los controles rutinarios, entró a la habitación con una bonita sonrisa.

—Buenas noches —lo saludó— Que rico hueles Eloise —dijo mirando a la paciente.

—Es la crema hidratante y ella misma —dijo el guardando la crema en una mochila— el aroma de ella siempre ha sido el más maravilloso del mundo.

Un delicado silencio se estableció entre los dos.

—Hace mucho tiempo que la señorita Eloise está en este estado —observó ella mirando su libreta.

—Sí y tengo la esperanza de que despierte —le besó la frente a Eloise y le acarició las mejillas con ternura y delicadeza—. Siempre tengo esperanza de volver a tenerla. Aunque no me la merezca.

—La esperanza —dijo midiéndole la glucosa a Eloise— es lo último que se pierde, señor Marshall y Eloise está bastante estable y sus valores son normales, mire —le mostró el aparato— son valores normales.

Levantó el edredón para ver cómo estaba la bolsa que conectaba la sonda vesical de la joven y anotar todo lo que veía.

—Hace un mes que espero ver sus ojos abiertos —protestó con voz rota, apretando las manos en puños— me siento impotente —dijo mirándola a la enfermera— no sé si está sufriendo, no sé si está triste, enojada... no sé nada ¿Me entiende?

La enfermera sonrió.

—Cuando mi esposo —comenzó— estaba así yo me sentía igual de... frustrada, no sabía cómo y cuando iban a pasar las cosas, pero créame, pase lo que pase es bueno, siempre es bueno.

—¿La muerte?

—Mire —dijo colocándose una lapicera en el bolsillo delantero de la chaqueta— cuando los pacientes sufren y su sufrimiento nada ni nadie puede pararlo, la muerte es un alivio.

—¿Eloise sufre?

—No. Por eso sé que muy pronto abrirá los ojos. Muchos quieren que eso pase y sus heridas quedaron atrás.

—Casi todo el pueblo la odiaba —recordó—. Casi todo este maldito pueblo le dio la espalda y ella solo necesitaba un hogar.

La enfermera sonrió y le acarició con cariño la mejilla a Nick. El hombre se había ganado más de un corazón y muchas mujeres estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por él, pero él sólo tenía ojos para la mujer que yacía en la cama del hospital.

—Todo el pueblo sabe que hizo muchas cosas que ella no se merecía ¿No entregaron a Kat ritman en vano o sí?

Semanas antes, Mauve Mitchell había entregado información sobre Kat Ritman y como se la vinculaba con los ataques que Eloise había sufrido en el pasado, ataques que, tras días duros de trabajo, se habían podido comprobar y que habían dejado a la comisaria tercera de Gold River en profundo estupor y, varios agentes separados de sus cargos.

Nick cerró los ojos con pesar, tomó la mochila en sus manos y vio que era más de media noche.

—¿Cómo están las cosas en su casa? —preguntó la enfermera— Mi hermano me dijo que la perrita de Eloise no ha estado bien.

—La extraña.

—El sábado podrá traerla.

—Lo sé. Mañana la desparasitaran y despulgaran —hizo una mueca— esto de vivir cerca de vaca y esas cosas hace que se llene de bichos.

La enfermera rio a carcajadas.

—Eloise, despierta pronto porque Nick ya no sabe qué hacer sin ti, mira que la próxima vez que venga te habrá teñido el cabello.

—Eso no es verdad, Eloise —dijo el joven.

—Te estaba pintando los labios.

—Solo fue bálsamo, así no se le lastimaran.

—Está bien, ve a dormir, yo estaré de guardia esta noche.

—Gracias Clarisa. Eloise te dejo en las mejores manos, amor. Buenas noches.

Cuando Nick cerró la puerta Clarisa le acarició la cabeza a Eloise y mientras revisaba los aparatos que Eloise tenía conectados a su cuerpo le confesó.

—Me encanta Nick Marshall, Eloise. Ojala despiertes pronto, tienes mucha suerte y el también la tiene.

Posteriormente cerró la puerta al mismo tiempo que unos ojos celestes se abrían, parpadeaban y se volvían a cerrar.

De amor y tormento #2 "De amor y soledad".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora