Ráfagus estaba por delante de todos, su hermano un paso detrás de él a la derecha y detrás de él en fila, Magenta, Cian, Alboro, Muz y Allegra. El sol brillaba en el horizonte, el viento del norte soplaba suavemente, la mañana era fresca. Los otros treinta y nueve magos restantes llegaron detrás de los doce en compañía de los guardias del Sauce Blanco.
La docena de hechiceros ya habían pasado la prueba más grande hasta ese momento. Ahora se les otorgaría un nombre de acuerdo a sus talentos, una varita y un guardián que les acompañaría en todo momento, incluso en la muerte.
Ráfagus vio a la joven bruja mientras les daba la bienvenida y les tomaba la mano a cada uno de ellos mientras veía sus ojos y escuchaba sus nombres, llegó hasta el final de la fila, sin necesidad de preguntar el nombre a la joven bruja la reconoció enseguida y sus ojos se hicieron grandes, en su rostro una sorpresa, una gran sonrisa se dibujó en sus labios que lanzó directamente a la joven, ella igualmente sonrió, pero no entendía por qué tan grande señor le sonreía a una bruja de campo, más aún, esa mirada como de un viejo conocido por lo que bajó sus rostro un tanto sonrojado.
Pero también, Ráfagus se exaltó un poco al terminar tan grato saludo ya que ella no debería de estar allí, se suele encontrar el camino hacia nuestro destino precisamente en el camino que se elige para evitarlo.
Ráfagus preguntó —¿cómo es que estás con ellos?, ¿dónde está el doceavo guardián?
Aqua fue el que contestó explicando todo lo que había acontecido, pero aun así Ráfagus se negaba a dejarla formar parte de los doce. Una discusión se llevaba a cabo por los grandes magos de la ciudad, los cuales formaban un consejo, la disputa se llevaba frente a los doce magos y ellos volteaban desconcertados hacia donde estaba la joven bruja.
Fue Allegra quien pidió al consejo retirarse del lugar, puesto que, no era el adecuado para discutir ese tema por lo que todos se dispusieron a ir hacia la sala del consejo. Los doce magos fueron llevados a otra sala donde se les atendió debidamente, los cuales comieron mucho, se asearon y descansaron un poco que mucho les hacía falta y uno de ellos necesitaba urgentemente un baño.
En el consejo se levantaban las voces por la negativa del rey Ráfagus de aceptar a la joven, fue hasta que él explicó todo, pero Rufergus estaba en contra de la opinión de su hermano:
—Ella es Lux Natura, la primera nacida de la profecía y no debe de estar en este lugar, no aún y mucho menos formar parte de los doce guardianes. No está preparada y temo por ella, porque de ella dependerá mucho, además, no sabemos nada del segundo elegido, sólo que ha nacido. —Dijo el rey.
—¿A qué le temes hermano? Sabes muy bien lo que esto significa; la profecía se está cumpliendo y no podemos evitar nuestro destino, no lo podemos negar, no podemos, si ella está aquí es porque aquí tiene que estar. Sé que temes por ella, todos lo hacemos, por ese mismo temor es que debemos entrenarla y cuidarla. No hay lugar más seguro para ella que el Sauce Blanco. Déjame ser su maestro, yo la prepararé y le mostraré todo lo que sé. —Dijo Rufergus, el príncipe de príncipes o también conocido como el rey menor.
Ráfagus pidió la opinión a todos los miembros del consejo, todos apoyaron la opinión de Rufergus. Allegra fue la que opinó un poco más. —Creo que Rufergus tiene razón, también creo que deberíamos dejar que las aguas tomen su curso y sólo así podremos saber el verdadero motivo por el que ella está aquí.
Ráfagus contestó. —Si es lo que el consejo ha decidido, así se hará y que la luz nos guie en este nuevo y tan peligroso camino.
Ya la mañana terminaba saludando la llegada del medio día cuando los doce magos fueron llevados a una sala detrás de las torres de la ciudad, una sala que nadie que no perteneciera al consejo del Sauce Blanco podía entrar, era un lugar sagrado para la sangre de la casa de los Gus, un lugar donde se encontraban en forma de espiral cientos de estatuas, cada una de ellas era la imagen de cada señor que se sentó en la silla real con recueste en forma del árbol de la ciudad y con base en forma de raíces y que portó la corona real en forma de las hojas de un sauce blanco, era la sala de los reyes, tapizada en pasto verde con diferentes especies de flores y arbustos que crecían libremente, algunos árboles no muy altos ni frondosos y un poco de agua que corría por ese lugar haciendo muy poco ruido.
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EL CETRO Y LA GEMA. La Saga
FantasíaEn un principio, cuando nada existía, sólo tinieblas y vacío en el mundo, nació la luz y tomó forma de mujer, ella lo creó todo, el tiempo, toda forma de vida, el sol, la luna y les dio brillo...