Capítulo III: La reunión de los reinos

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Tales sucesos no quedarían impunes. Fue el poderoso Damgus, un hechicero con la sangre de Magnus y Tezna, lo que significaba poder, sabiduría, bondad así como un alto linaje, señor de la imponente y más grande nación de magos, la ciudad del Sauce Blanco, conocida también como la Ciudad de Grandes Puertas ya que estas eran enormes a la vista, la belleza en sus formas y figuras talladas en las mismas era extraordinaria; un sauce blanco delicadamente tallado en las puertas principales del castillo sobresalía, quien tomando su ejército de magos partió rumbo a la Ciudad Oscura atravesando la serie de cumbres que llevan por nombre "Las Montañas Nubladas del Norte" pasando junto a Amysis villa de los gnomos.

Ya estando frente a la enorme puerta principal de la Ciudad Oscura, enorme fue la sorpresa de Damgus al ver ante él la gran belleza de ese lugar mucho más grande que la de su pueblo, toda una fortaleza frente a él, pero con la perversidad rondando en ella.

Pidió una audiencia con el amo y señor de tan sombrío lugar. La puerta comenzó a abrirse lentamente entre rechinidos aturdidores, de la cual a través de sus rendijas se escapaba un aire espeso y lleno de miedo que helaba hasta los huesos, pero Damgus no daría un paso atrás a no ser que no le quedara otra opción, era un mago muy orgulloso, su temperamento era digno de la casa de los Gus así como también el carisma.

Cuando por fin se podía ver a través del enorme pórtico, un ejército completo de duendes y detrás de ellos, los gigantes que para sorpresa del gran Damgus, ahora eran de fuego, sus cabellos rojos como una antorcha que cuando se enojaban ardían en llamas al igual que sus armas, y ya antes eran poderosos.

Una enorme silueta de un hombre se posó frente a él en un abrir y cerrar de ojos, tan rápido como un relámpago, la piel se le erizó, todo su cuerpo se estremeció pero no dio marcha atrás y la niebla rapaz no dejaba de crecer y de enfriarse.

Una brutal batalla se libró ese día debido a que Drakon se negó a negociar, Damgus habló y dijo –en nombre de Magnus y de los cinco reinos, demando que rindas cuentas acerca de la construcción de esta ciudad fortaleza y del ejército que has formado, así mismo, la razón por la que tomaste por la fuerza a los gigantes.

Drakon tan sólo escuchó más no dijo nada mientras daba una señal, la señal de ataque, muchos cayeron ese día de ambos bandos, los magos resistían atacando con sus armas mágicas a los duendes y gigantes, cuando el ejército de Damgus era atacado levantaban escudos que caían ante la brutal fuerza de las embestidas de los gigantes y su fuego mientras los duendes hacían lo suyo, atacar a traición, pero la lucha que marcó ese día fue la de Damgus contra Drakon.

Damgus detuvo y desvió varios de los ataques de Drakon con su bastón blanco, sabía que no se trataba de magia sino de un poder siniestro que jamás había visto, y recordó algunas líneas de un Libri Chronical y supo que se trataba del mismísimo poder de la oscuridad. Él también atacó pero su poder no fue suficiente y fue vencido.

Al ver que había sido derrotado levantó su bastón y azotándolo contra el suelo mientras decía —Aparecere, —desapareció junto con su ejército, sin dejar a nadie. Antes de desaparecer le pareció escuchar a lo lejos una penetrante voz que decía —Ahora tu sangre y la de tu descendencia está ligada a mí, ahora me pertenecen.

La noticia de la derrota de la ciudad del Sauce Blanco se esparció con rapidez por todas las demás naciones como si el mismo aire la llevara consigo. Fue una noticia impactante, un hecho sin precedentes, Damgus, el más grande y poderoso señor de la magia había sido vencido con facilidad por aquel que todos llamaban el señor de los dragones. Damgus había visto su furia tanto como su crueldad. Fue en ese entonces cuando la ciudad del Sauce Blanco hizo un llamado a todas las naciones para unirse y así poder traer de nuevo la seguridad, la paz y la tranquilidad a sus territorios, pero más que nada a sus corazones mismos.

EL CETRO Y LA GEMA. La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora